La adrenalina corre por sus venas, Rebecca mira hacia la puerta, su mente divaga entre dos pensamientos: la necesidad de escapar y ponerse a salvo, y el deseo de quedarse unos segundos más y obtener más pruebas.El tiempo apremia, por lo que la pelicastaña debe tomar una decisión de inmediato. Voltea a todos lados, echando un vistazo al lugar, buscando ansiosa donde esconderse, pero el espacio no es lo suficientemente grande para ello. Ve la ventana corrediza que está a un lado. Se dirige hacia la ventana, la abre con sumo cuidado y se asoma. Confirma la altura que hay entre la ventana y el suelo. Por suerte para ella, es bastante pequeña. Justo cuando se dispone a salir, recuerda que dejó la caja sobre el escritorio. Por lo que se ve obligada a devolverse, debe dejarla en su sitio o correrá el riesgo de que Ricardo sepa que alguien estuvo allí. Si algo no le convenía, era ponerlo sobre aviso acerca de sus intenciones. Sin hacer ruido, y escuchando los pasos cada vez más cerca,
La emoción de Rebecca y Romina es incalculable, el final de Ricardo García está cada vez más cerca. —Pueden aguardar aquí, le pediré a mi asistente que les traiga algo de beber, yo debo reunirme con mi socio para plantearle este asunto y en unos minutos regreso. El abogado sale de la oficina, Romina y Rebecca se abrazan, lágrimas de alegría inundan su rostro. —Lo vamos a lograr, Romina, ya verás. Minutos más tarde, Rafael regresa a su oficina, toma siento y realiza un par de llamadas. —Listo, el detective Ramírez, de la policía va a recibirnos. Debemos ir y poner formalmente la denuncia en contra de ese mal nacido. Si todo sale como espero, hoy mismo debe estar en la cárcel. Durante el trayecto, Rafael asesora a Romina sobre los argumentos que debe usar cuando le corresponda hacer sus declaraciones. Al llegar a la oficina del detective, Romina entra, realiza la denuncia y es interrogada sobre los hechos. La actitud del detective resulta bastante traumática para la peli
Luego de salir de la comandancia policial, Rafael se comunica con Borjas y acuerdan verse en el mismo restaurante donde se vieron la última vez con intenciones de ponerlo al tanto sobre el asunto que este le encomendó y conmemorar el triunfo hasta ahora alcanzado. Al llegar al restaurante, Rebecca y Romina van hasta el tocador para arreglar un poco su apariencia física. Ambas se veían exhaustas. —Todo va a estar bien, Romina. —afirma la pelicastaña mientras limpia su rostro. —No lo sé, Rebecca, pronto mi cara estará por todos lados. ¡No sé si pueda con todo esto! —suspira con pesar. —Tienes que poder Romina. Ya diste el paso más difícil: poner la denuncia y admitir que fuiste objeto de un estupro. —Tú viste como me habló ese reportero, me hizo sentir como una p… —Guarda silencio por unos segundos, luego suelta:— Una cualquiera. Y lo peor de todo es que así, me siento. Yo tuve la culpa por haberme involucrado con Ricardo, por haber estado con él en ese bar, por haberle coquet
—¿Qué sucede, Emilio? —pregunta Yolanda mientras se sienta. —Se trata de Sofía. La psicopedagoga estuvo haciéndome algunas preguntas bastante raras, dice que mandó a Sofía a dibujar algo de su pasado y ella dibujó un auto en llamas. ¿Fue Rebecca quién le contó sobre el accidente donde murió Emma? —pregunta con disgusto. —No, ella simplemente le dijo que tuviste un accidente, y por eso tienes el rostro así. Rebecca no sería capaz de contarle algo tan trágico a Sofía, ni mucho menos yo. —¿De dónde entonces, Sofía sacó eso? —No tengo idea, Emilio. Los niños a veces inventan historias.—Pues no me gusta que mienta. —advierte con firmeza— Además creo que es hora de contarle la verdad a Sofía. No puede vivir engañada, Yolanda.—Lo sé, Emilio sólo déjame resolver lo de mi hijo Fabricio, y luego te prometo que le diré la verdad. —Está bien, pero ya no deseo más mentiras en todo esto. —espeta— Tampoco quiero hablar de Rebecca y su pasado, lo que ella y ese hombre hayan tenido, ya n
