El timbre de la puerta suena, una de las empleadas se dirige a abrir. —Yo me encargo, Josefa.— Es mi invitada —advierte Enzo. Abre la puerta y Romina sonríe al verlo frente a ella. —Vaya sorpresa ser recibida por ti —Lo rodea por el cuello con sus manos y besa sus labios. —Es la manera que tengo de recibir a una invitada muy especial. —responde rodeándola por la cintura. Luego se separa de ella— Vamos entra. —Oye tío, que es hermosa tu casa. —dice mientras avanza por el vestíbulo y mira a todos lados escaneando con su mirada aquel espectáculo visual. Romina está encantada con lo lujoso de aquel lugar. —Sí, mi madre siempre fue una mujer dedicada a la decoración y al buen gusto. —Pues se nota. —Te estaba esperando para cenar. —Claro, vamos. Enzo le pide a su empleada que suba el equipaje de su invitada, mientras él sirve un par de copas de vino para brindar por la llegada de Romina. Luego de tomar la copa de vino, pasan al comedor. Durante la cena, Enzo se muest
Enzo aprovecha de ducharse, mientras Romina contesta algunos mensajes de su madre y de Rebecca, quien preocupada por su compañera, le pregunta como está. De pronto, el móvil de Enzo comienza a sonar, la pelirroja lo mira de reojos dudando en tomar aquel objeto que para ella significa algo muy personal. Inicialmente lo ignora, mas el aparato no deja de sonar, por lo que decide agarrarlo, bajarle el volumen y dejarlo en su lugar. Sin embargo, la curiosidad la envuelve y apenas mira de soslayo la pantalla. El nombre de aquella mujer le resulta conocido “Olivia” piensa. Abandona el celular en el mismo lugar de donde lo tomó: la mesa de noche. Enzo sale del baño vistiendo el albornoz de paño negro y con el cabello aún mojado. Se dirige al vestidor, toma una toalla y frota su cabello, luego se sienta al lado derecho de la cama y mira su móvil, ignorando aquella llamada. Lo cierto es, que desde que viajó a Alicante no ha querido hablarle. ¿Se había aburrido de ella? —¿No vas a atende
Mientras Enzo termina de sacar a Olivia de la mansión, Romina regresa a la habitación y comienza a vestirse rápidamente. En fracciones de segundos está lista para salir de aquel lugar.Lo que había escuchado, minutos atrás, le resulta tan abominable y bizarro, que sólo desea volver a Alicante. Termina de recoger sus pertenencias, cuando es sorprendida por Enzo. —¿A dónde vas, Romina? —dice cerrando la puerta y pasando el seguro. La pelirroja se paraliza, traga en seco y respira profundamente antes de contestarle.—Me voy, Enzo. ¿Crees que puedo permanecer aquí luego de lo que me acabo de enterar? Tú y esa mujer llevan años juntos. —espeta.—Déjame darte mi versión de lo que ocurrió, Romina. Olivia está mal de la cabeza, todo lo que ha dicho es mentira.. Romina debe ser inteligente, no puede decirle a Enzo todo lo que escuchó en la escaleras, por lo cual no tiene muchas más opciones que la de acceder a su petición. —Está bien, te escucho. —dice y se sienta en la orilla de
—¿Y cómo estás? —interroga la pelirrubia.—Bien —contesta con cierta incomodidad. —¿Te gustaría acompañarnos a mí y a mi madre a almorzar? —pregunta observando con detalle el helado de que Rebecca estaba disfrutando segundos antes de que ella llegara. —No te preocupes, ya debo irme, mi esposo me espera para almorzar. Sólo me detuve por un antojo, ya sabes cuando estás embarazada hay que cumplirlos —dice con premeditación y alevosía. —¿Estás embarazada? ¡Felicidades! —exclama con excesiva euforia— Pero que raro que Emilio no me platicó nada. —Es que le pedí no lo hiciera, aún. Ya sabes para evitar las malas vibras —Le da un guiño. La pelirrubia siente la hiel amarga en sus labios, pero no está tampoco dispuesta a dejarse avasallar por Rebecca. —¿Pero sí es suyo el bebé que esperas, verdad? —pregunta. La rival, puede ver que sus palabras impactan a Rebecca, quien prefiere guardar silencio. —Bueno te dejo para que disfrutes tu antojo. Saludas a Emilio de mi parte. —Sí
