Tensión

El almuerzo fue en completa normalidad, pero para los ojos de los demás, porque para mí fue estar en una pequeña cajita con una serpiente venenosa sin escapatoria y dispuesta a matarme. El Sr. Golden no se equivocaba cuando decía que su hijo hablaba más de la cuenta, pues no dejó de hacer comentarios en doble sentido en ningún momento. No veía la hora de que se acabara, pero los segundos parecían correr como horas.

Mi teléfono sonó y me excusé inmediatamente. Al ver que se trataba de Aiden la alegría me inundó el corazón.

—Mi cielo, ¿cómo estás? —caminé en dirección al balcón del restaurante.

—Muy bien, mi reina. Por acá pensándote y extrañándote mucho. ¿Estás muy ocupada?.

—Estoy en una reunión con el Sr. Golden y su hijo.

—¿Y no puedes escaparte? —su picardía me sacó una sonrisa—. Necesito verte y estar contigo.

—Sr. Bardot, tenemos toda la noche para amarnos. O es que acaso estás...

—¿Qué estás pensando, chiquita? —rió—. Estoy trabajando

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