Mi último día
Con este dicho doy la vuelta y me sumergió en las calles de México. La ciudad es preciosa, pero no tengo tiempo ni el ánimo para apreciarla. Tomo un taxi que me lleva al aeropuerto internacional de la ciudad de México. Compro un boleto para el vuelo más cercano que sale a Madrid. Compro un sándwich en la cafetería y espero sentada. Le doy vueltas al teléfono que Félix me dio. Está apagado, pero sé que Félix está tranquilo, mi pulso esta normal y no hay rastro de sangre. Observo la cicatriz, tan pequeña como un grano de arroz; ahí está el chic que complementa el móvil. Félix me lo puso mientras dormía. Nos llaman el vuelo en el que estoy y pasamos una sala de embarque, donde no esperamos mucho para montar el avión. Estoy en la parte del ala, justo en la ventana. Me tomo las medicinas.
Simón me saca por la puerta trasera donde un auto polarizado nos espera. Me sube en la parte trasera junto a él. Sin importarle quien nos vea, empieza a quitarme la ropa y besarme. Intento quitarlo, pero me sujeta los brazos por encima de la cabeza.—Tus amigos siguen en el bar —Me recuerda. En pocas palabras quiere decir que puede matarlos.Me desabrocha el sostén y mis turgentes pechos quedan libres ante él. Con avidez, se los lleva a la boca. Primero uno y después otro. Me endurece los pezones con su lengua y sus dedos. Me da un azote. Pica. Toma mis pechos. Los mordisquea y los succiona mientras yo solo me dejo. Recuerdo la sonrisa de Jessica. Esa chica que una vez conocí en la calle cerrada y que se convirtió en una hermana.Siento sus dedos hurgar por debajo de mis bragas, buscando calentarme.—Levántate —me ordena.Le hago caso y veo que él se escurre y se acuesta en el asien
Estoy en una habitación. Una chica esta a mi derecha hablando con mi hermana Judith. Ambas me miran y murmuran entre ellas, no las escucho, mis oídos parecen estar tapados. Intento acercarme a ellas, pero una mano me detiene. Es Giselle, pero su cara es diferente, más joven que la de la última vez.—Jane… Jane —Susurra tocando mi rostro. Se lo permito, su contacto me agrada, es cálido—, fue ella, ella lo hizo.—¿Quién? —le Pregunto confusa.—…(Actualidad)Un agudo ruido me hace dar un salto en la cama. Fue una pesadilla, sólo eso. Grito de impotencia. Hace cinco años el mismo sueño se repite una y otra vez. He soñado tanto con Giselle, la chica por la cuál me acusaron de asesinato que recuerdo su rostro, todas sus impresiones.Me levantó y me dirijo al cuarto de baño. Antes, miro la fecha y quedo petrificada. Hoy es mi primer día de trabajo en una cafetería y solo faltan 20 minutos para que empiece mi turno. Me meto a la ducha,
A las 7.00 de la mañana llego a Zigler, me quedo un poco sorprendida e impresionada con la inmensidad del lugar. Pensé que seria como una vinatera o al menos, un edificio de máximo unas cinco plantas, pero esto no tiene nada que ver. Este es un edificio de unos 28 pisos, más o menos.En la entrada me presento como la chica que viene a la entrevista, el guardia me da un carne de visitante y me indica el piso al que debo acudir.Llego al piso que me indican, pero no hay nadie, todos los puestos de trabajo están solos. Camino unos pasos y me siento, exasperada sobre uno de los escritorios. Resignada, me quito la identificación. ¿Qué voy a hacer? No tengo ni la más remota idea. Ya perdi anterior trabajo. En mitad de esta acuciante reflexión vital, oigo pasos al otro lado de la sala. Alzo la mirada y observo a dos hombres que caminan desde el pasillo del fondo. Están hablando. Uno de ellos debe de rondar los treinta. Es rubio y tiene unos preciosos ojos verdes.
