31. Confesiones.

Salgo del baño envuelta en mi albornoz favorito de felpa con marcas de pisadas de mi animal favorito: el gato. Jacques ha salido a buscar desayuno después de haberme hecho pasar un rato extraordinario entre vergüenza, excitación y placer. Escucho ruidos fuera y me asomo a la puerta ¡ahí está! Perfecto y sonriente hablando por el teléfono colocado entre el hombro y el oído, se ve elegante, distinguido. Sus movimientos son tan gráciles que se ve irreal, no me di cuenta que había salido de la habitación hasta que estuve cerca. Su impresión fue momentánea, pero no pude reconocer si fue por mi presencia que no esperaba o porque la bata de baño le causó algo así como aversión. Lo noté en el instante que paseó su hermosa azul mirada por mi cuerpo. Y su comentario por supuesto.

— ¿Pero qué coño llevas puesto Isobel? – sus ojos se abrieron y yo rodé los míos. Regresó el odioso.

— ¡Vete a la mierda Hawkins! – me retiro de allí y corre a abrazarme y

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