La gala se celebraba en un salón exquisitamente decorado, rodeado de las joyas más impresionantes y exclusivas que se habían visto en mucho tiempo. Al entrar, Brianna sintió de inmediato las miradas sobre ella. Sabía que todos la estaban observando, no solo por ser la prometida de Maximilian, sino también por el evento que todos sabían que ocurriría al día siguiente: su boda.Pero no era solo la atención de la multitud lo que la inquietaba. Lo que realmente la preocupaba era la presencia de Paula. Aunque no la había visto aún, sabía que en algún momento se cruzarían. No podía evitar preguntarse cómo reaccionaría Maximilian al verla, si es que Paula decidía acercarse a él. La tensión se acumulaba en sus hombros, apretándole la garganta con una mezcla de nervios y ansiedad.Mientras Brianna caminaba por el salón, saludando a conocidos y haciendo un esfuerzo por mantener la compostura, finalmente se detuvo frente a una vitrina donde se exhibía la joya central de la noche. Era una pieza i
— No puedes hacerme nada aquí — le espetó, pero la seguridad en su voz se desmoronó cuando él se lanzó sobre ella.En un movimiento rápido, Brianna reaccionó dándole una fuerte patada entre las piernas. Fidel soltó un gruñido de dolor, y justo en ese momento, la puerta del baño se abrió de golpe. Paula estaba allí, observando la escena con ojos furiosos, pero obviamente, era parte de su actuación.— ¡Eres una mala mujer, una desvergonzada! — gritó Paula, su voz resonando en el baño, atrayendo la atención de todos los presentes fuera.Brianna se quedó paralizada, horrorizada por la aparición repentina de Paula.— ¿Acaso no tienes vergüenza? — continuó Paula, acercándose con furia —. Estás a punto de casarte y te encierras con tu exesposo. Está claro que aún no lo has olvidado.Antes de que Brianna pudiera defenderse, Maximiliam irrumpió en la escena. Sus ojos se movieron rápidamente, tomando en cuenta a cada persona en la habitación: Brianna, visiblemente alterada; Fidel, todavía recupe
El sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las gruesas cortinas de la habitación cuando Brianna abrió lentamente los ojos. Estaba abrazada por el brazo de Maximiliam, su cuerpo grande y cálido descansaba contra el suyo. Su corazón latía desbocado al darse cuenta de que él no se había marchado como temía, sino que había cumplido su palabra de no desaparecer antes de que el sol saliera. Sin embargo, ahora que él estaba allí, no sabía cómo actuar ni cómo enfrentarlo.Se removió incómoda, con su rostro ardiendo de vergüenza y ansiedad. ¿Cómo se suponía que debía comportarse con el hombre que la hacía sentir tan expuesta? Su respiración se aceleró, consciente de que estaban desnudos bajo las sábanas.De repente, la voz ronca de Maximiliam resonó a su lado, sorprendiendo a Brianna.— Sabías que roncas mientras duermes… — dijo con esa voz profunda y rasposa que hizo que la piel de Brianna se erizara de inmediato.Ella se quedó rígida. ¿Cómo podía alguien tener una voz tan sensual, tan p
«Enamorarse.»No era algo que creyó posible alguna vez, pero ahora…— ¿Por qué estás tan seguro de que estás enamorado? — Se atrevió a preguntar David. Por algún motivo, sentía cierta molestia.— Porque… porque no paro de pensar en ella. Porque estoy dispuesto a protegerla de cualquier cosa sin necesidad de que me pida… porque… — Levantó la cabeza y miró a su hermano. Maximiliam tragó duro —, quizás, siempre la he querido.David abrió los ojos sorprendido. Conocía la historia de su hermano, su madre se la contaba siempre, su abuelo también, pero que ahora, el frío Maximiliam esté tocando un tema casi prohibido de mencionar… era algo sorprendente.— Ella… — Maximiliam asintió, con una sonrisa.— Sí. Ella es la chica que me salvó.Brianna por su parte se encontraba en su habitación, secándose las lágrimas. Su madre no se encontraba con ella por aquel malentendido. Brianna estaba segura que era un malentendido. Sin embargo, ahora estaba sola, parada frente al espejo. Se veía bonita, con
