Cecil llamó a la puerta de su oficina pasadas las 11 de la mañana. -Pasa – Kathryn todavía estaba ocupada terminando de leer unos contratos, en una hora tenía una junta con algunos miembros de la Cámara de Comercio y no quería dejar nada pendiente. Planeaba tomarse la tarde. -Dejaron este sobre para usted, es del Padre William Antón – ¿Un sobre? Que extraño, ¿Por qué William le enviaría un sobre? ¿Acaso era una carta romántica? Sabía que podía ser tierno, pero esto era ridículo. -Gracias, Cecil – Esperó a que Cecil saliera para abrirlo, pero cuando vio el contenido el corazón se le aceleró. Fotos de William con una mujer, tocándose, besándose, su cara entre sus senos, ella semi desnuda. ¿Esto es un chiste? Su primera reacción fue de aprensión, repasaba cada fotografía una y otra vez mirando todos los detalles. La cara que él tenía con la cabeza tirada hacia atrás y los ojos cerrados. Después le dieron unas ganas inmensas de llorar, algo le dolió muy adentro del pecho, la invadió
William fue directo al departamento donde Bárbara se había estado hospedando, estaba furioso con ella y más consigo mismo. Forzó la cerradura y se metió, no había nadie; revolvió todo tratando de encontrar un indicio de donde se estaba escondiendo y no encontró nada. Un agente bien entrenado “limpia” muy bien el lugar donde estuvo antes de marcharse, no debe quedar ninguna evidencia de que en algún momento estuvo allí. Cuando se convenció de que todo era inútil se sentó en una de las sillas de la cocina sosteniendo su cabeza entre las manos. ¿Cómo pudo ser tan estúpido? Jamás hubiese previsto que Bárbara sería capaz de una cosa así; no comprendía porque lo había hecho. Pero en realidad estaba más frustrado con él mismo, solo recordaba la mirada vacía que Kathryn le había dado mientras discutían y no podía creerlo. En un momento de descuido tiró todo por la borda, ni siquiera en sus operaciones había sido tan negligente; cuando su vida o la de sus colegas dependían de sus actos jamás
Al cabo de una semana ya había regresado a la normalidad, nunca se caía por demasiado tiempo, era un lujo que no podía darse si quería permanecer al ritmo de siempre. Aun así, su comportamiento mostraba algo diferente casi imperceptible para cualquiera, pero no para quienes la conocían bien. El primero en notarlo fue Paul y sin embargo no pudo precisar que era. La observaba a diario y hasta su cadencia al caminar era otra, las expresiones de su rostro también: estaban más rígidas, mas duras. El brillo se sus ojos parecían haber menguado. Tenía lapsos en los se quedaba pensativa y cuando le preguntaba que sucedía respondía siempre lo mismo: “nada, estoy bien”. Kathryn estaba triste y muy a pesar de que disimulara para todos, hasta para ella misma, lo transmitía en su aura; ni siquiera durante las horas de trabajo que era cuando más sumergida estaba podía mantener la concentración. Pero seguía adelante sin detenerse convenciéndose con el correr de los días de que en algún momento todo
No pasó demasiado tiempo hasta que Peter volvió a dar señales de vida, se le estaba agotando el dinero. Las cuentas offshore que tenía en el extranjero estaban intervenidas y vigiladas por lo que no podía disponer de ellas. Todos sus movimientos financieros estaban bajo la lupa, en cuanto diera un paso saltarían todas las alarmas y podrían rastrearlo. La única persona que podía y quería ayudarlo era su madre, pero a Rebecca también la monitoreaban; estaba en un callejón sin salida. Pero lo que tenía en mente no iba a ayudarlo, al contrario. Esa mañana Paul salió de la casa de Cecil como usualmente lo hacía: a las 5 de la mañana, necesitaba volver a su departamento, cambiarse y hacerle la llamada de rigor a Kathryn para llegar a tiempo a la oficina. El edificio donde vivía Cecil tenía una pequeña calle muerta que daba a uno de sus costados, que era donde él solía dejar su coche. Cuando dobló para encarar esa calle se encontró con dos tipos parados cerca de su auto, se detuvo a mirarlo
