Masajeando, James introdujo el primer dígito, sacando un excitante jadeo de la garganta de Dante, el cual, sin duda alguna, lo prendió aún más. Aquella era una de sus partes favoritas, y cuando el cuerpo del mayor se encogió sobre el suyo, apretándose alrededor de su dedo, supo que había encontrado su punto dulce. James amaba lo sensitivo que era el otro hombre, y mordiendo el hombro pelinegro de manera provocativa, empujó otro dedo en su interior. Dispuesto a no tardarse demasiado en aquella tarea, pero por supuesto, no deseando dañar de alguna manera a su precioso profesor.Cuando Sean estuvo lo dilatado y jadeante, James logró separarlo un poco de sí. Éste poseía un gesto por completo erótico, y besando sus labios, pensó en que estaba bendecido. ¿Sean Dante? Él era, el hombre más hermoso del planeta, y sin duda alguna, James era un ridículo afortunado.-Me encantas -no cansándose de repetirlo, James cogió los muslos del mayor, y admirando como éste mismo alineaba la polla del casta
A la mañana siguiente, James se despertó con el leve tintineo de su celular, que vibraba sobre la mesilla de noche. Abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol que se filtraba por las cortinas. Tomó el aparato en sus manos y vio que tenía un mensaje de su profesor: "Estoy enfermo por tu culpa, puedes venir a mi casa para las clases particulares, piso 7, apartamento 306, ya te sabes lo demás"Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de James al leer el mensaje. Recordó el día anterior, cuando su cercanía con Sean, a pesar de estar con gripe, había llevado a un intercambio apasionado de besos. Estaba claro que había transmitido algo más que su deseo; Sean había caído enfermo.James salió de la cama de un salto, su cuerpo vibrando con una energía renovada. Se dirigió al baño y giró el grifo de la ducha, dejando que el agua tibia comenzara a caer. Cerró los ojos y dejó que el líquido reconfortante lavara el sueño de su piel, relajando sus músculos y despejando su men
Acostado en la comodidad de su cama, y admirando a James, Sean notó el morral que éste llevaba en su espalda; entrecerrando los ojos de manera sospechosa, él apenas señaló, no sin antes mirar el espacio vacío a su lado donde, por supuesto, solía dormir Zoe.James se acercó a su costado, sentándose y sonriendo ante la mueca interrogativa que poseía el precioso hombre, la cual pronto se vio interrumpida por la pregunta de éste mismo.-¿Qué traes en ese bolso? -Susurró, su voz forzada y baja, aunque no demasiado para que Martín hiciese oídos sordos. Elevó sus cejas-. Digo, espero no te ofendas, pero jamás te vi llevar uno en todo el tiempo que llevo siendo tu profesor.Soltando una risotada, James puso los ojos en blanco, y acercando su mano hasta las mejillas cubiertas de barba del mayor, sonrió con ternura-. ¿Recuerdas lo que te dije cuando pedí tu número?-Sí -afirmó, entrecerrando un ojo ante el recuerdo, sonrió-. Me lo estuviste diciendo mucho después. También yo te lo dije cuando f
Ante aquella confesión, el pelinegro apenas logró sonreír, poniéndose el cabello largo detrás de la oreja mientras evitaba el poderoso sonrojo que pronto vendría a por él, y evitando acostumbrarse a ello. James sabía qué decir, aunque antes le parecieran ridículas todas las palabras que soltaba; siempre decía lo correcto. O al menos, lo que él deseaba escuchar.Sintiendo una punzada en la cabeza, y el pronto dolor muscular demostrándole que no se encontraba bien, perdió el aire cuando observó la entrepierna punzante de su alumno. Nunca imaginó que James podría excitarse de aquella manera, aunque él solía confesarlo con regularidad. El verlo con sus propios ojos causó en él una completa explosión de placer que lo hizo cerrar los párpados y aspirar con profundidad el apetecible aroma que desprendía el cuerpo de Martín.»-Sé que dije que no habría sexo este día, pero me prendes.-Lo sé -murmuró el pelinegro, su cuerpo reaccionando ante las palabras del castaño, y sus labios siendo mordid