Emilio regresa con Sofía a casa luego de ir al colegio a buscarla. Abriendo camino para lo que está por suceder, le pregunta a la pequeña si le gustaría tener su mismo apellido:—¿Te gustaría llamarte Sofía Ferrer? La pequeña lo mira confundida. —Pero yo me llamo Sofía Cervantes —contesta elevando sus hombros. —¿Entonces, no quieres? —No lo sé, me gusta tu nombre pero no quiero que Rebecca se enoje conmigo.—No tiene por qué enojarse contigo. Así, podrás ser como una hermana para mí y así yo también podré representarte en el colegio como tu hermano mayor. —argumenta.—Está bien, sí quiero —Sofía accede inocentemente, sin entender lo que realmente está ocurriendo. Al llegar a la mansión, mientras la pequeña sube a cambiarse para almorzar, Emilio se reúne en la biblioteca con Yolanda poniéndola al tanto de lo que está haciendo. —Hablé con el abogado de la empresa para ponerle el apellido Ferrer, a Sofía. Necesito hacerle una prueba de ADN que demuestre que lleva nuestra
—¿Qué sucede, Sol? ¿No vas a decirme qué era eso tan importante que debías contarme? —No sé si deba decírtelo, Nacho. No ahora que sé que tú y la Sra Rebecca son hermanos. —¿O sea que se trata de ella? —pregunta y la chica asiente.—Entonces dime qué pasa con mi hermana. —Está bien, pero me prometes no decir nada. —Sí, te lo prometo. —responde cruzándose de brazos. —Escuché una conversación entre el Sr Emilio y la Sra Yolanda, y él le dijo claramente que la niña Sofía, es una Ferrer. —Eso no puede ser, Sol. Además Sofía también ¡es mi hermana! —exclama emocionado y a la vez sorprendido; y es que hasta ese momento, Nacho no se había percatado de ello. Sol se lleva las manos a la boca con asombro:—Joder, te he dicho algo que no debías tampoco saber. —Debiste oír mal, Sol. —masculla. —Estoy muy segura de lo que oí, pero si no me quieres creer allá tú. Ahora cuéntame cómo eso que la Sra Rebecca es tu hermana. Nacho comienza a contarle la historia de cómo se enteró qu
Rebecca no puede creer lo que está escuchando. Emilio estaba desvariando, ¿se había vuelto loco?—¿Qué dices, joder? —Lo que escuchaste y si no quieres creerme, ve y dile a Yolanda que te cuente la verdad. —espeta apartándose de ella.Hasta ese instante, Rebecca había llegado a pensar que Emilio estaba perdiendo la razón, pero al escuchar mencionar el nombre de su madrina, sus convicciones desaparecen por arte de magia y su vida da un vuelco extremo. La pelicastaña siente una fuerte punzada en el vientre. Se lleva las manos a la parte baja de su abdomen, respira tratando de controlar aquel dolor, mientras Emilio la observa con preocupación.—¿Qué te sucede? ¿Estás bien, Rebecca? —se aproxima a ella. —¡No me toques! No te atrevas a ponerme un dedo encima. —advierte levantando su mano y poniéndole un límite, sin dejar de sostener su vientre con la otra mano. —No quieras comportarte como una niña. Dime si te sientes algún malestar, ¿necesitas que llame a Rosa? —El rostro de Em
—¿Pasa algo con mi bebé? —pregunta con insistencia.—Puedo observar que la placenta está más abajo de lo normal, Rebecca. —dice señalando en la pantalla del monitor la posición de la placenta. —¿Y eso que significa? —interroga visiblemente angustiada. —La placenta baja es una condición atípica en la que la placenta se ubica en la parte inferior del útero —explica— lo cual exige que la gestante esté en reposo por determinado tiempo hasta que la placenta suba nuevamente al lugar donde debería estar. De no ser así, pone en riesgo el embarazo. —¿Pero afecta a mi bebé? Dime la verdad Rosa. —Puede empeorar si no tomamos la previsiones necesarias. Deberás evitar estar mucho tiempo de pie, caminar por largas distancias, tampoco podrás usar tacones. Y sobre todo no podrás tener relaciones sexuales hasta tanto no hayas mejorado. —Eso es lo de menos, Emilio y yo… —Guarda silencio y suspira, luego agrega— Haré lo que deba hacer, no quiero que mi bebé sufra algún daño por mi culpa. —C