Cuando salgo de la impresión, levanto la vista y veo a Alec encima de mí con los ojos cerrados. Me asusto. Lo echo a un lado con ayuda de los demás. La sangre no es mía, es de Alec. El tipo que choco anteriormente con el muro le disparo. Como si leyese mi mente, Eric saca el arma y le dispara varias veces.
Junto a Jonathan y Félix asisto a Alec, que tirado en el suelo se retuerce.
—Quieto, estarás bien. —le digo desesperada.
Abro su camisa. La bala le dio en el costado del estómago. Miro a Renata en busca de ayuda: ella es doctora.
—Tenemos que sacarlo de aquí. —Dice. Hace presión en la herida para parar la hemorragia.
Los chicos lo agarran con cuidado de no lastimarlo más y lo suben a uno de los coches. Yo subo primero y me acomodo de modo que la cabeza de Alec repose en mis piernas.
—¿A dónde vamos? —pregunta Orson al volante.
—No podemos ir a un hospital, sería s
Tengo un fuerte dolor de cabeza. Intento mover el brazo derecho, pero este no me responde. Agitado abro los ojos y lo primero que veo son los ojos color esmeralda de Eric. Me sonríe y me quita el cabello de la frente. Desorientada miro a mi lado, veo a Alec, con una transfusión de sangre en proceso. Pequeños fragmentos de lo que paso hace unas horas llegab a mi mente.—¿Él está bien? —le pregunto a Eric.Me noto la boca seca y el cuerpo débil, a dolorido; como si me hubiesen pasado un camión por encima.—Está bien. Renata dice que en unas horas despertara. —Me acerca un vaso a la boca—. Bebe.Le hago caso. Una sustancia espesa y dulzona se desliza por mi garganta. Agradezco el frescor. La bebo toda y me asiento en la cama. Eric con cuidado de no lastimarme el brazo vendado, me acomoda la almohada.—&ique
A la mañana siguiente estoy molida. El brazo me duele horrores y tengo náuseas. Refunfuñando me levanto y me ducho. Tengo compromisos que no puedo posponer. En una mochila empaco un par de prendas. Me visto con algo que tape mi inflamado brazo.Al entrar a la cocina veo a Alec apoyado en la encimera doblado de dolor, se presiona la herida. Rápidamente dejo la mochila en el suelo y voy a ayudarle.—¿Qué haces? —preguntó angustiada.—Tenía sed —Indica. Mira mi mochila y cuestiona —: vas con mi padre, ¿no es cierto?—Tengo que hacerlo, lo prometí. —Destaco.—Ya sé que no puedo meterme en vuestros asuntos, pero necesito que me prometas algo.—Lo que sea —respondo sin dudar.—Jane, las personas que estarán mañana con ustedes son muy peligrosas. Los hombres de mi padre no podrán pasar más allá de la puerta de principal. Tú y mi padre estarán solos en territorio ajeno —Toma mis manos—. Prométeme que traerás a mi pad
Como era de esperar, viajamos en un avión privado. Antes de subirme me aseguro de tener todas mis medicinas en orden en caso de necesitarla. Marcelo me mira más de lo común, pero no dice nada, respeta mi silencio. Dough, uno de sus guardaespaldas, se me acerca un par de veces e intenta hablar, sin hacerle caso, dejo que hable. Es lo mejor. Reflexiono mi vida, desde que vine a Madrid hasta la fecha, no me han pasado muchas cosas buenas, en realidad, ninguna.Unos meses antes de cumplir diecinueve, Simón me secuestra. Así que, los cumplí encerrada. Como regalo obtuve una follada con tres tipos, excelente regalo, ¿verdad? Antes de cumplir veinte estuve con hombres que no recuerdo ni sus caras. Cuando cumplí veinte me escape. Fui a la casa de Marcelo, a llevar a Valentina, quien en ese momento era una de las chicas secuestradas y que me pidió el favor de llevarla con su familia, lo hice. Alec fue el prim
—¿Todo listo? —pregunta Dough antes de llegar a la mansión de los Ramírez, donde nos reuniremos para tratar, por lo que entendí, sobre un puesto en la mafia y esas gilipolleces de mafiosos.—Listo.Me siento como un tamal, cubierta de armas, micrófonos y el chaleco antibalas. La situación desde mi punto de vista es fácil. Entramos, hablamos y si se presenta algún inconveniente Marcelo y yo podremos defendernos o al menos, hacer tiempo. Para ellos, es meterse en la boca del lobo. No entiendo su temor, razones tendrán.—Diosa, sé que no te gusta obedecer, pero por favor, hazlo hoy. —me pide Marcelo antes de bajar del coche.—Haré el intento —no prometo nada concreto, es una promesa que con seguridad romperé.Pasamos los grandes muros que separan la propiedad con el exterior