- ¡Por Dios, Paul! ¿Qué hice? -- No hiciste nada, Kathryn, cálmate -- Peter está muerto -- Pero no está muerto por tu culpa. Los dos sabemos que tarde o temprano iban a saltar todos sus delitos. Estaba involucrado con gente muy peligrosa, era cuestión de tiempo -- ¡¿Qué dices Paul?! -- Lo que digo, Kathryn es que había gente buscándolo hace rato – Tenía que buscar la forma de calmarla y que entrara en razón o iba a cargarse la muerte de Peter por siempre.- ¿Cómo sabes eso? -- Hace unos días recibí un llamado de la policía. Me dijeron que Peter estaba asociado a un delincuente muy peligroso, que al parecer lo estaban buscando. Fue mera coincidencia que el dossier saliera a la luz, ellos ya venían por él – Le mintió, no podía decirle nada de lo que en verdad había sucedido.- Debiste habérmelo dicho, Paul. ¿Cómo te guardaste eso? -- No quería preocuparte más, Kathryn. Bastante tenías con toda la prensa encima y los oficiales yendo y viniendo de esta oficina. Hasta tu habitual en
Paul había insistido tanto con la idea que a Kathryn no le quedó otra que aceptar a regañadientes. Le parecía una falta de respeto arbitraria y un insulto, pero el Padre Michael le aseguró que eso no era así, que era una muy bonita idea y que seguramente encontraría algo de paz. -Kath, es una manera de que puedas buscar en tu corazón y encontrar el perdón. Todos somos sus hijos y a pesar de los pecados, Él nos recibirá con los brazos abiertos – -Padre, ese hombre jamás se arrepintió de nada de lo que hizo, nunca tuvo consideración por nadie – -Lo sé, hija, pero al menos podrá marcharse dentro de la gracia divina – Una misa conmemorativa para Peter Withehouse. Fue una discusión cerrada entre Kathryn y Paul durante varios días, a pesar de que Rebecca se ocupó rápidamente de darle sepultura apenas salió de la morgue y de hacerlo en la más absoluta discreción; la prensa no se cansaba nunca. Pero en realidad lo que Paul buscaba era aplacar la imagen de Kathy ante los medios, no quería
Kathryn pasó las puertas del hotel y se dirigió derecho a la recepción.- ¿Kathryn? – Era la voz de una mujer, la de Evelyn Holland. Se fastidió un poco.-Hola Evelyn ¿Cómo estás? –-Bien, bien… Es raro verte por aquí, Kathryn –- ¿Lo es? Bueno, es verdad que no suelo frecuentar estos lugares a menos que sea una gala –-Mmmmm… ¿Será que hay algún hombre involucrado? – Le dijo en tono cómplice y burlón.Justo lo que Kathryn necesitaba, la chismosa más grande de la ciudad en el mismo lobby que ella.- ¡Claro que no! – Se río – Tengo entendido que este lugar tiene un servicio de spa envidiable –- ¡Oh! Si, de los mejores de la ciudad… Te recomiendo que pidas por Pedro si lo que quieres es un buen masaje… - Y le guiñó el ojo.Así que esa era la clase de spa al que era tan asidua Evelyn; ahora entendía su entusiasmo esa noche que recaudaron fondos para el edificio de la parroquia.-Lo tendré en cuenta, gracias… ¿Te quedarás esta noche? --No, no, voy de salida –-Bien, entonces, te veo lue
Kathryn se durmió primero, había quedado agotada después del tercer round y William no sabía cómo iba a recuperarse. Kath se encargó de provocarlo una y otra vez hasta la madrugada. El efecto que tenía sobre él era avasallante; jamás había tenido una mujer como ella y en el sosiego de la satisfacción se dijo a sí mismo que definitivamente no la perdería otra vez. Se había convertido en su mundo. A las 9:30 de la mañana alguien golpeó la puerta un poco más fuerte de lo normal. Ambos se despertaron sobresaltados y confundidos. - ¡Kathryn! ¡Kathryn! – ¡Era Paul, por todos los cielos! -Tu amigo el GPS humano – Le dijo William con fastidio. Kath se levantó de la cama ¿Cómo era que Paul la había encontrado? ¿Qué hacía en la puerta de la habitación? Tomó su teléfono y se dio cuenta de la hora que era y de las llamadas perdidas. - ¡Espérame en el lobby! ¡Aún me estoy bañando! – Hubo un minuto de silencio en el que solo se miraron entre ellos expectantes. - ¿Paul? – - Si, bien… Te esper