—Sube, yo te llevo. —el hombre se ofrece.Rebecca exhala un suspiro de alivio; nuevamente él había aparecido para rescatarla del peligro, era su salvador. Ella asiente y sin dudarlo, sube al coche. —¡Hola! —lo saluda en un tono amable, aunque por dentro brincaba felicidad al verlo. —¿Qué haces por aquí? —Le pregunta él, sorprendido. Y es que para Borjas aquel encuentro casual, era una especie de señal del destino. Desde que rescató a Rebecca de manos de aquellos maleantes, no dejaba de pensar en ella.La pelicastaña no salía de su mente ni un segundo. —Vine a inscribirme en la UA para hacer una maestría. ¿Y tú, que haces por aquí? —interroga.—Pasaba sólo por casualidad. ¿Y qué tal te fue? Rebecca titubea antes se contestar:—¿Bien? Creo. —responde, dubitativa.—¿Por qué lo dices de ese modo? Pareciera que no te ha ido muy bien. —Es que sí, vine a inscribirme y lo hice, eso significa que me fue bien ¿no?—Pero… —incita él a que ella le diga lo que sucede.—Nada, sólo
Yolanda, oye la voz en la sala del pequeño apartamento, se acerca cuidadosamente para escuchar la conversación de Ignacio. Desde que llegaron hace a Madrid, ella ha notado algunos comportamientos poco habituales en él, como: el de recibir llamadas constantemente, el tener dinero siempre a mano o el esconderse para atender las llamadas misteriosas y el más raro de todos, el de no discutir con ella como antes lo hacía.Este último, en especial, era el más difícil de entender para ella. Llevaban veintitrés años conociéndose y odiándose mutuamente, y durante todo ese tiempo, nunca hubo entre ellos una buena relación. Siendo Yolanda la mejor amiga de Marta, muchas veces le aconsejó que debía abandonar a aquel hombre; sólo que en ese entonces, su amiga estaba cegada por el amor.Yolanda escucha atenta aquella conversación esperando descubrir lo que Ignacio oculta.—¿Tienes todo preparado? —pregunta con insistencia; luego hace una pausa breve y responde— Bien, tú sólo dime cuando y yo
Llego a la mansión, Emilio aún no ha regresado. Eso lo sé porque su coche no está afuera. Entro y subo directo hacia nuestra habitación, me quito los zapatos, me siento en la cama y masajeo mis pies, mientras busco el móvil para llamar a mi madrina. Es ella, a la única que puedo contarle lo que me ocurrió esta mañana. Aguardo unos segundos hasta que finalmente oigo su voz. —Bendición, madrina. —Hola, hija. Dios te bendiga. ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo por allá?—No muy bien madrina —hago una breve pausa antes de soltarle aquella noticia— Ricardo García, está en Alicante. —¿Te ha visto? —pregunta con preocupación.—Sí, madrina. —afirmó con pesar— La verdad es que tengo muchas cosas que contarte, y es que me ha pasado de todo en estos días. Inicio mi relato contándole sobre el ataque que recibí de los maleantes y como Borjas me rescató esa mañana; luego sobre la fuerte discusión que tuve con Emilio; después le digo sobre mi nuevo proyecto en la universidad –que hasta ahora era
Rebecca termina de almorzar, mientras Emilio sube a descansar a su habitación. La pelicastaña le marca por segunda vez a su madrina, le informa sobre la decisión de Emilio de que tanto ella como Sofía regresen a Alicante. Para Yolanda, aquella noticia la llena de tranquilidad. Mas, aún sabiendo que Enzo Ferrer está más cerca de lo que ella pensaba. Aunque este supo ‘disimular’ cuando la vio frente a frente, no olvidaba sus amenazas.—Ahora mismo le cuento a Sofía. Se va a poner muy feliz cuando se lo diga. —responde emocionada. Ignacio, escucha aquellas palabras, observa a la mujer e intrigado por la sonrisa y la emoción en su rostro, le pregunta:—¿Qué te tiene tan feliz? Finalmente encontraste a alguien que te quite la amargura de solterona. —No me vas a amargar el momento con tus gilipolleces, Ignacio. Pero como igual te vas a enterar, Rebecca me ha dicho que Sofía y yo volveremos a Alicante. Tiene pensado inscribir a la niña en el colegio. —¿Qué carajos, dices? Rebecca n
