Reencuentro


Estoy en un cuarto. Un reservado de Fantasysex. Un hombre me mira, yo no veo su rostro, la luz violeta me lo impide. Se acerca como una un lobo que asecha a su presa. Despacio. Cauteloso. Se mete entre mis piernas y posa su cálida boca en mi centro. Me arqueo de placer. El hombre succiona mi clítoris, tira de el con sus labios y le da toquesitos con la lengua, me lleva al borde del orgasmo, pero no me deja culminar. Mete un dedo y lo mueve mientras aprieta su lengua en mi clítoris. Estoy empapada y la ávida lengua de este extraño hace estragos en mi entrepierna. Para mi lamento, deja de jugar con mi vagina y me arropa con su cuerpo. Me besa el cuello, la mandíbula. Pero nunca en la boca, eso me desconcierta. Siento su pene en mi entrada y me muevo para invitarlo a entrar. Y lo hace, vaya que si lo hace. Me penetra con su grande y gruesa erección. Se empala a mí una... dos y veinte veces. Que no pueda ver su rostro lo hace más excitante aun. Sigue empujando dentro y fuera de mí, sus acometidas son fuertes, rápidas y certeras. Él extiende el placer hasta que llegamos al éxtasis. Se deja caer, me aplasta con su peso. Es un hombre fuerte, tiene su cuerpo definido, muy definido. Me muevo para verlo, pero un estruendoso ruido me sobresalta.

Estoy en mi habitación. Con la mano en mi vagina. He tenido un sueño húmedo.

¡Menudo depravada soy!

Ignoro lo sucedido. Ignoro el hecho de que mi cabeza piensa que el hombre desconocido es mi jefe. Me doy una ducha y me alistó para cuando Félix llegue. 

Me pongo ropa deportiva. Quiero estar cómoda para el viaje y el resto del día. Agarro mi maleta y cuando la muevo, cae un arma y una nota.

NOTA:

Tómala, es tuya, sé que sabes utilizarla y la necesitarás.

Analizó el arma y decido no llevarla, no puedo tenerla en el aeropuerto. Me inquieta no saber para qué la necesitaré, pero eso no es importante ahora. Ahora lo importante es saber si alguien estro a mi habitación, y si el sueño fue real. Ignoro mis pensamientos y me encamino a la puerta, Félix ya ha llegado.

Al abrir me sorprendo al encontrar a mi jefe, no lo esperaba. 

—¿Tú por aquí? Te recuerdo listillo, que hoy, no trabajo.

—Ya lo sé, vine a verla. ¿Va a Seattle? —Pregunta inmóvil en la puerta.

—Sí, y si no es muy descortés, tengo que marcharme.

—Vale, me iré, cuídese mucho —Antes de darse la vuelta, me da un abrazo y un beso en la mejilla. Estoy extrañada pero paso de ello.

Llego al auto de Félix, que inocente de mi resiente encuentro, me espera.

—Vi a tu jefe salir, ¿qué quería?

—Me escruta.

—Nada, solo quería preguntarme algo.

—Vale, tenemos que marcharnos. Quiero que sepas que apenas lleguemos a Seattle, las cosas van a estar confusas, vamos a revivir nuestro pasado y con ello, personas, ¿estas lista?

—Lista, ya es hora de tener un poco de coraje.

—!Esa es la Jane que conozco!

Sonrió, la verdad es que no estoy lista, estoy cagada de miedo ¡pero oye, cosas peores he hecho!

Cuando subimos al avión, prendo mi iPad. Reviso mi móvil, veo si hay algún correo, pero nada, está vacío. Sin nada interesante que hacer, reviso mi mochila y encuentro un sobre. Con miedo de que sea otra amenaza se la enseño a Félix.

—¿Qué es? —Pregunta.

—Una carta de los extraterrestres —me mofo—. Obviamente no lo sé.

—¿Crees que es una amenaza?

—Puede que sí. —evito contarle lo del arma.

Abro el sobre bajo la atenta mirada de Félix. Le hago un orificio y rasgo todo el papel. Dos papeles caen en mis piernas. Agarro uno y lo leo:

Señorita Stanley

Una fuente muy importante me ha informado que se volará a Seattle, y me comento que es un lugar difícil para usted. Pero sea lo que sea que ha pasado en ese lugar, no debe preocuparse, sus amigos sabrán cuidarla. Disfrute su estadía, pronto nos veremos.

