En el viaje al supermercado, el silencio entre Zoe y Sean se volvió abrumador. Zoe apretaba con fuerza el bolso contra su pecho, incapaz de sacar de su cabeza la manera en la que el nombre de James había salido de los labios de Sean esa mañana. Cada kilómetro recorrido en el coche parecía alargar más la distancia emocional entre ellos. Sean mantenía la mirada fija en la carretera, consciente del peso de sus pensamientos, pero incapaz de iniciar una conversación.Cuando finalmente llegaron al supermercado, Sean fue el primero en salir del coche. Se dirigió al lado de Zoe para abrirle la puerta con un gesto cortés que parecía más mecánico que genuino. Zoe bajó sin decir una palabra y comenzó a caminar por delante de él, su postura tensa reflejando la tormenta de emociones que intentaba ocultar. Sean la siguió, manteniendo una distancia prudente, sabiendo que el ambiente estaba cargado y que cualquier palabra inapropiada podría desencadenar una confrontación.Al entrar al centro comercia
Sean pensaba que tenía suficiente con el mal día que había comenzado y sobre todo, él encuentro inesperado con Adam en el centro comercial y verse envuelto en tantas manipulaciones lo estaba sacando de quicio, nunca antes había tenido tanta paciencia y temple con gente de esa índole, porque él, en su tiempo fue alguien de cuidado, muchos le temían y reportaba, ahora simplemente era un hombre adulto, que se dejaba dominar por mentes más débiles.Y con débiles también se refería a Zoe, ella había sido su mejor amiga en la universidad y conocía su vida de sobra, estaba al tanto de lo que este hacía con los chicos que tenían interés en él, porque una cosa era cierto, a Sean Dante de veinte años, le encantaban los hombres, y al de treinta y nueve, también.Mientras caminaban hacia la salida, se vio atraído por la magnífica visión que atrapó sus orbes. Aquella magnífica visión, dejando de ser tan maravillosa cuando su mirada distinguió por completo a nada más y nada menos que a James, el d
La mañana caía lluviosa y fría en la concurrida Italia, ocasionando que las personas esperaran en los locales que las gotas cesaran. En la universidad, el ambiente no se encontraba demasiado diferente.Los salones de clase estaban vacíos, y los corredores permanecían siendo reinados por la brisa gélida que encerraba al lugar. Aquel día las inasistencias habían sido terroríficas, y más de una persona había abandonado el establecimiento a las primeras dos horas de clase, cuando la neblina bajó y el vaho era expulsado después de cada palabra dicha.Salir aquel pluvioso día, significaba estar dispuesto a, coger la más detestable gripe de todas.Cuando el profesor Dante entró al salón de clases con una bufanda y un enorme suéter de lana cubriéndolo, no se sorprendió al encontrarse con el aula casi vacía. Por supuesto, lo que sí logró pasmarlo, fue la deliberada presencia de James en su habitual asiento, y lo que parecía más impactante, sin sus amigos.El castaño no solía faltar demasiado a
La mañana caía lluviosa y fría en la concurrida Italia, ocasionando que las personas esperaran en los locales que las gotas cesaran. En la universidad, el ambiente no se encontraba demasiado diferente.Los salones de clase estaban vacíos, y los corredores permanecían siendo reinados por la brisa gélida que encerraba al lugar. Aquel día las inasistencias habían sido terroríficas, y más de una persona había abandonado el establecimiento a las primeras dos horas de clase, cuando la neblina bajó y el vaho era expulsado después de cada palabra dicha.Salir aquel pluvioso día, significaba estar dispuesto a, coger la más detestable gripe de todas.Cuando el profesor Dante entró al salón de clases con una bufanda y un enorme suéter de lana cubriéndolo, no se sorprendió al encontrarse con el aula casi vacía. Por supuesto, lo que sí logró pasmarlo, fue la deliberada presencia de James en su habitual asiento, y lo que parecía más impactante, sin sus amigos.El castaño no solía faltar demasiado a
