5. Injusticias.

Salgo destruida de la oficina luego que Lara Clayton me hubo aclarado que el hecho de que el Jefe no le permitió echarme como un perro, no estoy salvada de nada. Eso solo me indica que es cuestión de tiempo para que esa mujer haga que me destituyan, pero que no se crea por ningún motivo que no pienso darle pelea porque si ella es la jefa, yo soy una empleada que conoce sus derechos y los va a hacer cumplir, así eso me lleve a un puto juicio.

Salgo del ascensor para salir del edificio y me encuentro con el jefe, arrugo el ceño ante lo perfecto que se ve con su traje oscuro y su cabello peinado, si hace menos de diez minutos lo vi salir de la oficina de la Hidra como si lo hubiese atropellado un camión de mercancías ¡ay estos millonarios son unos locos todos!

— ¡Buenas tardes Isobel! feliz viaje a casa - me paralizo al escuchar su voz suave y el tono cortés que utiliza para hablarme. Si que es una locura, parece una persona diferente.

— ¡Gracias! tenga una buena tarde usted también - es todo lo que logro decir ante la impresión.

Busco un taxi y me adentro en la ciudad, hundiéndome en la comodidad del asiento de cuero hasta que se detiene frente al pequeño edificio donde es mi hogar y al que deseo llegar para quitarme toda esta ropa que ya empieza a picarme en la piel. Pago y salgo del auto, subo a mi apartamento y veo algo que me asusta y me intriga a partes iguales, mi amiga Sasha se encuentra recostada a la puerta con las piernas encogidas, abrazadas y llevadas hasta el pecho, con unas enormes gafas negras y un pequeño maletín que supongo lleva dentro ropa. Me lleno de ira y no tengo idea de lo que le sucede, pero creo que la "cagada millonaria" tiene mucho que ver, sino toda la culpa.

— ¿Sasha, hermosa? - gime dolorida. Levanta la cara y veo como su boca se curva en una expresión de tristeza y la tomo de las axilas para levantarla, aunque es mas alta, pesa mucho menos — ¡Vamos, entremos! - abro la puerta y empujo su cuerpo dentro del apartamento para cerrar de inmediato, aunque sé que nadie va a subir sin que yo lo autorice.

No me atrevo a quitar las gafas de su cara ya que Brennan corre el riesgo de perder su hombría por un rodillazo en las bolas. Hiervo de rabia. La observo con una clara interrogante en los ojos y esperando que hable.

— ¡Él-él, mi madre dijo que yo tuve la culpa! - solloza y retengo la respiración para no salir corriendo a desmembrarlo como una loca asesina en serie — No debo provocarlo, según ella -  cierro los ojos porque lo de la retención del aire no está resultando.

— Voy a tener que hablar seriamente con tu madre ¡ese hijo de puta es un abusador! - abrazo su frágil cuerpo que se estremece por los sollozos y mi sangre fluye como lava ardiendo en mis venas.

— ¡No servirá de nada, no pierdas tu tiempo! - la aparto por los hombros para observar su cara y quito las gafas por fin.

Un dolor agudo atraviesa mi pecho como si me clavaran una espada, su ojo izquierdo se encuentra negro por el golpe que le propinó ese maldito carnicero y su nariz perfecta aún sangra, el cardenal en el pómulo me da solo una idea de como la golpeó, pero de lo que si estoy segura es de cómo lo golpearé yo en su puta nariz y en la entrepierna para que aprenda a respetar las mujeres y que sepa de una vez que Sasha no está sola en el mundo, así sea que la estúpida de la madre no la proteja y prefiera someterla a esto, por unos míseros dólares. La acerco de nuevo para abrazarla y acaricio su sedoso cabello en una muestra clara del cariño inmenso que le tengo.

— ¡Descuida cariño! sabes que puedo ser muy persuasiva cuando me lo propongo - digo convencida de que voy a insultar la vieja malnacida esa que tiene por madre.

— ¡Gracias y siento no haber avisado! - dice en un susurro.

— ¿Qué? ¡vamos, esta es tu casa! "donde yo viva es tu casa también" ¿recuerdas? - le recuerdo la promesa que nos hicimos de pequeñas. Ella solo asiente.

