Emilio sube al coche, voltea a ver a Sofía:—¿Listas para conocer las playas de Alicante?—Sí, cuñado, sí. —contesta emocionada.—¿Y usted, Yolanda? —pregunta de forma capciosa.—Claro, Emilio. Ya hace tanto tiempo que no voy a una playa que ya he olvidado hasta como bañarme —bromea y todos ríen. La respuesta de Yolanda le permite comprobar a Emilio que la tensión que existe entre ella y Enzo, no es sólo producto de su imaginación volátil. Sin embargo, conociendo el estilo de vida de su hermano, quizás Yolanda haya sido una más de sus aventuras; a pesar de tener tal vez unos cuarenta años, era una mujer hermosa y se conservaba muy bien. El sol del mediodía brilla en el cielo azul de Alicante, Emilio conduce concentrándose en la carretera. Rebecca en tanto, disfruta del paisaje y del aroma a salitre que se filtra por las ventanas del coche. El murmullo suave de las olas y el aroma fresco y revitalizante del mar, envuelven a la pelicastaña en sus recuerdos felices de infancia.
El sol pronto comienza a ocultarse, ya han transcurrido un par de horas, desde que llegaron a ese hermoso lugar.Mientras, Yolanda se ocupa de secar y cambiar a Sofía, Rebecca y Emilio aprovechan para disfrutar de un instante a solas. —¿Estás seguro que nadie nos ve? —pregunta ella girando su rostro hacia él. —¡Absolutamente! —susurra a su oído y luego besa su cuello.Emilio coloca sus manos en el abdomen de Rebecca, desabrocha el pantalón de la chica y con la ayuda de ella, logran bajarlo a la altura de sus muslos. Emilio comienza a buscar su intimidad, deslizando una de sus manos entre sus muslos, Rebecca sin dejar de mirar hacia el coche donde están su hermana y su madrina, abre ligeramente sus piernas para facilitar la llegada de su mano. Con astucia, Emilio logra hacer a un lado el borde de la diminuta pantie y así, acariciar de manera directa sus labios verticales, provocando excitación e intenso placer, sintiendo como se tensan sus muslos y su vagina comienza a desbor
—¿Por qué los has dejado solos? —Emilio me preguntan sin entender las razones.—Pues porque quiero estar contigo unos minutos, pero también porque el capitán parece estar interesado en mi madrina. —Le contesto con picardía. —Pues ustedes las mujeres son más astutas que nosotros los hombres, yo pensé que el capitán sólo estaba siendo amable, no coqueteando con ella.—Lo que ocurre es que ustedes no se dan cuenta de algunos detalles que nosotras sí. Lo llaman sexto sentido. —Si tú lo dices.Emilio me rodea por la cintura, puedo sentir la brisa fría que proviene del mar y disfrutar entre sus brazos de la hermosa puesta de sol. —Hace un momento, me diste las gracias por brindarle momentos de alegría a Sofía, —acuna mi rostro entre sus manos tibias— pero ahora soy yo quien debe darte la gracias porque desde que llegaste a mi vida, me siento diferente. Rebecca me gusta estar a tu lado y el de Sofía. Es como si la vida me diera una segunda oportunidad ha vuestro lado. —No tienes q
—Al fin llegas —La puerta se cierra y Enzo entra a la habitación— Siéntate —le ofrece el sofá, mientras sirve dos copas de vino.—Tuve que aguardar a que el padre de Rebecca se distrajera. Ese tipo me tiene hasta los cojones con sus gilipolleces. Si no necesitara tenerlo a nuestro favor, ya le habría dado su merecido.—Pues no podemos darnos el lujo de desecharlo, mucho menos si queremos lograr lo que hemos planeado. —Le entrega la copa, y se sienta en el sofá de un solo puesto cruzando sus muslos ligeramente cubiertos por la bata de seda azul índigo que viste esa noche.—¿Y bien, que haremos al respecto? —pregunta con hostilidad— Tu amado Emilio se ha ido de paseo con Rebecca y la mocosa. —espeta, toma un trago de su copa y continúa hablando:— Ayer vi a Emilio saliendo de su habitación, y por lo visto se la han pasado muy bien, están mejor de lo que pensé. ¡Eso no nos conviene, joder! —dice golpeando con fuerza la mesa de centro. —Vamos que nos ha salido de lo más astuta, la muj
