UNA DEUDA PENDIENTE

Al llegar a la mansión, Rebecca entra y se dirige a su habitación.

—Buenas tardes, cuñadita —saluda Enzo sosteniendo un vaso de licor en su mano.

La pelicastaña lo mira con enojo y repulsión sin darle una respuesta a su saludo. Detrás de ella –a pocos pasos– entra Emilio, quien a diferencia de Rebecca, se detiene a hablar con su hermano.

—Pensé que ya te habías regresado a Madrid.

—¿Te sirvo un trago? —Le ofrece y él acepta.— Está noche me regreso. ¿Le pasa algo a Rebecca? —pregunta mientras le entrega el vaso de licor a su hermano.

—Venimos de la clínica, acaba de hacerse la inseminación artificial.

Enzo frunce el entrecejo, luego sonríe con una expresión burlona.

—No creí que necesitarás eso para embarazar a Rebecca.

—No pienso explicarte las razones por las cuales tomamos esa decisión. —dice sentándose en el sofá de un puesto.— Por cierto, me asegura que la cláusula de entregarme al bebé no está en su contrato. ¿No la habrás engañado o sí? —pregunta con voz firme.

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