34. Secretos Dolorosos.

— ¡No es lo que piensas! – pongo los ojos en blanco.

— ¿En serio? Realmente pensé que tú, solo tú con tu arrogancia y la forma que tienes de hacerme sentir insegura de mí y segura de ti… no dirías esa mierda – giro para irme a la habitación en busca de mis zapatos.

— ¡Dios mío Isobel! ¿qué pensabas que diría frente a tu mirada acusatoria? ¡casi me señalaste como culpable! – casi me reí en su cara asustada, se que no mentirá.

— ¡Pero es tan cliché! ¿comprendes lo frustrante que es? – me observa como si fuese un corderito — ¡Ay por favor Jacques! – ruedo los ojos.

— ¿Qué? ¡Yo no he hecho nada Pequeña, tu sacaste conclusiones adelantada

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