La luna brillaba en lo alto, proyectando su luz plateada sobre el bosque. La noche era tranquila, pero en el aire había una tensión palpable. Kadisha se encontraba en su habitación, aún despierta, dando vueltas a los acontecimientos del día. La aparición de Julius había encendido un fuego en su interior; no solo estaba dispuesta a defender a su manada, sino que ahora había una chispa de desafío que la impulsaba hacia adelante. Murdock había salido para reunir a la manada, y ella había decidido que era el momento de profundizar en su conexión con su lado lobo. Desde la muerte de su abuela, Candise, Kadisha había sentido que algo en su interior estaba latente, esperando ser despertado. Había pasado mucho tiempo sintiéndose como una extraña en un mundo que no comprendía del todo, y era hora de que esa sensación se convirtiera en poder. Se levantó de la cama, decidida a encontrar un lugar en el bosque donde pudiera conectarse con su verdadera naturaleza. Se vistió con un vestido ligero,
La mañana siguiente llegó con un sol radiante que se filtraba entre las hojas de los árboles. Kadisha se despertó en su cama, sintiendo el eco de la batalla de la noche anterior resonando en su mente. Había sido una experiencia intensa, pero también liberadora. El sabor de la victoria seguía fresco en sus labios, y aunque había un aire de calma en la casa, sabía que los ecos de la lucha aún reverberaban en su interior. Al levantarse, notó que Murdock aún dormía a su lado, su rostro sereno y relajado. Sonrió al verlo, recordando cómo había luchado a su lado, cómo habían enfrentado juntos el desafío. Había una fuerza en su unión que nunca había sentido antes, y era algo que estaba dispuesta a explorar. Kadisha se levantó con cuidado, intentando no despertar a Murdock. Se vistió con ropa cómoda y salió al patio, sintiendo el aire fresco de la mañana en su piel. El aroma de la tierra húmeda y el canto de los pájaros creaban una atmósfera de paz. Se sentó en los escalones, permitiendo qu
El amanecer se deslizó suavemente sobre el territorio de la manada, bañando todo en una luz dorada que prometía un nuevo día lleno de posibilidades. Kadisha se despertó antes que el sol, sintiendo la necesidad de prepararse mental y emocionalmente para lo que estaba por venir. Las conversaciones de la noche anterior resonaban en su mente, llenas de determinación y un profundo sentido de unidad. Se levantó de la cama, sintiendo el suave roce de las sábanas en su piel. A su lado, Murdock dormía profundamente, su rostro tranquilo reflejando un sueño reparador. Kadisha sonrió, recordando la conexión que habían compartido en el claro del arroyo el día anterior. Había una fortaleza en su vínculo que la llenaba de confianza. Decidida a no interrumpir su descanso, Kadisha se vistió rápidamente con un atuendo ligero y cómodo. La mañana estaba fresca, y la brisa acariciaba su piel mientras salía al exterior. El aire estaba impregnado del aroma de la tierra húmeda, un recordatorio de la vida q
La mañana siguiente llegó con un aire tenso, y Kadisha sintió que la energía del campamento había cambiado. Las palabras de Julius resonaban en su mente: “No debemos bajar la guardia.” Cada mirada era seria, cada conversación, susurrada. Al salir de la tienda, Kadisha notó que varios miembros de la manada estaban reunidos, discutiendo en voz baja. Se acercó, preocupada por lo que podría estar sucediendo. —¿Qué pasa? —preguntó, buscando la mirada de Murdock. —Hemos recibido noticias de que la manada de Elias está en movimiento —respondió Murdock, su rostro grave—. Se han visto en los límites de nuestro territorio. Kadisha sintió que el estómago se le encogía. —¿Qué deberíamos hacer? —Debemos estar preparados —dijo Julius, uniéndose al grupo—. No podemos permitir que nos sorprendan. Kadisha asintió, sintiendo una determinación renovada. Sabía que la manada tenía que unirse más que nunca. —Propongo que establezcamos un perímetro de vigilancia —sugirió ella, su voz firme. —Así podr