En la casa del castaño, la calidez era bastante reconfortante. James sabía que todos y cada uno de sus sueños habían comenzado a cumplirse de manera aleatoria, sin embargo, demasiado deprisa. Tener a Sean Dante en su casa resultó ser un fuerte golpe emocional, y sintió ganas de saltar por todos lados ante la maravillosa realidad. lo hubiera hecho si no se sintiera tan mal.El pelinegro se veía tímido, avergonzado. Incapaz de soltar su maletín y desinhibirse. Aquello le pareció fabuloso a James, quien chequeando su temperatura y dejándose caer en el sofá de una manera cómoda, admiró a Sean.-¿Pasarás el día entero allí de pie? -Cuestionó, evitando pensar en el malestar que lo desanimaba. Tenía a su sueño húmedo en casa, él no lo echaría a perder. Mucho menos una estúpida gripe-. Vamos, no te cobraré por tomar asiento.Dante suspiró, sintiéndose ridiculizado ante el castaño, y odiando que éste hiciera aquello seguido. Cuando tomó asiento al lado de Martín, prensó los labios, y variando
Masajeando, James introdujo el primer dígito, sacando un excitante jadeo de la garganta de Dante, el cual, sin duda alguna, lo prendió aún más. Aquella era una de sus partes favoritas, y cuando el cuerpo del mayor se encogió sobre el suyo, apretándose alrededor de su dedo, supo que había encontrado su punto dulce. James amaba lo sensitivo que era el otro hombre, y mordiendo el hombro pelinegro de manera provocativa, empujó otro dedo en su interior. Dispuesto a no tardarse demasiado en aquella tarea, pero por supuesto, no deseando dañar de alguna manera a su precioso profesor.Cuando Sean estuvo lo dilatado y jadeante, James logró separarlo un poco de sí. Éste poseía un gesto por completo erótico, y besando sus labios, pensó en que estaba bendecido. ¿Sean Dante? Él era, el hombre más hermoso del planeta, y sin duda alguna, James era un ridículo afortunado.-Me encantas -no cansándose de repetirlo, James cogió los muslos del mayor, y admirando como éste mismo alineaba la polla del casta
A la mañana siguiente, James se despertó con el leve tintineo de su celular, que vibraba sobre la mesilla de noche. Abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol que se filtraba por las cortinas. Tomó el aparato en sus manos y vio que tenía un mensaje de su profesor: "Estoy enfermo por tu culpa, puedes venir a mi casa para las clases particulares, piso 7, apartamento 306, ya te sabes lo demás"Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de James al leer el mensaje. Recordó el día anterior, cuando su cercanía con Sean, a pesar de estar con gripe, había llevado a un intercambio apasionado de besos. Estaba claro que había transmitido algo más que su deseo; Sean había caído enfermo.James salió de la cama de un salto, su cuerpo vibrando con una energía renovada. Se dirigió al baño y giró el grifo de la ducha, dejando que el agua tibia comenzara a caer. Cerró los ojos y dejó que el líquido reconfortante lavara el sueño de su piel, relajando sus músculos y despejando su men
Acostado en la comodidad de su cama, y admirando a James, Sean notó el morral que éste llevaba en su espalda; entrecerrando los ojos de manera sospechosa, él apenas señaló, no sin antes mirar el espacio vacío a su lado donde, por supuesto, solía dormir Zoe.James se acercó a su costado, sentándose y sonriendo ante la mueca interrogativa que poseía el precioso hombre, la cual pronto se vio interrumpida por la pregunta de éste mismo.-¿Qué traes en ese bolso? -Susurró, su voz forzada y baja, aunque no demasiado para que Martín hiciese oídos sordos. Elevó sus cejas-. Digo, espero no te ofendas, pero jamás te vi llevar uno en todo el tiempo que llevo siendo tu profesor.Soltando una risotada, James puso los ojos en blanco, y acercando su mano hasta las mejillas cubiertas de barba del mayor, sonrió con ternura-. ¿Recuerdas lo que te dije cuando pedí tu número?-Sí -afirmó, entrecerrando un ojo ante el recuerdo, sonrió-. Me lo estuviste diciendo mucho después. También yo te lo dije cuando f