Eric.

Me sonrojó, nunca me han dado estos detalles, no es mucho, pero se ha tomado la molestia de escribirlo y se le agradece. Una parte de mi frío corazón se descongela.

—Eric, ¿tu jefe ha escrito esto? 

—Sí.

—¿Tienen algo vosotros dos?

—No, claro que no. Se puede decir que somos algo así como amigos.

—Vale, luego me dirás.

Asiento. Abro el segundo y último sobre, es una especie de ticket, el texto pone:

Válido por una cena

¿Le parece, señorita Stanley, cenar esta noche?

—¡Qué romántico!

—Calla, gilipollas.

—Vale, pero, ¿cómo vas a cenar con él?

No tengo idea, pero sonrió igual. Con los pocos días que tengo trabajando con Eric, conozco el poder que tiene, seguro tiene algo planeado.

—¿Estás segura de que no te gusta? Sonríes como tonta.

—¡So asno! No digas eso.

—El primer síntoma de un enamoramiento es la negación.

—¿Puedes cerrar la boca? —Él se ríe y murmura.

—Vale.

Desembarcamos el avión y me apresuro a enviarle un correo a Eric.

De: Jane Stanley.

Para: Eric Hotsmann.

Fecha: Veintiocho de septiembre 8:59 am.

Asunto: cena.

Señor Hotsmann, ¿cómo piensa cenar? Le recuerdo que no estoy en Madrid.

Para mi sorpresa, la respuesta es inmediata.

De: Eric Hotsmann

Para: Jane Stanley

Asunto: Re: cena

Fecha: Veintiocho de septiembre. 9:00 am.

Estaré en su hotel a las 8, no se tarde.

¡Qué loco esta! No me dice nada, pero voy a obedecer, el día de hoy será agotador y necesitaré un descanso.

Cuando llegamos al centro psiquiátrico, Jessica se encuentra mirando un cuerpo que yace en la cama. 

Renata está descansando. En su regazo tiene una libreta que identifico de inmediato; es su diario, ese que tantas concesiones contiene.

—Es su diario. —Anuncio a mis compañeros que miran la perturbadora imagen de Renata. Asienten.

Su pelo enmarañado y disparejo, a causa de mal corte de cabello. Su rostro está pálido como el de un cadáver. No tiene un lugar sin magulladuras, esta mutilada por donde se mirase. Sus labios, esos carnosos labios que tanto admiraba; ahora están blancos, resecos y con rastros de sangre por deshidratación. Sus muñecas están vendadas. Una línea de maltrato se alcanza a ver en su cuello. Su imagen es muy perturbadora. Pero lo más impactante son las múltiples ataduras que tiene. En su cabeza una muy delgada ubicada en la parte de la frente, sus brazos están esposados a la cama, sus pies igualmente, en su dorso y cintura tiene tres.

Tengo tantas preguntas, ¿tan grave es los que paso? ¿qué la llevo a esto? Todo era un enigma, solo ella poseía las respuestas y yo las obtendría.

Nos mantuvimos en silencio. Sabíamos que teníamos que anunciar nuestra llegada. Sabíamos que debíamos sacarla de aquí. Pero parece que la palabra "sabíamos" perdía su significado en este momento. 

El primero en moverse fue Félix. Desata su cabeza, seguidos sus pies y manos. Jessica lo hace con las restantes. Yo solo atino a agarrar el diario. Lo guardo en la pequeña mochila que llevo. Llámenme cotilla, pero este diario también contiene información de Simón.

—¡No, por favor! —solloza Renata en el sueño. Está teniendo una pesadilla o recordando algún trauma. Abre los ojos y nos observa, mira sus manos vendadas y llora aún más. Me parte el corazón verla tan vulnerable.

—Renata, cariño, no me llores -La abraza Félix en un intento desesperado por tranquilizarla.

—Están aquí —Susurra Renata.

—Estamos aquí, contigo. No pensamos irnos sin ti —Jessica se une al abrazo. Yo aguardo en un segundo plano, angustiada e incómoda. 

No quiero incomodarla con mi presencia. Nuestra relación no quedó tan bien la última vez que nos vimos.

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