A medida que la noche avanzaba, Kadisha se sintió reflexiva. Las celebraciones se extendieron por el campamento, pero ella sabía que el verdadero trabajo apenas comenzaba. La victoria no era solo un logro, sino una responsabilidad. Se separó del grupo que tanto estaba aprovechando la creciente oscuridad de la noche, con el fin de buscar un lugar tranquilo en el que dejar libres sus pensamientos por un rato, puesto que deseaba poner en orden su cabeza. El lago escondido estaba cerca, y sabía que necesitaba un momento para sí misma. Al llegar, se sentó en la orilla, sintiendo la frescura del agua que reflejaba las estrellas. Siempre le traía paz y buenos recuerdos ese rincón de agua, pacífica y solitaria. No había nada mejor, para dejarse llevar que el ligero y alegre fluir del agua así como el suave mecer de su superficie con el silencioso agitar del viento. Si la paz tenía una imagen asociada, sin duda, era esa. —¿Por qué no puedo dejar de pensar en lo que viene? —susurró para sí mi
La luz del amanecer se filtraba a través de los árboles, llenando el campamento de un resplandor dorado. Kadisha se despertó con el canto de los pájaros, sintiendo una extraña mezcla de calma y ansiedad en el aire. Los acontecimientos recientes aún la perseguían, pero sabía que la vida continuaba, y debían prepararse para lo que viniera. Mientras se vestía, recordó la batalla con la manada de Elias. Aunque habían salido victoriosos, las cicatrices de la lucha aún estaban frescas. Kadisha se sintió agradecida por la fortaleza de su manada, pero la sensación de que los peligros no habían desaparecido persistía en su mente. —Debo hablar con Murdock —pensó, sintiendo que su conexión con él se había fortalecido aún más a través de las dificultades. Sabía que juntos podían enfrentar cualquier desafío. Al salir de la tienda, se encontró con Murdock, quien estaba de pie frente a la fogata, contemplando las llamas. Su mirada era intensa, y Kadisha sintió un cosquilleo en el estómago al acer
El amanecer llegó con un aire tenso, y la manada se preparaba para lo que parecía ser un día decisivo. Kadisha se despertó en su tienda, sintiendo el peso de las horas que se avecinaban. Había hablado con Murdock la noche anterior, y ambos sabían que la situación con Elias seguía siendo crítica. Pero había otra sombra que los seguía: el hermano de Murdock, Jasper, había estado ausente durante más tiempo del que les gustaría. Kadisha salió de la tienda, el frío de la mañana le erizó la piel. A su alrededor, los miembros de la manada se movían con un sentido de propósito. Todos estaban conscientes de que su seguridad dependía de su capacidad para mantenerse unidos y alertas. Se acercó a la fogata, donde Murdock ya estaba sentado, observando las llamas. —Buenos días —dijo Kadisha, intentando inyectar un poco de calidez en el ambiente. Murdock levantó la vista y sonrió. —Buenos días. Estoy pensando en nuestro próximo movimiento. Kadisha asintió, sintiendo que el peso de la preocupació
El sol se alzaba en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y dorados. Kadisha despertó, sintiendo el rayo de luz en su rostro. La noche anterior había sido tensa; la reunión con la manada había revelado tanto temores como determinaciones. Mientras se estiraba, un aire de inquietud se cernía sobre el campamento, como si la naturaleza misma presagiara un conflicto inminente. Cuando Kadisha salió de su tienda, pudo notar que la atmósfera era diferente. Las voces eran más bajas, los gestos más sutiles, como si cada miembro de la manada estuviera consciente de la fragilidad de su situación. Se acercó a la fogata, donde Murdock estaba sentado, observando el horizonte con una mirada perdida. —¿Has dormido bien? —preguntó Kadisha, intentando romper el silencio que los rodeaba. Murdock la miró y sonrió levemente. —Más o menos. Hay demasiado en juego. No puedo dejar de pensar en Elias. —Lo sé —respondió Kadisha, sintiendo que su corazón se encogía. Desde que habían escucha