Sean se levantó de la cama sintiendo la debilidad provocada por la fiebre que lo había mantenido en un estado de agotamiento constante. La habitación, bañada en la luz tenue de la tarde, parecía un reflejo de su propia mente: confusa y sombría. Zoe, de pie junto a la puerta, lo observaba con una expresión que mezclaba desprecio.-Fíjate bien, Zoe -dijo Sean con voz temblorosa, pero cargada de ira contenida-, no te creas que te estoy permitiendo hacer lo que te dé la gana porque tenga miedo de tu maldita lengua. Se acercó a ella con pasos vacilantes y la agarró con fuerza del brazo, sus ojos clavándose en los de Zoe con una intensidad que la hizo retroceder un paso. -Es cierto que tú conoces mi pasado, lo mucho que disfrutaba follar con hombres -gruñó entre dientes, el dolor y la furia mezclándose en su mirada.Dentro del closet, James escuchaba todo sin poder salir, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Estaba atrapado en un dilema que no sabía cómo resolver.Zoe se rió amarga
James no le dio tregua. Con una precisión despiadada, continuó golpeándolo en el pecho y el estómago, cada puñetazo impulsado por la rabia acumulada. El sonido de los golpes resonaba en el gimnasio, acompañado por los gritos y aclamaciones de los demás. El gigante intentó contraatacar, pero sus movimientos eran torpes y lentos comparados con la velocidad y la destreza de James.La sangre comenzó a manchar el rostro del hombre grande, y sus ojos mostraban signos de desesperación. James, en cambio, estaba completamente concentrado, sus puños moviéndose como martillos implacables. Cada golpe que asestaba lo acercaba más a una liberación emocional, una catarsis que necesitaba con urgencia.El gigante cayó de rodillas, incapaz de soportar la ferocidad del ataque de James. Los hombres alrededor rugiendo aún más fuerte, divididos entre los que aclamaban la victoria inminente de James y los que lamentaban la caída de su campeón. James no se detuvo, su mente inundada por un solo pensamiento: l
Sean llevaba exactamente una semana sin saber noticias de James, desde aquella fatal discusión en la que se vieron envueltos, el chico había roto cualquier contacto con él, ya no le enviaba mensajes provocativos, ni iba al bar de Arón, era como si se hubiese esfumado o tragado la tierra.La mañana en la que Sean debía impartir clases y entregar las notas del examen, iba con las esperanzas nulas de poder verle, tal vez él había decidido dejar la universidad, aunque aquello sería una estupidez. En cuanto entró al salón y buscó con la mirada entre los estudiantes a la persona que realmente le interesaba, su corazón dio un vuelco, cuando sus ojos chocaron con de James, él lo miraba serio y frío, y aquello realmente le dolió.Sean deseaba tanto pedirle perdón, hacerle entender que todo fue causado por las circunstancias en la que se encontraban, que su cuerpo había reaccionado de una manera inexplicable. Quizá, él tan sólo estaba protegiéndose del dolor.Sin embargo, y teniendo en cuenta l
Sean estaba decidido a tomar el control de su vida y elegir lo que realmente quería, aunque aquello no sería una decisión fácil. Estaba en las afueras del restaurante donde debía encontrarse con su familia y la de Zoe, y sus piernas no dejaban de temblar. Miró el reloj en su muñeca, de por sí estaba llegando tarde a la cena, pero en el fondo deseaba que todo pasara y no tener que seguir cargando con todo ese peso sobre los hombros, debía armarse de valor y tomar decisiones, que con el tiempo se volvían pesadas . Respiró hondo, y abrió la puerta del establecimiento, que emitió un tintineo en cuanto entró.El restaurante estaba lleno de personas disfrutando de sus cenas, el bullicio de conversaciones y risas llenando el aire. Sus padres estaban sentados al final de la mesa junto a los padres de Zoe, hablando animadamente. La atmósfera parecía alegre y despreocupada, pero Sean sabía que estaba a punto de cambiar todo.Caminó hacia ellos con pasos firmes, su mente repitiendo las palabras