Capítulo 5
Aparté la mirada para limpiarme las lágrimas. Justo cuando pensaba en sacarlo del lugar, escuché la voz indiferente de Yael desde un lado:

—Estella, ¿cómo fue en verdad que tu madre murió?

La cara de Romeo cambió drásticamente. Justo cuando él quería discutir con Yael, lo advertí en voz baja:

—Hoy es el funeral de mi madre. Si no quieres que el problema de lo del riñón se haga más grande, vete de aquí de inmediato.

—¿Me estás amenazando acaso? Estella, ¡eres mi esposa carajo!

—Pronto no lo seré. Romeo, mi madre te trató como a su propio hijo. Por respeto a ella, llévate a tu amante de inmediato. No quiero que ella vea tu fachada falsa en este día. Por cierto, me gustaría saber, ¿por qué estás aquí con ella?

Él volvió a mirar a Rita, con una expresión un poco avergonzada:

—Ya hablaremos de eso mañana.

Dicho esto, se fue apresuradamente.

Yael lo miró con desdén, como si fuera basura en un pantano. Él y su madre eran inteligentes; ya sabían qué había pasado y que no debían meterse en mis asuntos personales. Cuando se fueron, la señora me dijo que, si necesitaba ayuda, podía contactar a Yael.

Le agradecí sonriendo, porque no esperaba que, después de la muerte de mi madre, quienes aún podían ofrecerme calidez eran los viejos amigos, a pesar de tantos años sin vernos. No pude evitar apretar los dientes para controlar mis lágrimas.

Yael tomó mi celular y guardó su número en él, mientras decía:

—Si necesitas ayuda, llámame. No te hagas la fuerte.

Asentí, mordiéndome los labios. Vi alejarse el auto de Yael, y la sala de velación se volvió bastante silenciosa. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que mi mamá realmente se había ido de mí para siempre…

Me arrodillé desesperadamente y lloré amargamente, hasta que ya no podía sollozar más, sintiendo el dolor sofocante en el corazón.

Al día siguiente, sin siquiera cambiarme de ropa, fui a ver a Romeo. Al verme, se sorprendió un poco:

—¿Lo hiciste a propósito? ¿Por qué te vistes así?

—Para conmemorar a mi madre. ¿No estás al tanto de su muerte? —le respondí con indiferencia.

Frunció el ceño:

—¿Vienes así para hacerme sentir incómodo?

Me citó en un café cerca de su hospital, donde la mayoría de sus colegas estaban. Empezó a mirar a su alrededor, asegurándose de que no hubiera conocidos.

—Romeo, ¿por qué no quieres divorciarte de mí? —le pregunté.

Él debería haber estado preparado para la llegada de ese día. Lo había visto en su correo, donde su abogado le sugería cómo llevar a cabo un divorcio amistoso sin repartir bienes.

Dio un sorbo de su café y me respondió:

—En serio nunca me espere la muerte de tu mamá. La situación era urgente, y tenía que tomar una decisión, nunca me imaginé que las cosas terminarían así…

—La verdad es que, la madre de Rita fue diagnosticada con insuficiencia renal tan solo hace medio mes, y tú le diste este riñón, mientras que mi madre había estado en diálisis durante tres años y su riñón ya no podía soportar la carga, ¡pero la hiciste seguir esperando! —le grité completamente desesperada.

—¡Estella! ¡Tengo mis propias dificultades! ¿Por qué no intentas entenderme? ¡No eras así en el pasado!

¿Antes? Me recargué en la silla, tratando de conocerlo de nuevo.

Era cierto que mi madre había renunciado a un riñón hace tiempo, pero en ese caso era un niño de apenas diez años que necesitaba el trasplante urgentemente tras un accidente. La madre del niño se arrodilló frente a ella, suplicándole y diciendo que si podía cederle su puesto. Mi madre, conmovida, accedió a renunciar al riñón que tanto le había costado conseguir.

Sin embargo, la madre de Rita había sido diagnosticada recientemente y, de hecho, aún podía mantenerse con medicamentos. ¿Por qué tenían entonces tanta prisa?

Tal vez mi mirada reflejaba mis pensamientos. Romeo se sintió un tanto culpable bajo mi escrutinio:

—¿Por qué me miras así? ¡Habla haber!

—Ya te dije, quiero divorciarme. Si no llevaremos esto a los tribunales.

Él echó un vistazo alrededor y suspiró:

—Ahora no puedo, estoy a punto de ser subdirector del hospital.
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