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Capítulo 2: Encuentro En La Gala

Esa misma noche, había decidido explorar su nuevo vecindario. Caminé por las calles iluminadas, disfrutando del bullicio de la ciudad. Encontré una pequeña cafetería acogedora y decidí entrar. Mientras saboreaba un café caliente, me permití relajarme y reflexionar sobre mi ajetreado viaje, y el día que me deparaba: el día de la gala

De regreso a mi apartamento, me dediqué a terminar de desempacar y decorar mi nuevo hogar. Coloque cuidadosamente mis bocetos y herramientas de diseño en un pequeño estudio improvisado. Cada rincón del apartamento comenzó a reflejar mi estilo personal, con telas coloridas y detalles elegantes.

Los días pasaron y, aunque quería encontrarme todo el tiempo con Luci, no se podía. Ella tenía una agenda muy apretada, así que me fui adaptando a mi nueva rutina. 

Cada mañana, me levantaba temprano para hacer ejercicio en el parque cercano, que pude encontrar. En realidad, siempre estaban familias, o personas agradables con sus cachorros, disfrutando del aire fresco y despejando, mi mente antes de comenzar mi jornada laboral. En las noches, me dedicaba a perfeccionar mis diseños, inspirada por la energía vibrante de la ciudad.

Lucía se convirtió en una presencia constante en mi vida, invitándome a eventos sociales y presentándome a personas influyentes en la industria de la moda.

 Una noche, Lucía me invitó a una gala benéfica organizada por la empresa de Alejandro Rivas. Nada más y nada menos que un magnate de la moda. Yo gustosa, acepté, que esta era mi profesión y mi oportunidad de brillar. Con entusiasmo, viendo en el evento una oportunidad para mostrar su talento y hacer nuevos contactos.

La gala se celebró en un lujoso hotel del centro de la ciudad. Sin duda, llegué vestida con uno de mis diseños más impresionantes, un vestido rojo que capturaba la atención de todos los presentes. Mientras recorría el salón, se encontró cara a cara con Alejandro Rivas.

—Isabella, me alegra verte aquí—, dijo Lucía con una sonrisa encantadora. —Tu vestido es espectacular.

—Gracias, amiga, la verdad es un honor estar aquí—, respondí, sintiendo un leve rubor en mis mejillas. Al ver a Lucía llegar con Alejandro Rivas. El magnate de la moda.

Sentí un leve rubor en mis mejillas al encontrarme cara a cara con Alejandro Rivas. Su porte elegante y su presencia imponente me dejaron sin aliento por un momento. Había oído hablar de él, de su éxito y de su exigente carácter, pero nada me había preparado para la atracción inmediata que sentí al mirarlo a los ojos.

Sin dudas, mi corazón latía con fuerza mientras Alejandro le sonreía y le extendía la mano. Al estrecharla, noté la firmeza y seguridad en su apretón, lo que solo aumentó mi nerviosismo. Sin embargo, también sentí una chispa de curiosidad y emoción. Había algo en él que la intrigaba profundamente.

Mientras conversábamos, llegué a darme cuenta de que Alejandro no solo era un hombre de negocios exitoso, sino también alguien apasionado por la moda, igual que yo. Esta conexión inesperada me hizo sentir una mezcla de alivio y entusiasmo. A pesar de mi nerviosismo inicial, me sentí cómoda hablando con él, como si ya lo conociera desde hace tiempo.

A medida que la noche avanzaba, no pude evitar sentirme atraída por el carisma y la determinación de Alejandro. Cada palabra que él decía, cada gesto, me hacía sentir más segura de mí misma y de mi decisión de mudarme a Bogotá. Sin embargo, también había una pequeña voz en mi interior que me recordaba que debía ser cautelosa. Mi pasado estaba lleno de secretos, y no podía permitirme bajar la guardia tan fácilmente.

Conocí al señor Rivas, cuando fue a dar una conferencia de presas en la ciudad de Medellín, lugar donde me especialicé en moda. De allí, seguía cada paso que este gran hombre daba, pues era uno de los mejores en su labor al nivel nacional, por nada siempre era el número uno de las pasarelas. Pero ahora tratando con él y poder hablar con este gran hombre, me di cuenta de que jamás me podría arrepentir de que fuera mi modelo a seguir.

Yo quería ser tan grande como lo es él, seguro, confiado, destacado entre tantas personas, sin necesidad de creerse mucho. Este hombre despertaba un aura, relajado y que estaba seguro de dónde estaba pisando.

La noche transcurrió entre conversaciones animadas y miradas furtivas. Tanto Alejandro como yo descubrimos que compartíamos una pasión por la moda y una visión similar para el futuro de la industria. A medida que la noche avanzaba, no podía evitar sentirme atraída por el carisma y la determinación de Alejandro.

Alejando era un hombre en lo que hacía, y aunque su pasado ya casi ocultó, se podía notar en su mirada que le era poco convincente entablar una conversación con las mujeres que se encontraban en este lugar, más que conmigo y Lucía.

Pude, notar, que muchas mujeres se lo comían con la mirada y como no, si el hombre estaba tan bueno como el pan y el vino. Alto, trigueño, cabello castaño medio, y unos hermosos ojos color avellana con miel que se asemejaban al mismo sol. 

Aun teniendo el dinero que tenía, no era un hombre prepotente, ni que se las quisiera tirar de más. Todos sus gestos eran elegantes, tomaba pequeños sorbos de champán que hacían que su nuez de Adán subiera y bajara lentamente como una tortura. 

Y admito que tengo pequeños sentimientos por el hombre al que seguí prácticamente casi la mitad de su vida y su carrera, sabía que no estoy a la altura de tener ni pretender nada con él. Sabía que no podía, y no se lograría, y menos cuando dejó claro en prensa nacional, que nunca se casaría ni formaría un hogar, que él no sería un estúpido para que las mujeres se aprovechen de él y de su dinero.

Un suspiro salió de mis labios, cuando recordé todos esos malos momentos, donde el alcohol casi lo consume, y pierde todo por qué, por tanto, años le costó conseguir, su magnífico imperio de modas. 

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