Rebecca deja a un lado su móvil y baja hasta la biblioteca donde Emilio se encuentra. Toca la puerta, antes de entrar. —Sí, adelante —contesta él. Ella abre la puerta y entra a la habitación. Emilio levanta el rostro. —¿Podemos hablar? —pregunta ella al verlo ocupado. —Sí, claro —cierra el computador portátil y le ofrece asiento.— Dime, qué te ocurre. —Es mi padre, se niega a que traiga a Sofi a Alicante. —Por Dios, desde cuando a tu padre le importa la niña. Eso es absurdo, la misma Sofía me dijo que nunca le ha demostrado cariño. —Emilio, no hables así, es mi padre. —Pues aunque sea tu padre, no puedes tapar la realidad con un dedo. —espeta.—Como todo ser humano ha cometido errores y también tiene derecho a enmendarlos. ¿No crees?—Disculpa, no es mi intención hablar mal de tu padre, pero las cosas hay que llamarlas como son. No porque alguien sea miembro de nuestra familia, tenemos que aprobar sus comportamientos erráticos o hacernos la vista gorda. Es como si y
—Un placer, Sr Ferrer, Ricardo García a su orden. —Luego se gira hacia Rosa y con gentileza besa su mano— Un inmenso placer conocerla, Dra Park.—Igualmente Sr García. —contesta ella, sonriendo, al ver el gesto caballeroso y varonil del apuesto hombre.— ¿Es nuevo en la ciudad? —Le pregunta con curiosidad. —Sí, digamos que recién llegué a Alicante. —contesta con voz seductora.—Pues bienvenido a la ciudad. ¿Ya se retira? —interroga mostrando interés— Si desea puede acompañarnos con una copa de champagne. —propone.—Si no interrumpimos, su velada. —esgrime el hombre. —No en lo absoluto, mi socio y yo estamos celebrando un buen negocio. —responde haciendo énfasis y dejando claro el nexo entre ellos. Emilio tira de la silla, luego le ofrece gentilmente asiento a su antigua enamorada de la adolescencia. Carmina toma asiento al igual que Ricardo. —Camarero, por favor. Una botella de champagne. —pide Rosa Park. El camarero descorcha la botella, sirve las copas. Rosa ofrece el b
Las manos de Emilio vuelven a subir por la espalda de Rebecca, sus dedos acarician su suave piel, ella se eriza por completo al contacto de sus manos.Aunque ella intenta ocultar sus emociones, sabe que no desea apartarse de él, lo desea sexualmente tanto como él a ella. Rebecca siente como sus pezones se endurecen de inmediato al sentir la tibieza de su mano, lo cual queda en evidencia tras la tela de seda suave que los cubre. Ella se llena de vergüenza, ante la sensibilidad y vulnerabilidad que siente cuando Emilio está cerca de ella y su cuerpo la enciende de pie a cabeza, de lado a lado, de adentro hacia afuera. Es algo que aún no logra controlar. Por algún momento imaginó que después de esos días sin estar con él, ya no sentiría lo mismo. Pero acababa de confirmar que él sigue teniendo el poder de enloquecerla. Recuesta su rostro contra el hombro de Emilio e inspira profundamente como en señal de rendición. Emilio la toma de la cintura, haciéndola girar para que ella quede
La reconciliación entre dos amantes siempre suele ser intensa y ardiente. Emilio y Rebecca podían sentir la plenitud de su alma cada vez que se amaban y dejaban al lado sus prejuicios y egos. Los días previos al viaje, no hubo descanso físico entre ellos, incluso horas antes de Emilio tomar el vuelo a Madrid esa noche. —Debo darme un baño y alistarse, en una hora para hacer el checking. —Puedo acompañarte al aeropuerto si quieres —propone. —No es necesario, preferiría que te quedes en casa. —Está bien. —Prometo volver lo antes posible. —acaricia sus mejillas y ella le sonríe. Minutos más tarde, Emilio baja del coche, mientras Nacho saca del maletero su equipaje. —Gracias, Nacho. Te encargo por favor, que te ocupes de llevar y buscar a Rebecca en la universidad, mientras yo llego. Recuerda que no conoce mucho la ciudad.—Si, señor. No se preocupe, yo estaré pendiente de la Sra Rebecca. —Bien, nos vemos. —¡Bien viaje, señor! Emilio camina hacia el área de checkin