Capitulo Dos

Donde la vida se empiece a complicar, corre, huye, no te quedes a resolverlo. El infierno está rodeado de fuego y te puedes quemar.

Alondra

Despierto en mi enorme cama como cada día, rodeada de suaves y blancas sabanas, adoro la sensación del algodón egipcio sobre mi piel, la textura es excitante, pero lastimosamente tengo que despedirme de ellas para ir a trabajar. Muchas personas me señalan como egocéntrica y superficial, pero ninguno conoce mi historia y espero que nunca nadie la conozca, no soporto la idea de que puedan verme con lástima y no como la mujer en la que me convertí a pesar de los fantasmas que rodean mi existencia.

Entro al baño y me quedo observando mi reflejo en el espejo sobre el lavabo, mis facciones se han endurecido, es como si las marcas de mi alma hubieran borrado cualquier chispa de ingenuidad de mi rostro.

―No tienes tiempo para lamentarte por el pasado, Alondra ―me digo sin dejar de observar a la mujer que mueve sus labios al mismo tiempo que lo hago yo―. Ahora tienes la oportunidad de no dejarte humillar nunca más ―mi voz sale débil a pesar de que reúno toda la fuerza de mi alma.

No entiendo por qué sigue doliendo de esta manera, han pasado tantos años y el recuerdo del hijo que murió en mis brazos me destroza cada vez que se acerca su aniversario, el trabajo es lo único que me ayuda a continuar, me ayuda a aplacar la marea de emociones que me rebasan si tan solo mi madre no se hubiese entregado de esa manera al desgaste de su alma, comprendo que se sentía culpable por lo que sucedió, pero el que haya estado para mí cuando fue necesario es más que suficiente para mí.

Además, no fue culpa de ella, él supo cómo manipular todo a su favor para que ella no se diera cuenta de lo que sucedía y que yo no dijera nada por miedo. Entro a la ducha y abro la llave de agua fría para que me ayude a frenar el tren de pensamientos y recuerdos que me atormenta desde hace varios días, quizás deba de ir hoy a visitar a mi mamá, estar con ella siempre me ayuda tomar las riendas de mi vida cuando todo parece salirse de control.

El agua fría hace que cada poro de mi cuerpo se erice y mis músculos se destensen. Me relajo debajo de la regadera tipo lluvia que ocupa por completo la ducha, al tiempo que mis pensamientos se calman y la sensación de pérdida se atenúa perdiéndose en lo más profundo de mi congelado corazón de donde no tiene que salir nunca. Termino de salir de la ducha, me envuelvo con una toalla y salgo a la habitación con el cabello escurriendo el agua, no le doy importancia al hecho, sino que entro al vestidor y saco un vestido negro y un blaizer rojo a juego con los zapatos y accesorios, antes de vestirme me cepillo el pelo y lo seco con mucho cuidado usando el secador de mano.

Cuarenta y cinco minutos después me siento a tomar el desayuno, fruta picada y jugo de naranja, no tardo mucho comiendo y leyendo la prensa, por lo que en poco tiempo me encuentro conduciendo hacia el Calvary Cemetery, es un cementerio católico romano en Maspeth y Woodside, Queens, en la ciudad de Nueva York. Hace muchos años mi madre y yo decidimos emigrar a esta ciudad creyendo que tendríamos mejores posibilidades y de alguna forma así fue, no me puedo quejar aquí, es donde me he hecho una de las mujeres más importantes del país y pienso llegar a ser conocida en el mundo entero.

Tardo una hora en llegar a la tumba de mi madre, le he traído un ramo de rosas blancas, siempre le encantaron las flores en ese color, solía decir que eran puras como mi alma, pero pienso que se equivoca, mi alma no es pura nada en mí lo es.

―Hola mami, disculpa que no haya venido antes, he estado algo ocupada. Sé que no es excusa, pero sabes que el trabajo es lo único que me ayuda a no pensar en el pasado, me haces tanta falta como quisiera que estuvieras a mi lado el día de mañana, todavía no comprendo por qué duele tanto, porque es que a pesar de todo esa criatura fue tan importante para mí ―digo sentada en la banca que mande a instalar en su tumba―. Seguramente me dirías que es porque mi corazón sigue teniendo esa pureza que yo me niego a reconocer, también me incitarías a buscarme un novio y a dejar de vivir en el pasado, pero la verdad es que recordar es lo que me da fuerza a pesar de que me duele y me destruye por dentro cada día que pasa…

―Eso que dice es muy profundo, señorita ―me estremezco al sentir la brisa fría que sopla a pesar del sol tan brillante, la voz ronca y seductora me hace girar la cara para ver a su dueño.

Unos ojos tan azules como el océano chocan con los míos al instante haciendo que una corriente estática me recorra al tiempo que sus labios se curvan en una sonrisa peligrosa, trago grueso, pero mi boca se ha quedado totalmente seca, siento la lengua seca y por más que quiero decir algo ningún sonido se produce entre mis labios.

―Creo que la he asustado, no fue esa mi intención, le pido, me disculpe ―pronuncia con acento grave provocando un hormigueo en mi zona íntima.

―No le enseñaron en su casa que es de mala educación, escuchar las conversaciones privadas ―espeto con arrogancia cuando al fin logro articular algo.

En toda mi vida ningún hombre había logrado dejarme muda con su mera presencia, sin embargo, no tengo tiempo para perderlo con una nimiedad como esta.

―Hablar solo no puede llamarse una conversación privada ―alega alzando una ceja.

―No sé cuál sea su concepto sobre mantener una conversación, pero estando en un cementerio supongo que hablarle al recuerdo del ser querido puede llamarse conversación, ahora si me disculpa preferiría volver a estar sola ―rebato ignorando la fragancia de su perfume, huele a cítricos y madera.

―Creí que había dicho que se encontraba con el espíritu de su familiar ―insiste sacándome por completo de quicio con su tono burlón.

Si algo he aprendido en esta vida es a no discutir con imbéciles, eso es rebajarse a su nivel y una mujer como yo no puede permitirse semejante capricho, nunca me verán enfrascada en una discusión absurda con absolutamente nadie.

―Mami, trataré de venir más seguido a verte, por ahora el ambiente está infectado de una plaga despreciable ―pronuncio con la voz limpia de emociones antes de ponerme de pie y marchar escuchando detrás de mí la voz del sujeto que viene siguiéndome.

―Por favor, espera, no seas así ―chilla detrás de mí arrepentido―. No quise ser inoportuno y tienes razón, fui muy grosero, no debí…

Sin hacerle caso llego a mi auto, subo enciendo el motor y con una mirada que indica cuan superior me creo arranco dejándolo parado sin saber que ocurrió, aunque a decir verdad yo tampoco sé que fue lo que ocurrió, no entiendo por qué me sentí asfixiada estando cerca de ese tipo, no lo conozco ni me interesa, pero provoco tantas cosas diferentes en todo mi sistema.

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