Coloco una bolsa con guisantes congelados en su ojo para desinflamar y aplico un ungüento para bajar la intensidad del moratón en su pómulo, ya no tengo tanta rabia por todo lo que hemos reído y platicado haciendo la pasta con carne de la cena y comiendo pan con vino tinto para celebrar que estamos juntas en nuestra casa. No le creo nada cuando dice que no va a volver con Frederick "pedazo de porquería", pero de que me doy el gusto de castrarlo me lo doy y de gritarle sus verdades en la cara a la loca de Eleanor Beller también.

— ¡Me encanta tu casa! ¿puedo quedarme unos días? - la miro con ternura, parece una niña. En realidad hay personas que nunca crecen.

— ¡Cielo, tu puedes quedarte el tiempo que desees! ya te dije que esta es tu casa - beso su frente — Y ahora, si me disculpas voy a darme una merecida ducha para sacar el cansancio y el trauma de mi primer día de trabajo - abre mucho los ojos.

— ¡Es cierto! con todo mi drama olvidé que hoy fue tu primer día de trabajo - salta sobre mi y grita dejándome totalmente sorda, sin embargo río alegre porque se siente feliz por mi.

Disfruto del agua caliente cayendo por mi cuerpo, y con ello todo el cansancio, la rabia e impotencia se desliza yéndose por el caño. Salgo envuelta en una toalla enorme - regalo de mi madre - para prestarle mi bata de baño a mi amiga-hermana y que pueda darse una ducha también, su cara se ve mucho mejor a pesar de que apenas le froté el ungüento. Luego del baño, con la pijama puesta y mi cuerpo adormecido nos metemos entre las mantas a dormir tranquilas y felices hasta mañana, para comenzar el día con buena cara.

**********

Despierto porque el aroma a café endulza, activa y emociona mis fosas nasales, me incorporo en la cama para estirar el cuerpo como un gatito cuando recuerdo que tengo una visita, salto de mi cómodo lecho y corro a la cocina. Encuentro a Sasha con unas bolsas en las manos y entrecierro los ojos de manera acusatoria ya que sospecho que salió del apartamento.

— ¡No me mires así Is, no fui a ninguna parte! - ladea la cabeza — ¿Conoces las entregas a domicilio? - sonrío negando con la cabeza.

— ¡Eres terrible! - deja las bolsas sobre la mesada y pone los brazos en jarras.

— Si voy a estar aquí, por lo menos deja que colabore con los alimentos - regaña dulcemente — Además, la mantequilla de maní y las mermeladas no combinan con los huevos revueltos - miro hacia abajo avergonzada... ¡Naaaahhh suelto la carcajada!

— Eso es porque no te das la oportunidad de probarlo - despliego mi sonrisa convincente.

— Cómetelos tu - dice con la nariz arrugada.

Observo la hora y son las seis y treinta, me voy a la ducha y en media hora estoy lista con mi uniforme completo, mi amiga queda impactada con el atuendo y lo bien que me queda. En esta ocasión llevo un pantalón que tiene la bota recta color negro y una blusa estilo camisa con mangas largas color nude sin chaqueta, pero no tengo idea de cómo usar la puta bufanda.

— Estoy lista para mis huevos con mantequilla de maní - digo sonriendo ante su embobada mirada.

— ¡Te ves genial! - aplaude saltando en la silla del comedor — Apuesto a que eres la más linda de tu trabajo - junta las manos para posarlas en su mejilla con la cabeza ladeada.

— ¡No, hay mas lindas cariño! pero mientras menos me vea, más a salvo estoy ¡Créeme! - hablo con sinceridad ante sus ojos azules que irradian amor y confusión.

Desayunamos entre risas y recuerdos vividos en todas las situaciones que hemos estado, pero como no todo es perfecto se me llega la hora de partir luego de una llamada que le hice a mi madre y otra a Will para que envíe a alguien para que vigile. Luego de arreglar todo lo concerniente a la seguridad de Sasha, me dirijo hacia mi trabajo con media hora de anticipación.

— ¡Buen día Cass! - saludo a la recepcionista y decido utilizar un diminutivo como lo hace ella.

— ¡Issy, bienvenida y que pases un excelente día! - sonríe y se ve hermosa.