Al llegar a mi casa hay una sobre bajo la puerta. No quiero abrirlo, sé que corro peligro. Pero pasados unos minutos mi lado cotilla gana y decido abrir el sobre, quedo estupefacta al leer lo que pone:Mi querida y adorada Jane. Hace tiempo que no te veía y déjame decirte que la madures te sienta demaravilla. Disfruta de tu felicidad mientras te dure, ya regrese y quiero verte sufrir otra vez. Tu querida madre con la edad que tiene esta muy bien. Sé lo que estás pensando, pero tranquila, no es a ella a la que quiero ver sufrir. Cuídate… o no. Nos vemos más pronto de lo que crees.Simón.Pensar en que mi madre corre peligro me pone mal. Nunca he querido que mi familia se vea afectado por esto. Desde que me acusaron de la muerte de Giselle no he hablado con nadie de mi familia excepto mi madre, que ahora vive conmigo. Con la carta en la mano, pinso que hacer, llamar a la policía no es una de ellas, correría un
Me calmó un poco con la música que se escucha en la feria de verano. Llamo a Félix, ya quiero celebrar mi victoria como se debe. Espero y espero, hasta que al tercer timbrado descuelga:—Jane. —responde agitado, como si hubiese corrido una maratón.—Ya terminé la cena, ¿puedes venir a por mí? —oigo gemidos del otro lado de la línea y la voz de Jessica llamándolo. Miro la pantalla del móvil, sorprendida.—¡Jolines, que daña polvos eres! —Me reprocha. Me entristece jorobarle su noche salvaje, pero quiero celebrar.—Estabas follando —Concluyo con una sonrisa. Félix es así de desacarado—. Podéis terminar y después venir a por mí.—No te preocupes, puedo continuar la fiesta después. En diez minutos estoy contigo.Antes de colgar, escucho como le avisa a Jessica y esta protesta.Cuando cuelga el teléfono miro a la calle. Está sola pese a que ya se acercan las vacaciones de verano. Me siento en una b
Un estruendoso ruido en la cocina me despierta agitada. Me levanto para investigar el origen y me encuentro a Jessica y Félix follando en la encimera. Doy un soltó ¡vaya pillada! Quiero dejar de mirar, pero mi lado morboso me obliga a hacerlo.Félix tiene a Jessica agarrada de la cintura y la empala hasta el fondo, Jessica grita y se retuerce. ¡Qué morbo! Sigo mirándolos hasta que un grueso gruñido me hace saber que Félix ha llegado al clímax y tras un fuerte empellón, lo hace Jessica. Calman sus respiraciones. Félix sale de Jessica, recién me doy cuenta de que Félix no lleva preservativo, ha eyaculado dentro de Jessica. Estoy asustada por ella ¿no sabe que puede quedar embarazada? Decido dar por terminado el porno en vivo y subo a mi habitación, hoy tengo que ir a la casa de mi jefe y el día será agotador.Me pongo un vestido ajustado, sin mangas color crema y unos tacones blancos, algo rápido y sencillo, no llevo joyas, pues todo m
Estoy en un cuarto. Un reservado de Fantasysex. Un hombre me mira, yo no veo su rostro, la luz violeta me lo impide. Se acerca como una un lobo que asecha a su presa. Despacio. Cauteloso. Se mete entre mis piernas y posa su cálida boca en mi centro. Me arqueo de placer. El hombre succiona mi clítoris, tira de el con sus labios y le da toquesitos con la lengua, me lleva al borde del orgasmo, pero no me deja culminar. Mete un dedo y lo mueve mientras aprieta su lengua en mi clítoris. Estoy empapada y la ávida lengua de este extraño hace estragos en mi entrepierna. Para mi lamento, deja de jugar con mi vagina y me arropa con su cuerpo. Me besa el cuello, la mandíbula. Pero nunca en la boca, eso me desconcierta. Siento su pene en mi entrada y me muevo para invitarlo a entrar. Y lo hace, vaya que si lo hace. Me penetra con su grande y gruesa erección. Se empala a mí una... dos y veinte veces. Que no pueda ver su rostro lo hace más excitante aun. Sigue empuja
(05 de abril, 2016)Nos han citado a todos a la estación de policía; tenemos un interrogatorio con el polígrafo. Dos largos meses han pasado desde la muerte de Giselle. Dos meses de sufrimiento. Dos meses perdida en el sexo y el alcohol.Todos esperan que me culpen a mí, tienen la misma sospecha que la detective encargada del caso. Pero yo estoy segura de mi inocencia. El polígrafo sería testigo de ello.Félix, Jessica, Renata, Melanie e Isabelle. Uno por uno van pasando, solo falta Simón y yo.La máquina monitoriza la respiración, el ritmo cardíaco y el sudor. Un parche en el estómago, uno en el antebrazo y otros en los dedos. Decir que no estoy nerviosa es una mentira. Los nervios me carcomen pero estoy feliz. Ahora todos podríamos vivir nuestras vidas normales. El culpable pagaría por su delito y la muerte de Giselle no quedaría inmune. Al final todos obtendríamos lo que creemo