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Capítulo 4: Descubrimiento Inquietante

Mientras trataba de encontrar las respuestas a todas las preguntas, volví a recibir una llamada. Otra vez, mi madre, no lo dudé un segundo y le respondí.

Pero hubo un silencio en la línea antes de que mi madre se atreviera a responder. 

*Isabella, hija, lo hice para protegerte. Hay cosas que no quería que supieras, cosas peligrosas.* Dijo después de unos segundos mi madre, tratando de hablarme con voz suave.

—Necesito saber la verdad, mamá. No puedo seguir viviendo en la oscuridad— dije, con determinación. No podía dejar que mi madre supiera lo atemorizada que me encontraba en estos momentos.

*Está bien. Te contaré todo lo que necesitas saber* —dijo mi madre Victoria, con un suspiro.

*Pero debes prometerme que tendrás cuidado.* No pude evitar sentir que un escalofrío pasó por mi espalda, las manos me comenzaron a sudar y la piquiña en mi mejilla, cuando estaba nerviosa, comenzó a aparecer. Sabía que después de descubrir la verdad, nada volvería a ser como era, aunque no es como si mi vida ya no fuera caótica.

*Lo prometo*, dije, sintiendo que una nueva etapa de mi vida estaba a punto de comenzar. Hablé por un tiempo más con mi madre, dejando que el miedo y la duda crecieran por más tiempo en mis pensamientos. Tenía que tener la mente despejada y prepararme mentalmente para todo lo que se vendría en los próximos días.

Esa noche, me senté en mi escritorio y comencé a escribir en mi diario. Necesitaba poner en orden mis pensamientos y emociones. Las palabras fluyeron de mi pluma, describiendo la confusión y el miedo que sentía, pero también la determinación de enfrentar lo que viniera.

Al día siguiente, me desperté con una nueva resolución. Sabía que debía seguir adelante y enfrentar mi pasado, pero también debía mantenerme enfocada en mi trabajo. Llegué a la oficina temprano y me sumergí en mis diseños, tratando de encontrar consuelo en la creatividad.

Hablaba con Lucía de cualquier cosa, chisme o nuevas tendencias de la moda que se nos ocurrieran.

Durante el almuerzo, Lucía me encontró en la cafetería de la oficina. 

—¿Cómo te sientes hoy?—preguntó mi gran amiga, con una sonrisa de apoyo. Pues le había contado todo lo que me estaba pasando en este momento, sabía que en ella podía encontrar un apoyo y alguien que me diera los consejos que tanto necesitaba.

—Mejor, creo. Aún estoy procesando todo, pero estoy decidida a enfrentar lo que venga—, respondí, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.

—Eso es lo que quería escuchar. Eres fuerte, Isabella. No dejes que nada te derrumbe—, dijo Lucía, dándome un abrazo rápido.

Luego nos dispusimos a terminar el almuerzo, entre risas, bromas y preguntas culturales, hablamos de esas series de asesinos en serie que tanto nos gustaban, aunque después en la noche no pudiéramos lograr dormir pensando en todo eso.

Esa tarde, mientras trabajaba en un nuevo diseño, recibí un mensaje de Diego. 

~He encontrado algo más. Necesito que vengas a mi oficina para discutirlo.~

Hora. 4:25 Pm

En el mismo mensaje estaba la dirección de la oficina de Diego; le envié un mensaje de confirmación.

Sentí un nudo en el estómago, pero sabía que debía seguir adelante. Sin esperar más tiempo, me despedí de Lucía y me dirigí a la oficina de Diego. Al llegar, fui recibida por el detective, quien me condujo a su despacho.

—He estado revisando más documentos y encontré algo que podría ser relevante—, dijo Diego, mostrando un archivo. —Parece que tu madre tenía tratos con una empresa que ahora pertenece a Alejandro Rivas.—

Sentí un escalofrío. 

—¿Alejandro? ¿Qué tiene que ver él con todo esto?— No quería creer o pensar en cosas equivocadas con el hombre que creo es mi ancla y mi ídolo.

—No estoy seguro todavía, pero pienso que podría haber una conexión. Necesitamos investigar más a fondo —explicó Diego. Dándome una mirada, para que comprendiera que es todo lo que me podía decir hasta el momento.

Asentí, sintiendo que mi mundo se volvía cada vez más complicado. 

—¿Qué sugieres que hagamos?—pregunté determinadamente, haciéndole saber que, sin dudas, algunas, iba a seguir con toda la investigación. Ahora,,, más que nada, quería saber qué era lo que estaba pasando con mi madre y Alejando, solo esperaba que no fuera algo peligroso.

—Voy a seguir investigando. Mientras tanto, te recomiendo que te acerques a Alejandro y trates de obtener más información. Pero ten cuidado, no sabemos en quién podemos confiar— advirtió Diego.

Salí de la oficina de Diego con una mezcla de miedo y determinación. Sabía que debía acercarme a Alejandro, pero también debía protegerme. Caminé por la ciudad por un tiempo, pensando en todo lo que me había dicho el Detective. 

Esa noche, mientras trabajaba en mis diseños, no podía dejar de pensar en las palabras de Diego y en la posible conexión entre mi madre y Alejandro.

Decidí que debía ser cautelosa, pero también sabía que no podía ignorar lo que estaba sucediendo. Mi vida estaba a punto de cambiar de maneras que nunca había imaginado, y debía estar preparada para enfrentar cualquier desafío que se presentara. 

Narrado desde la perspectiva de Diego Morales

Me llamo Diego Morales, y soy detective privado. Mi trabajo consiste en desentrañar secretos y descubrir verdades ocultas. Cuando acepté el caso de Isabella Montoya, no imaginé que me encontraría con una red tan compleja de mentiras y peligros. Cada día que pasaba, me adentraba más en un laberinto de intrigas que parecía no tener fin.

Desde el primer momento en que conocí a Isabella, supe que había algo especial en ella. No solo era su belleza y elegancia, sino también su determinación y valentía. A pesar de las sombras que la rodeaban, Isabella se mantenía firme, decidida a enfrentar cualquier desafío que se le presentara. Esa fortaleza me inspiraba a seguir adelante, a no rendirme hasta descubrir toda la verdad.

Cuando comencé a investigar su pasado, encontré pistas que me llevaron a su madre, Victoria Montoya. Descubrí que Victoria había estado involucrada en negocios turbios hace muchos años, y que había hecho todo lo posible por proteger a su hija de los peligros que la acechaban. Sin embargo, esos peligros no habían desaparecido, y ahora amenazaban con alcanzar a Isabella.

La información que había encontrado era inquietante. Sabía que debía compartirla con Isabella, pero también sabía que debía ser cuidadoso. No quería alarmarla más de lo necesario, pero era crucial que estuviera al tanto de los riesgos. Cuando la llamé para concertar una reunión, sentí una mezcla de nerviosismo y responsabilidad. Tenía que manejar esta situación con delicadeza.

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