— ¿Qué fue todo ese espectáculo?— ¿Te molesta? — Brianna tenía una mirada dura que a Maximiliam le encantaba y lo encendía —. A partir de ahora nadie volverá a burlarse de mí.Ahora Maximiliam fruncía el ceño.— No entiendo.— Puede que esto sea un matrimonio arreglado, pero no permitiré que te burles en mi cara, señor Casanova. No seré una carga para ti, pero tú tampoco lo serás para mí — manifestó con autoridad —. No permitiré que te rías en mi cara como el imbécil de mi ex esposo lo hizo.— Yo no soy como él.— Claro que no… eres mucho peor — siseó —. No me tocarás ni un pelo, ni me amenazarás con nada. No me engañarás con otras mujeres para que se burlen de mí, ni…— Tengo necesidades de los cuales debes ocuparte — respondió el hombre —. No buscaré nada fuera de la casa, pero debes esperarme desnuda en nuestra cama.— Puedes pedirle ayuda a tu mano.Maximiliam se acercó a ella, intimidándola. No sabía qué diablos le estaba pasando a su mujer, pero estaba claro que había escuchado
Los tres meses desde el matrimonio de Brianna y Maximiliam habían sido un verdadero infierno disfrazado de calma. La frialdad de Maximiliam no hacía más que aumentar, convirtiéndolo en una sombra distante, impenetrable. Si alguna vez había sentido una conexión con ella, ahora no era más que un recuerdo borroso. Paula, quien había intentado interferir en sus vidas y lo había pagado caro cuando Maximiliam le mandó cortar la mano, no volvió a cruzarse en sus caminos. Su ausencia era un alivio, pero también una advertencia sobre lo que podía suceder si alguien se atrevía a desafiar a Maximiliam.Fidel, por su parte, no se daba por vencido. A pesar de haber sido testigo de lo que le sucedió a Paula, su mente seguía ocupada en una sola cosa: recuperar a su ex esposa. Liz, la mujer que compartía su vida, comenzaba a agotarlo. Él lo sabía, y ella lo percibía. Fidel ya no la miraba de la misma manera. Quizás fuera la distancia emocional, quizás fuera la comparación que siempre rondaba en su ca
Maximiliam levantó en brazos a su esposa con una firmeza casi brutal, pero sus movimientos eran controlados, como si temiera romperla. Brianna no emitió ningún sonido, demasiado agotada por la adrenalina y el dolor que aún punzaba en su pecho. Su cuerpo, aunque herido, seguía siendo un templo para él. La llevó hacia el coche sin permitir que nadie más la tocara. Cada paso que daba estaba impregnado de ira contenida, una furia que amenazaba con desbordarse. Cuando terminó de acomodarla cuidadosamente en el asiento trasero, se volvió hacia su asistente, sus ojos fríos como el hielo.— Cierra la cafetería — ordenó, su voz tan afilada como una cuchilla —. Cómprala si es necesario... Y quiero que encuentren a esa basura que intentó lastimar a mi esposa.El asistente asintió rápidamente, sin atrever siquiera a preguntar nada más. Desde hacía mucho tiempo, él había sido testigo de la devoción que Maximiliam sentía por Brianna. El amor que le profesaba era tan intenso que a menudo rozaba la ob
— ¡Maldita sea!El hospital estaba sumido en una calma inquietante. Las luces en la entrada principal parpadeaban tenuemente, y el sonido distante de las ambulancias y las conversaciones susurradas de los médicos apenas rompían el silencio. En la penumbra, oculto entre los vehículos estacionados, alguien observaba. Sus ojos, llenos de rencor, no se apartaban de la puerta principal. Lo había intentado, había estado tan cerca de destruir lo que más valoraba Maximilian... su esposa. Pero el destino, siempre irónico, había jugado en su contra. Maldecía una y otra vez, con las manos apretadas en puños, mientras su mirada se clavaba en la entrada del hospital.«La próxima vez no fallaré» pensó con una furia que le quemaba el pecho.«Nadie arruinará mi plan la próxima vez.»Sus palabras resonaban en su mente como una promesa oscura y peligrosa. Había estado observando, vigilando cada movimiento de Maximilian durante meses, y ahora, mientras lo veía salir por esa puerta con aquel aire de supe