Emilio va hasta la cocina para darle las instrucciones a su empleada de confianza, mientras Rebecca sube junto a su madrina y Sofía sube hasta su habitación. —Mercedes, necesito que arregles mi habitación ahora, cambia la lencería, las cortinas, limpia bien todo. —Como usted diga, señor. —Luego le dices a Sol que abra un espacio en mi guardarropas, la señora Rebecca se muda a mi habitación esta noche. Mercedes traga en seco antes responderle. —Sí, señor. —¿Por cierto Nacho, ya regresó?—¡Sí señor, está lavando el coche! —Vale, luego hablaré con él. Debo resolver varios asuntos esta semana. —dice, toma una manzana, la frota con su mano y le da un mordisco.— ¡Humm! Está deliciosa. Para Mercedes aquella actitud risueña de su jefe, es una señal de alarma. Se estaba enamorando de aquella insignificante mujer, cuando era ella quien había tenido que soportar todo, incluso sus humillaciones y maltratos durante su recuperación. Mercedes toma si móvil y se dirige hacia el ja
—Lo siento, madrina. No imaginé que hubieras pasado por algo así. Debió ser muy difícil para ti todo esto. — Rebecca se levanta de la cama, mira a su madrina de frente— Con respecto a mi padre, no sé que pensar. Nunca vi a mi madre quejarse ni decir que él le era infiel, es difícil para mí creer lo que me dices. Mi madre realmente supo actuar muy bien durante diecisiete años. ¿No lo crees? —Rebecca, no sabes lo que puede soportar una madre cuando se trata de un hijo, todo lo que está dispuesta a hacer y sacrificar con tal de verlo feliz. Pero eso sólo lo podrás entender cuando Dios te dé la dicha de tener tus propios hijos. —No necesito tener un hijo para saberlo, sabes que por Sofi haría lo que fuera, madrina. —afirma con firmeza.—Eso lo dices porque tienes un inmenso corazón. Siempre estás dispuesta a ayudar a tu familia e incluso a sacrificarte por ella. Ve todo lo que tuviste que hacer por tu padre, ve el lugar dónde estás, por suerte para ti, Dios te bendijo poniendo a Emil
Emilio se topa con Mercedes quien viene por el pasillo con el equipaje de Rebecca.—¿Dónde está Rebecca? —pregunta visiblemente angustiado.—No lo sé señor. Vengo de su habitación para llevar las cosas a su dormitorio ¿ocurrió algo? —Deja esas cosas donde estaban y ayúdame a buscarla, voy a vestirme. —Sí, señor. Emilio se regresa a la habitación bajo la mirada escrutadora y perversa de Mercedes, quien lo observa sin pestañear, disfrutando de su anatomía y masculinidad. Mercedes regresa a la habitación de Rebecca, encontrando a la chica en brazos de su madrina, desecha y devastada por aquella cruel traición.—Disculpe, el Sr Emilio me pidió regresar sus cosas a la habitación.Yolanda observa con enojo el gesto poco empático de la empleada. —Lárguese Mercedes, mi ahijada no se siente bien. Rebecca siente como si el piso hubiese caído debajo de sus pies y ella se hundiera en un profundo abismo. Sin embargo, su llanto es callado y silencioso, no desea perturbar a su herman
Rebecca se aparta de él, sorprendida por aquel beso inadvertido e inesperado. —¡Lo siento, Rebecca! No debí-—¿Por qué lo hiciste, Enzo? —pregunta aún sin darle credibilidad a lo que acaba de ocurrir. —No, lo sé Rebecca. Fue un impulso, no pude evitar besarte. Sé que lo que acabo de hacer, es algo que no esperabas, pero… —guarda silencio y luego agrega:— No sé que me está pasando contigo, desde que vi como mi hermano te maltrata y humilla, no pienso en otra cosa que protegerte, cuidar de ti. Y eso me tiene confundido, porque siendo la esposa de Emilio, yo jamás debería ni siquiera pensarte. Las palabras de Enzo parecían tan sinceras que Rebecca se siente aturdida, pero también confundida. Nunca espero escuchar aquella confesión de su jefe.—Es mejor que salgas de mi habitación, no quiero que Emilio piense lo que no es. Eres su hermano, y yo soy su esposa. —¿Es en serio, Rebecca? ¿Todavía te importe lo que él piense aún después de encontrarlo con otra mujer? —No jugaré su m