Capítulo 2
Tenía en mis manos el certificado de defunción de mi madre, sintiéndome como un títere sin alma. Con la vista perdida, ya no podía llorar más. Marqué muchas veces a Romeo, pero él simplemente no me quiso contestar.

Cuando me enteré de la enfermedad de mi mamá, le había rogado a Romeo que nos ayudara a conseguir un riñón a través de sus contactos. Sin embargo, él me rechazó rotundamente, argumentando que ayudarme con sus recursos sería injusto para otros pacientes que estaban en la lista desde mucho más tiempo atrás y que también urgente necesitaban de uno.

Romeo venía de un pequeño pueblito escondido en las montañas y alejado de todo, pero aun así fue el único en su localidad que se graduó de una universidad de prestigio. Sin ningún respaldo familiar, logró salir adelante y convertirse en un profesor reconocido gracias a su esfuerzo y talento. Por eso, despreciaba cualquier tipo de injusticia, tanto en el estudio como pues en el trabajo.

Sin embargo, ese hombre que se decía valorar tanto sus principios, ¡se apoderó canallescamente del riñón que estaba destinado para mi madre y se lo dio a otra persona!

Me encontraba en la puerta del quirófano de Rita cuando vi a Romeo salir. Le dijo que la cirugía había sido un éxito, y ella se lanzó a sus brazos…

Romeo levantó los brazos, a punto de apartarla, pero al final no lo hizo. Cuando levantó la mirada, me vio.

Quizás no quería que sus colegas los vieran y causaran rumores, así que apartó de inmediato a Rita de su abrazo. Me acerqué y, entre dientes, le pregunté:

—¿Hiciste una cirugía de trasplante?

Se detuvo un poco, y me respondió:

—Sí, acabo justo de terminar. ¿Por qué estás aquí?

—¿Cuántas cirugías has tenido hoy?

—Solo tengo una. ¿Por qué me preguntas así?

Se mostró confundido, pero pronto pareció tenerlo entendido:

—Sé que te preocupa mucho tu mamá, pero pronto le tocará, ¿de acuerdo?

Al escucharlo, ¡le di una cachetada! Casi al instante, Rita se puso frente a él y me apartó de un empujón:

—¿¡Por qué le pegas!?

Romeo se quedó sorprendido por la bofetada. Los allí presentes presenciaron semejante escena mientras en cambio él me reprochaba:

—¡Qué es lo que haces!

Con los ojos sonrojados, solté una risa amarga:

—¡Fue el riñón que mi mamá había esperado desesperadamente! ¡Con qué derecho se lo diste a otra persona!

Él se puso nervioso porque se lo grité en voz alta. No quería que los demás lo escucharan:

—Estella, hablemos de esto en mi consultorio, ¿vale?

Dicho esto, intentó llevarme, pero lo detuve:

—¡Hazlo aquí!

Quería saber qué diría. Él bajó la voz:

—Es que la situación de la madre de Rita fue mucho más urgente, mientras que tu mamá ha estado en diálisis durante mucho más tiempo y pues puede esperar un poco más.

Lo miré con incredulidad. Me dio una sensación familiar pero extraña a la vez. Al final todos sus principios eran una farsa. A lo que le respondí:

—Esto es un robo.

—¡Estella! —me interrumpió en tono severo—: ¡Ten cuidado con lo que dices!

—Estella, lo siento, no culpes a Romeo… Estaba desesperada… No quería que mi mamá muriera, por eso le rogué a Romeo que me ayudara. Lo siento, de verdad… —intervino Rita con los ojos llenos de lágrimas.

Ella me pidió perdón de rodillas, pero eso no impedía que la tristeza se apoderara de mi corazón. Ella no quería que su madre muriera, ¿pero por eso podía despojar a la mía de su oportunidad de vivir?

No podía entender su lógica, ¡tampoco podría perdonarla!

La diálisis era una tortura, y mi mamá había estado sufriendo en esa agonía durante tres años esperando esta oportunidad… No podía aceptar que se lo hubieran robado de esa manera.

—¡Pues devuélvele el riñón!

—¡Ya basta carajo! —gritó Romeo con furia.

En ese momento, la enfermera salió del quirófano empujando una camilla con la madre de Rita. Le pidió con ternura que acompañara a su madre de regreso al pabellón, asegurando que él se encargaría de mí. Una vez que Rita se fue, me tomó de los hombros:

—Estella, ¡no hagas otro de tus berrinches! La madre de Rita no puede esperar. Tu mamá ha estado en diálisis, no se va a morir de inmediato...

Lo miré fijamente. Se dio cuenta de que había dicho algo incorrecto y rápidamente corrigió:

—Confía en mí, cuidaré bien de tu mamá.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo