Amanece y despierto menos cansada que el día anterior. Me levanto de la cama, arreglo un poco las sábanas y voy al baño para asearme. A diferencia del día anterior, mi madrina aún duerme, cosa que no es común en ella. Recuerdo que estuvo en mi habitación. Debió ser quien me quitó los zapatos y arropó. Voy hasta la habitación y ambas están dormidas. Mi Sofi, se ve tan tierna. Pienso en el llamado de atención que le hice ayer y me arrepiento de haberlo hecho. Sin embargo, era necesario, debía enseñarle a tener un poco de respeto hacia mi jefe aún cuando él no le agrade.¿Quién lo habrá llamado para que terminase yéndose tan rápido? Me pregunto. Durante los meses que estuve en la empresa, nunca vi a una mujer con él. Por lo visto, es bastante críptico en sus relaciones. Pero si de algo estoy segura es de que debe tener a alguien a su lado. Siendo tan guapo e inteligente, no creo que esté solo. Me dirijo a la cocina para preparar el desayuno y mientras lo hago, revivo la mañana e
Mientras Rebecca iba por su padre, Yolanda se ocupa de cerrar bien la puerta del apartamento. Aquel auto parado durante gran parte de la noche, seguía provocando en ella angustia.Las amenazas que recibió en aquel entonces, fueron suficientes para ella. El poder que poseía el magnate multimillonario era evidente. —Vamos a la habitación, Sofía. Y si escuchas el timbre por favor no salgas.—¿Por qué madrina? —dijo la niña, quien se había acostumbrado a escuchar a su hermana llamándola de esa forma.—Porque no es bueno abrirle la puerta a los extraños. —¿El jefe de Rebe, es un extraño? —pregunta abriendo sus ojos, llenos de asombro. —Sí, él también lo es. —Pero Rebecca me regañó ayer, dice que debo ser amable con él. —Amable, no confiada, ¿entiendes? —La niña asiente con su cabeza. Yolanda se encierra en la habitación con la pequeña y mientras Sofía juega con su nueva muñeca, la mujer se abstrae en sus recuerdos.Siete años atrás… —¿Estás embarazada de ese hombre, Marta
Luego de recoger mi equipaje, me despido de mi padre. —Por favor cuídate, papá. —Por supuesto que lo haré hija. No pienso perderme tu boda. —dice sonriendo.—Le pediré al Sr Ferrer que se ocupe de tu boleto y el de mi madrina. —¿También tendré que viajar con ella? —gruñe.—¡Padre! Te pido que trates de no hacer enojar a mi madrina. Demasiado hace con cuidar de ti. ¿Vale? —No la necesito, puedo valerme solo. —espeta.—¡No lo dudo! Pero necesitas que alguien esté pendiente de tus medicamentos y tu dieta. —Está bien, Rebecca. Haré lo que me pides. Por lo menos no tendré que ver a esa mocosa. —dice refiriéndose a la pequeña Sofi.Frunzo el entrecejo con enojo, aunque deseaba decirle mil cosas a mi padre, prefiero tragármelas y que mi hermanita no tenga que presenciar ese tipo de situaciones. Me dirijo a la sala donde mi madrina aguarda junto a Sofía.—Gracias por cuidar de mi padre, Madrina. —digo sosteniendo sus manos entre las mías, me inclino y beso su frente. —Hag
En tanto, en su lujosa mansión, Enzo Ferrer se reúne con su chofer. —Sr Ferrer, acabo de dejar a la Srta Rebecca y a su hermana en el aeropuerto. —Muy bien Jorge, retírese. El hombre obedece. Enzo toma asiento mientras su guardaespaldas le sirve un trago de licor. —¿Qué piensa hacer ahora, jefe? —pregunta el pelirrubio de mirada aguileña, entregándole el vaso de cristal. Enzo campanea el vaso y luego bebe un buen trago de licor escocés.—Por el momento es poco lo que puedo hacer. Por lo menos, no antes de que se lleve a cabo la boda. Una vez que Emilio se haya casado, será más fácil para mí manipular a Rebecca, y ya luego me ocuparé de esa mujer y de la niña.—Por lo que sé, ella y el padre de la chica están solos. Si desea puedo hacerles una pequeña visita.—Eso sería muy evidente, Román. Por ahora quiero que tanto ella como Emilio confíen en mí, ciegamente. No me conviene por ahora que él sepa quien es ella, ni mucho menos como la contacté.—Pues, al parecer la puebl