Obnubilado por aquella información, Emilio sale del bar, sin permitirle a Antonella, la oportunidad de tramar un plan para separarlos. Aquella absurda idea no tiene cabida en un hombre como él. En lo único que piensa es en encontrar a su rival y confrontarlo. Sube a su coche y conduce hasta la clínica con intenciones de exigirle a Borjas, una respuesta sincera sobre lo que estaba pasando entre él y su mujer –su esposa, esa mujer a quien tanto amaba.Al llegar al edificio, baja de su coche y se adentra con rapidez, se dirige hasta el ascensor, al ver que está ocupado sube por las escaleras apresuradamente. La asistente de Borjas al verlo, lo saluda con amabilidad.—Buenas tardes Sr Ferrer. —Necesito hablar con el Dr Suárez. —responde de forma ansiosa.—El Dr Suárez aún no llega. —Bien, lo esperaré entonces.—¿Tiene cita con él? —pregunta la mujer revisando la lista de pacientes de su jefe. —No, no tengo cita. Pero debo hablar con él. La asistente, se encoge de hombros
Esa misma noche, luego de la cena, Yolanda se despide de Sofía y Rebecca, quienes junto a Emilio la acompañan hasta el coche. —Cuídate mucho madrina —grita desde la acera la pequeña al ver que Nacho pone en marcha el auto. Rebecca y Emilio cruzan miradas y sonríen ante la ingenuidad de la niña.Emilio levanta a su hermana, entre sus brazos y Rebecca camina detrás de ellos rumbo a la casa.—Me ocuparé de llevarla a su habitación. —dice Rebecca. —Yo lo haré —replica él, en tono suave.Ella asiente y se dirige hasta su recámara. Aprovecha de llamar a Romina para saber cómo se siente. Emilio en tanto, acuesta a la niña en su cama. —Descansa, princesa. —¿Te vas? —pregunta ansiosa.— mi madrina siempre me lee un cuento. Emilio sonríe, se regresa, toma del estante el relato preferido de Emma “El mago de Oz” y comienza a relatarle la historia a Sofía. A diferencia de otras veces, la pequeña Sofía no se duerme fácilmente. Quizás el deseo de Emilio de volver a su dormitorio, l
Rebecca deja que sus manos acaricien la espalda musculosa de Emilio, mientras las de él se mueven por todo su cuerpo. Rápidamente se deshacen de sus ropas, quedando totalmente desnudos, sus pieles se erizan, sus cuerpos se estremecen y sus sexos reaccionan ante el contacto de sus manos. Mientras ella separa ligeramente sus piernas, y él acaricia y frota su clítoris, Rebecca frota su polla como lámpara de Aladino para despertar al genio que lleva dentro y que cumplirá sus deseos más íntimos. Emilio la sostiene de los muslos, la levanta y ella se enlaza a sus caderas, él la sienta sobre la cómoda y comienza a besarla por todo su cuerpo. Sus labios descienden lentamente por su cuello, luego baja hasta sus pechos, se detiene algunos segundos para saborearlos, luego continua bajando cada vez más, siempre un poco más. Rebecca arde de ganas, su cuerpo se tensa, al ver como Emilio se dirige hacia el centro de su entrepierna. Lo sigue con la mirada, mientras él dilata aquel instante, se
Rebecca entra con la niña a la sala de emergencia, mientras Emilio se ocupa de los trámites administrativos en el hospital. Enzo se sienta a un lado, en el área de espera. Mueve sus piernas de forma impaciente, realmente se puede ver que está preocupado. Cuando entró a aquella habitación no lo hizo con la intención de provocar terror y pánico en su ‘hermana’. No esta vez. Siempre había actuado bajo la presión emocional y la convicción de que debía hacerle daño a la hija de la mujer que se interpuso entre sus padres. Aún recuerda ver a su propia madre llorar y sufrir por la traición de su padre. No sólo tenía una amante sino también una hija bastarda. El nexo especial que había entre ellos dos –madre e hijo– era tan fuerte, que su deseo de lealtad hacia ésta, lo llevó a querer vengarse de una niña inocente; claro, eso y la ambición desmedida por tener dinero.A pesar de ello, su perspectiva hacia la realidad que está viviendo, lo han hecho cambiar de forma de pensar, llevándol