Mi último díaCon este dicho doy la vuelta y me sumergió en las calles de México. La ciudad es preciosa, pero no tengo tiempo ni el ánimo para apreciarla. Tomo un taxi que me lleva al aeropuerto internacional de la ciudad de México. Compro un boleto para el vuelo más cercano que sale a Madrid. Compro un sándwich en la cafetería y espero sentada. Le doy vueltas al teléfono que Félix me dio. Está apagado, pero sé que Félix está tranquilo, mi pulso esta normal y no hay rastro de sangre. Observo la cicatriz, tan pequeña como un grano de arroz; ahí está el chic que complementa el móvil. Félix me lo puso mientras dormía. Nos llaman el vuelo en el que estoy y pasamos una sala de embarque, donde no esperamos mucho para montar el avión. Estoy en la parte del ala, justo en la ventana. Me tomo las medicinas.
Simón me saca por la puerta trasera donde un auto polarizado nos espera. Me sube en la parte trasera junto a él. Sin importarle quien nos vea, empieza a quitarme la ropa y besarme. Intento quitarlo, pero me sujeta los brazos por encima de la cabeza.—Tus amigos siguen en el bar —Me recuerda. En pocas palabras quiere decir que puede matarlos.Me desabrocha el sostén y mis turgentes pechos quedan libres ante él. Con avidez, se los lleva a la boca. Primero uno y después otro. Me endurece los pezones con su lengua y sus dedos. Me da un azote. Pica. Toma mis pechos. Los mordisquea y los succiona mientras yo solo me dejo. Recuerdo la sonrisa de Jessica. Esa chica que una vez conocí en la calle cerrada y que se convirtió en una hermana.Siento sus dedos hurgar por debajo de mis bragas, buscando calentarme.—Levántate —me ordena.Le hago caso y veo que él se escurre y se acuesta en el asien
Estoy en una habitación. Una chica esta a mi derecha hablando con mi hermana Judith. Ambas me miran y murmuran entre ellas, no las escucho, mis oídos parecen estar tapados. Intento acercarme a ellas, pero una mano me detiene. Es Giselle, pero su cara es diferente, más joven que la de la última vez.—Jane… Jane —Susurra tocando mi rostro. Se lo permito, su contacto me agrada, es cálido—, fue ella, ella lo hizo.—¿Quién? —le Pregunto confusa.—…(Actualidad)Un agudo ruido me hace dar un salto en la cama. Fue una pesadilla, sólo eso. Grito de impotencia. Hace cinco años el mismo sueño se repite una y otra vez. He soñado tanto con Giselle, la chica por la cuál me acusaron de asesinato que recuerdo su rostro, todas sus impresiones.Me levantó y me dirijo al cuarto de baño. Antes, miro la fecha y quedo petrificada. Hoy es mi primer día de trabajo en una cafetería y solo faltan 20 minutos para que empiece mi turno. Me meto a la ducha,
A las 7.00 de la mañana llego a Zigler, me quedo un poco sorprendida e impresionada con la inmensidad del lugar. Pensé que seria como una vinatera o al menos, un edificio de máximo unas cinco plantas, pero esto no tiene nada que ver. Este es un edificio de unos 28 pisos, más o menos.En la entrada me presento como la chica que viene a la entrevista, el guardia me da un carne de visitante y me indica el piso al que debo acudir.Llego al piso que me indican, pero no hay nadie, todos los puestos de trabajo están solos. Camino unos pasos y me siento, exasperada sobre uno de los escritorios. Resignada, me quito la identificación. ¿Qué voy a hacer? No tengo ni la más remota idea. Ya perdi anterior trabajo. En mitad de esta acuciante reflexión vital, oigo pasos al otro lado de la sala. Alzo la mirada y observo a dos hombres que caminan desde el pasillo del fondo. Están hablando. Uno de ellos debe de rondar los treinta. Es rubio y tiene unos preciosos ojos verdes.