Aguardo unos segundos antes de tocar la puerta, respiro profundamente y doy un golpe suave y otro un poco más fuerte. Como si estuviese esperando, rápidamente contesta:—Adelante. El tono de su voz es menos severo que de costumbre. Abro la puerta sigilosamente, intentando calmar mis latidos cardíacos que comienzan a hacerse más fuertes ante su presencia. Él está sentado en su silla, con las manos reposando sobre el escritorio y la punta de sus dedos pegados unos con otros. Conozco esa posición en el lenguaje corporal, usualmente es usada como una señal de autoridad y seguridad en sí mismo.—Buenas noches —me quedo parada en la entrada de la biblioteca. —Cierra la puerta por favor. Entre junto ligeramente la puerta. —Cierra bien por favor, nadie debe escuchar lo que debemos conversar. Asiento, aseguro la puerta y doy dos pasos adelante. —Siéntate Rebecca. Obedezco como una buena niña que recibe ordenes de su padre. Él no aparta la vista de cada uno de mis movimientos
Emilio sube detrás de Rebecca para ir hasta su habitación. Al igual que ella, se sentía más leve; se había liberado del peso de la culpa.Entra a su habitación, se quita el albornoz de seda azul, se recuesta en su cama, cruza ambos brazos debajo de su cabeza y revive aquel momento en que besó los labios de la pelicastaña. Ella era innegablemente hermosa, pero sobre todo humilde, en eso le llevaba ventaja a las muchas mujeres que conoció años atrás, incluyendo a Olivia. De pronto, surge en él, la necesidad de verla unos segundos más. Toma su móvil para enviarle un mensaje y ofrecerse para acompañarla a la ciudad para su consulta médica. Envía el mensaje, aguarda su respuesta, pero ella no contesta. Se levanta de la cama en un solo y ágil movimiento para dirigirse hasta su habitación. Sale hasta el pasillo oscuro y ve una silueta. Un extraño escalofrío recorre su piel, se acerca a ella, pestaña un par de veces pensando que todo es producto de su imaginación. Pero al verla de cerc
Subimos al coche, no puedo expresar lo que sentía en ese momento, aquella niña robaba toda mi atención. Era como si a través de ella, Emma reviviera nuevamente. Conduzco con una exagerada precaución, llevaba un año sin salir de mi encierro y sin dirigir largas distancias. Esa sensación de miedo late constantemente en mí, la culpa y el temor de que pudiera volver a ocurrir algo similar me provoca ansiedad.Intento calmarme viendo a través del retrovisor a la pequeña Sofía; se ve tan feliz, tanto como mi pequeña Emma.—¿Te gusta la música Sofía? —¡Sí! —responde elevando sus hombros. —¿Y a ti? —me dirijo ahora hacia Rebecca. —Sí, por supuesto. —Bien, por hoy tienen la oportunidad de escoger ustedes una canción. Rebecca mira a su hermanita con complicidad.—¿Qué quieres escuchar Sofi?—Elige tú, Rebe. Yo no sé cual —susurra como si yo no pudiera escuchar lo que dice. —Yo tampoco, elige tú —responde Rebecca.—¿Y bien, ya eligieron? —Ante mi pregunta, ambas niegan con su
—¿Qué mierda es lo que pretendes? —Me sacude con fuerza.— ¡Dime! Yo quedo muda sin entender su reacción. —Suéltame —tiro con fuerza logrando soltarme de su agarre— ¿Quién te crees que eres para tratarme así? —¿Quién te crees tú para manipularme? ¿Apareces de la nada y ahora traes a tu hermanita para conmoverme?—¿Te has vuelto loco, eh? Sofía se acerca a nosotros y debo disimular mi frustración.—Emilio, se apagó tu celular. Sofía le devuelve el móvil, él lo toma de forma áspera y luego contesta en un tono sarcástico:—Lamento mucho, me quedé sin batería. —Luego agrega con severidad— Será mejor irnos. —No te preocupes Sofi, te daré el mío en lo que lleguemos a casa. —Gracias Rebe —rodea mi cintura con sus manos. Emilio echa a andar, camina delante de mí y de la niña. Su molestia era perceptible, incluso la misma Sofía notó si irascibilidad. —Se enojó porque rompí su móvil —Me pregunta llorosa. —No mi amor. Está un poco nervioso por lo de la consulta.—¿Estás e