42. Disputas.

Dejé a la Pequeña Bruja en su ático. Cada vez que recuerdo su rostro de molestia total, no sé si reírme o darme de cabezazos contra un muro ¡seré idiota! Lastimarla solo porque soy un petulante e impetuoso. La quiero viviendo conmigo pese a sus necesidades y es cierto, pero no puedo obligarla y mucho menos lastimarla de ese modo ¡Seeeh, que mierda! Aunque no me quejo de mi proceder, la compensé muy bien – sin sexo por supuesto – llevándola a almorzar y sobre todo declarándole mi interés hacia ella… espero que sienta igual porque de no ser así en realidad no tengo idea de que haría. Esto no lo había experimentado, así como el pánico que experimenté cuando se enfureció conmigo por mi bocota y mi forma de decir las cosas.

¡Soy un idiota, lo sé! Y al parecer ella también lo sabe.

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