Maximiliam permanecía junto a Brianna, su mirada se clavaba en el suelo mientras el peso de las decisiones pasadas caía sobre él como una sombra constante. A pesar del dolor que sabía le había causado, su amor por ella era innegable. La miraba intentando comprender el abismo que se había formado entre ambos, y aunque cada vez que trataba de acercarse, sentía que solo la alejaba más, no podía resignarse a perderla. En ese momento, todo lo que deseaba era que lo entendiera, que supiera cuánto había luchado por protegerla, incluso cuando la había hecho sufrir.— Brianna… — susurró con voz ronca, mientras alargaba la mano para tocar su hombro. Ella no se movió, no lo miró.Antes de que pudiera decir algo más, los gritos de una voz familiar resonaron desde el pasillo.— ¡Maximiliam! — La voz de Paula cortaba el aire, cada palabra cargada de una teatralidad que hacía que su sangre hirviera.Maximiliam cerró los ojos con frustración. Sabía lo que vendría. No tenía fuerzas para otro enfrentam
Brianna estaba sentada en el sillón de su departamento, sus dedos trazando círculos lentos en su propio vientre mientras intentaba calmarse. La tensión de los últimos días, las peleas, las traiciones, todo pesaba sobre ella como una carga insoportable. El silencio del apartamento se sentía opresivo, como si las paredes mismas susurraran sobre todo lo que había perdido. Se había acostumbrado a luchar, a contener sus emociones, a ser fuerte. Pero ahora, sentada en la oscuridad de su hogar, la fortaleza que había construido se tambaleaba.De repente, un golpe fuerte en la puerta interrumpió sus pensamientos. Brianna frunció el ceño, desconcertada. No esperaba a nadie, y rara vez tenía visitas no anunciadas. Vivianne no estaba en ese momento, por lo que no estaba segura de nada. Se levantó con cautela, su corazón acelerándose levemente. Al acercarse a la puerta, una sensación de incomodidad se instaló en su pecho. Tomó aire y la abrió.Para su sorpresa, allí estaba Cristina, su madrastra,
El sol de la tarde iluminaba el amplio y moderno despacho de Brianna, pero su luz cálida no lograba penetrar la oscuridad emocional que ella sentía. Sentada en su escritorio, estaba profundamente concentrada en los planos y diseños de interiores de un nuevo hotel en Colombia, uno de sus proyectos más ambiciosos hasta la fecha. Las líneas de su boceto eran precisas y su mente, entrenada para el detalle, se mantenía enfocada, a pesar del malestar que aún latía en su pecho desde el encuentro con Cristina, su madrastra, días atrás.Aun así, el ambiente en la oficina era tenso, denso como el humo de un incendio que amenaza con desatarse.El suave sonido de la puerta abriéndose la sacó momentáneamente de su concentración. Brianna no necesitó levantar la cabeza para saber quién había entrado. Sabía que era Cristhian, su asistente y mejor amigo. Pero al no escuchar ningún saludo o comentario sarcástico, algo que él solía hacer para aliviar la tensión en los días difíciles, decidió mirar.Allí
La mansión Casanova se alzaba majestuosa frente a Brianna mientras caminaba con pasos firmes por el sendero de piedra que conducía al jardín. Los árboles centenarios parecían vigilarla desde su altura, pero nada en ese lugar le importaba. El viento soplaba con fuerza, pero no era nada comparado con la tormenta que estaba a punto de desatarse dentro de ella. Su mente repetía las mismas palabras una y otra vez, como un eco implacable.¿Cómo pudiste saberlo y no hacer nada?Con la carpeta apretada entre sus manos, no se molestó en anunciar su llegada. Se dirigió directamente hacia el jardín, donde había visto a su madre, Grecia, sentada entre las flores. Sabía que Ángelo, el patriarca de la familia, también estaba cerca. Pero no le importaba quién la viera, quién se interpusiera. Hoy, todo tenía que salir a la luz.Al cruzar el umbral del jardín, sus ojos encontraron a Grecia, quien se levantó lentamente al verla aproximarse. En su rostro, una mezcla de sorpresa y felicidad. Brianna sinti
