Acababa de cortar la llamada cuando recibí un mensaje de Romeo:

[Me programaron una cirugía esta noche, hoy me quedaré a dormir en el consultorio.]

Obviamente, me estaba informando que no regresaría a casa.

En ese momento, recordé el tono orgulloso de Rita al contestar la llamada. Por el mensaje de Romeo, parecía que ella no le había transmitido del todo mis palabras. Solté una sonrisa burlona y recogí mi última pertenencia de la casa de Romeo. Salí y cerré la puerta, todo de manera tan decidida, que ni siquiera me molesté en mirar atrás.

Durante los cinco años de nuestro matrimonio, cada vez que él se quedaba en la oficina trabajando, siempre me informaba con detalle. Decía que las mujeres son sensibles y delicadas; por eso, si los hombres prestan atención a los pequeños detalles, eso les brinda a ellas una gran sensación de seguridad. Enviar un mensaje o hacer una llamada no debería ser pues complicado. Esta vez, como siempre, se escudó en una cirugía que tenía que realizar de última hora.

En realidad, amaba con locura a ese hombre por su excelente habilidad profesional y su atención a los detalles. Sin embargo, ahora todo eso me parecía tan ridículo.

Regresé a la casa donde vivía mi mamá, donde estaba impregnada de su típico aroma a madera. Toda mi fuerza se había escapado; me dejé caer en la cama donde ella solía estar, mientras las lágrimas caían en silencio de mis ojos.

Unos días atrás, aún estábamos abrazadas, llorando de alegría, porque finalmente había conseguido un riñón para la cirugía de trasplante. Esa esperanza había despertado su anhelo de seguir con la vida. Aunque la diálisis ya la había torturado y demacrado durante tres años, aun así, me mostró su sonrisa con tanta ternura:

—Cariño, ha sido un largo camino difícil para ti.

Sonreí con alivio y me hundí en su abrazo, disfrutando de su calidez maternal. Tres años no son ni largos ni cortos. Para mi madre, la diálisis prolongaba su vida, pero también le había robado muchas alegrías y dignidad. Era una mujer tan hermosa y elegante, pero la enfermedad le dejó una fístula en el cuerpo, y toda su esperanza de vida dependía de una máquina de diálisis. En mi corazón, sabía que ella era la que más había sufrido.

En numerosas noches, la vi llorar en la oscuridad, mirando la foto de mi padre. Sabía que deseaba reunirse con él en el cielo... Pero Romeo también me había dicho que la cirugía de trasplante solucionaría su problema. Como él era el doctor más reconocido en el área de nefrología del Hospital Santa María, confiaba mucho en él.

Así que esperábamos con paciencia mientras mi madre hacía diálisis. Finalmente, llegó la buena noticia. No obstante, ocurrió algo inesperado. ¡Romeo decidido trasplantar el riñón que tenían para mi madre a la madre de Rita a solo media hora de la cirugía programada! Y pues mi madre, debido a complicaciones de insuficiencia cardíaca, no logró salir viva del quirófano…