— ¡Gracias linda, igual para ti! - camino hacia el ascensor y llamo para abordarlo.

Al entrar, marco mi piso y cuando las puertas se van cerrando una mano me asusta haciendo que salte hacia atrás quedando pegada a la pared del fondo del aparato. Cierro los ojos para que mi corazón detenga su loco ritmo a causa del sobresalto sufrido. Al abrirlos no solo me espanto sino que quedo perpleja con lo que veo: el mismísimo Jacques Hawkins embutido en un traje de tres piezas azul oscuro de Raya Diplomática y una preciosa corbata azul idéntica al tono de sus ojos con lo cual se ve de infarto ¡maldita sea! ¿por qué tiene que estar tan bueno? Además del aroma amaderado y picante de su perfume que marea y seduce a cualquiera que pase a su lado.

— ¡Isobel! - su voz suena sedosa, como si acariciara. Me percato de que lo estoy observando descaradamente y me repongo.

— ¡Jefe! - trago el nudo alojado en mi garganta — ¡Buenos días! - sonríe seductor, permanece en su lugar con las manos en los bolsillos del pantalón que le esculpieron los dioses para que le quede así de magnífico ¡Dios, que calor!

Me da un repaso descarado, admirando todas las curvas que se ven a través de mi atuendo, pero no me incomoda; muy por el contrario me siento extrañamente bella, ataviada, admirada; su sonrisa es lujuriosa y provocativa, se que quiere decirme algo, pero es interrumpido por el pitido del ascensor y la llegada a mi piso.

— ¡Parece que te salvó la campana preciosa Isobel! - indica mientras se aparta para dejarme salir hacia mi sitio de trabajo. Miro el reloj y faltan aún quince minutos para mi entrada, aprovecho para ir al baño y llenar mi rostro de maquillaje.

— ¡Isobel! - esta es la tercera vez que llama a gritos, salto de la silla y corro hacia la oficina — ¡Te dije que esto no era lo que quería! ¿eres sorda o retrasada? - muerdo mi lengua por tercera vez.

— ¡Lo siento, si puede explicarme por ultima vez! créame que se lo agradecería - sus ojos parecen un par de llamaradas y su pecho sube y baja desmesuradamente.

— ¡No tengo tiempo de estar enseñando a los aprendices tontos como tu! - grita como loca mientras mantengo la cabeza gacha — ¡Eres una idiota!

— Isobel, sal de la oficina por favor - giro y un frío recorre mi cuerpo. Los ojos de Jacques se ven tan helados como su tono de voz — ¿Escuchaste Isobel? - pregunta ladeando la cabeza y yo a lo único que atino es a asentir automáticamente y mis piernas obedecen a mi cerebro cuando les ordena moverse.

Voy al baño y no puedo resistir la presión. Lloro. Mi piel erizada a causa de la rabia se niega a calentarse y la sudoración en las manos hace que mi nerviosismo aumente por no saber lo que sucede ahí dentro, lo que espero es que no repercuta en mi puesto ya que no hice nada mal. Salgo igual de nerviosa y escucho un grito que es casi un gruñido animal. El Jefe sale de la oficina y se planta frente a mi escritorio mirándome.

— ¿En serio me someterás a esta humillación Hawkins? - pregunta con voz rota, niego y levanta una gran mano para acallar cualquier cosa que desee salir de mi boca.

— Esto lo hiciste tú misma, mi querida Lara y te aconsejo que lo hagas, a menos que desees ser echada como un perro de la empresa - abro los ojos como platos frente a la expresión que me escupió Lara en la cara el día de ayer — Te recuerdo que estás rodeada de cámaras y en cuanto a ti Isobel ¡Felicidades por tu comportamiento! pero nadie tiene el derecho de maltratar a las personas y menos a mis empleados ¿escuchaste Lara Clayton? ¡mis empleados! - no salgo del asombro: me parece increíble, los ojos que hace un momento parecían témpanos de hielo ahora se ven cálidos y rebosantes de amabilidad junto a una sonrisa cariñosa.

— ¡Lo siento, no debí maltratarte de ese modo! - las aletas de la nariz se abrían y cerraban como si fuese un toro.

— Descuide jefa, es de humanos errar – la mujer asiente complacida, pero algo me dice que esto no acaba aquí...

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