Brianna salió del jardín con pasos apresurados, su corazón latiendo con furia mientras las lágrimas nublaban su visión. Todo su mundo acababa de romperse en pedazos, y el dolor era tan agudo que apenas podía respirar. La traición de su madre, la indiferencia que había sufrido durante años, todo se arremolinaba en su mente, desatando una tormenta de emociones incontrolables.Al cruzar la puerta principal de la mansión Casanova, chocó de lleno con Maximilian, su esposo, quien la esperaba con una expresión de preocupación. Al ver su rostro empapado de lágrimas, él intentó acercarse, su instinto de protegerla activándose de inmediato.— Brianna… ¿qué ha pasado? — preguntó con suavidad, extendiendo una mano hacia ella.Pero Brianna lo esquivó como si su toque pudiera quemarla. El aire entre ellos se volvió tenso al instante. No se molestó en mirarlo, ni en ofrecerle una explicación. Sus pasos, aunque rápidos, eran torpes y tambaleantes mientras se alejaba de la mansión y comenzaba a camina
Brianna aún sentía el peso del dolor en su pecho, pero había algo en la forma en que Maximilian la había sostenido que la hizo sentirse más ligera, aunque fuera solo por un momento. El hombre que tenía frente a ella no era el frío y calculador magnate que la prensa tanto admiraba y temía; era un ser humano que, por alguna razón, solo se mostraba vulnerable ante ella. Aun así, el resentimiento y la confusión seguían dentro de ella, y no estaba lista para procesar completamente sus sentimientos.Justo cuando el silencio entre ellos comenzaba a volverse incómodo, el sonido de su celular rompió la quietud. Brianna sacó el teléfono de su bolso y, al ver el nombre que brillaba en la pantalla, su corazón dio un vuelco. Leandro Ivanov.— ¿Por qué te llama Leandro Ivanov? — preguntó Maximilian con una mezcla de curiosidad y algo más oscuro en su voz.Brianna levantó la mirada, atrapada en su propio nerviosismo. No había esperado esa pregunta, al menos no tan directamente. Sabía que Maximilian
Brianna entró en su departamento con los hombros tensos, cargada por la conversación que había tenido con Leandro Ivanov. Aún no se acostumbraba al ritmo vertiginoso en el que su vida se había convertido en los últimos meses, y saber que tendría que mudarse a la academia para entrenar la había descolocado. El peso de la decisión, sumado a su embarazo, era abrumador.Al cerrar la puerta, un sonido de herramientas la sacó de sus pensamientos. Brianna frunció el ceño, preguntándose qué estaba pasando. Caminó hacia el salón y lo que vio la dejó sin palabras: su mejor amiga, Vivianne, estaba inclinada sobre el suelo, luchando por encajar una pieza en lo que parecía ser… ¿una cuna?Brianna sintió un nudo en la garganta y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Sin poder contenerse, preguntó en un susurro:— ¿Qué estás haciendo, Vivi?Vivianne levantó la vista, sonriendo con cariño, como si la pregunta no tuviera ningún sentido.— ¿Acaso no ves? Estoy armando la cuna de mi futuro ahijado
Brianna bajó del coche que la había llevado hasta la entrada principal de la academia Ivanov, el imponente edificio que ahora sería su hogar temporal. Las paredes de cristal reflejaban el cielo nublado y los altos árboles que rodeaban la propiedad, dándole al lugar un aire de exclusividad y misterio. Era su primera vez en la academia, y aunque sabía que no iba a ser una estancia placentera, estaba decidida a cumplir su parte del acuerdo. Estaba allí para una cosa: trabajar. Y si todo salía bien, saldría con el 70% de las ganancias del proyecto y, lo más importante, con la información que necesitaba sobre su padre.Mientras se aproximaba a la puerta principal, una carcajada estridente resonó en el aire. Brianna alzó la mirada, solo para encontrarse con Aleksander Ivanov, el hijo de Leandro, mirándola con diversión.— No puedo creerlo — dijo Aleksander, sacudiendo la cabeza mientras se cruzaba de brazos —. Mi padre te convenció para hacer esto. ¿Qué fue lo que te prometió? — Sus ojos br