No corrían, pero el paso si era rápido. Al llegar al puente pudieron observar a mucha gente esperando que ya fuera la hora de que las campanas sonaran. Sin saber cómo, la rubia fue la que guio el camino entre la gente hasta que diviso al borde del puente a su pequeña sentado con los ojos cerrados y a su lado, también sentada, la pequeña de cabellos plateados a la que distinguió muy bien, era la misma niña a la que Armand había salvado en Londres antes de la navidad. Casualidades de la vida ¡Armand!–exclamaron felices todos los del grupo nombrando al pequeño quien abrió los ojos para ver llegar a quienes esperaba— Enseguida fue la rubia quien se agacho a ver al pequeño pelirrojo, este solo sonrió de manera nerviosa al ver el rostro preocupado de su madre, sabía que no estaba del todo bien. Tenía varios golpes, unos cuantos moretones y unas pocas heridas. ¡¿Cuándo aprenderás a no preocuparme Armand? ¡¿Cuándo?–exclamo la rubia con rostro de reproche total al pequeño quien pego un son
“Emily, ¿quieres casarte conmigo?” Vaya, no podía creer cuanto ya había pasado desde esa pregunta, ya era un mes, se le notaba poco a poco su pancita, se le pasaban poco a poco los efectos de mareos y siendo sustituidos por antojos y sensibilidades de las que ni ella había creído tener nunca. Todo volvía a su relativa normalidad. El trabajo y la escuela eran la metódica diaria, uno que otro juicio, una que otra llamada de Susan intentando quien sabe que cosas, eso no importaba, ahora estaba del todo feliz y segura de lo que hacía. “claro que acepto Frank” Miro su mano, esa donde ahora reposaba aquel anillo de oro blanco y jade rodeado de circones, sin duda jamás se espero portar un anillo así en su vida. Recordó como lloro de felicidad abrazando a Frank cuando este se lo dio, en realidad ese hombre era todo lo que una mujer podía querer, todo eso y más. Aunque debía admitir que le tomo por sorpresa aquella petición, se la esperaba muchísimo más adelante, si es que de verdad llega
El día comenzaba, apenas estaba amaneciendo. El sonido de un cerrojo y luego la luz entrando a una habitación se hicieron presentes. Por la puerta entro primero el azabache dueño de aquella mansión y seguido de él, dos personas, la rubia y el pequeño pelirrojo quien aun no entendía nada de lo que allí sucedía. Al prenderse la luz, los ojos negros del pequeño se agrandaron de la impresión. Aquella habitación tenía paredes de un color celeste muy suave, dibujos de nubes y autitos pintados en aquel tenue color celeste, un estante repleto de juguetes, un armario con las puertas semi abiertas donde se notaba había mucha ropita de bebe. En medio de aquella habitación, una cuna, amplia y cómoda, lo curioso fue que al lado de esa cuna, había otra cama, una más pequeña, objeto que llamo por demás la atención de ambos quienes miraron automáticamente al azabache. Cuando Armand era bebe, yo dormía aquí para vigilar que Susan no intentara nada malo, además de que ya no la soportaba, mucho menos
CulpableEl sonido de aquel martillo resonó en toda la habitación. El rostro pálido de aquella persona no se hizo esperar. Quería gritar y mandar a todos al infierno, quería salir corriendo de allí, escapar, eso no podía estarle pasando, no a ella, no, definitivamente eso debía ser un sueño.Por las pruebas mostradas en tribunales, tanto de testigos presenciales como evidencias físicas, condeno a Susan Relish a 40 años de presidio sin beneficios carcelarios bajo la razón de homicidio frustrado con dolo, homicidio realizado con dolo con responsabilidad sobre quienes murieron en el incendio de hace 5 años en el orfanato de Inglaterra, a 20 años más por el delito de violación de patria potestad bajo la causa de adopción sin consentimiento del padre, y a parte otra condena de presidio calificado sin beneficios carcelarios por manejo totalitario de la empresa que debió ser heredada en primera instancia a Emily Relish, he dicho –volvió a sonar el martillo del juez encargado al mismo segundo
Dios… sálvame por favor… —rogaba cierto rubio hecho piedra— Tarado –pensó el pelirrojo quien se sentaba a su lado mirando a su mejor amigo con una gota en la cabeza, no todos los días lo veía babear como un idiota, aunque la situación era ya común— Se preguntarán, ¿Qué situación?, pues si se ve de lejos, la escena es un salón de clases. Todos estaban muy concentrados en aquel papel blanco que yacía en sus bancos, bueno, casi todos, la excepción como podrán adivinar era el pequeño rubio Douglas a quien le salía el alma por la boca, sin duda alguna esa era su peor pesadilla. Si, acertaron. Examen de matemáticas No podía ser… ¡Apenas había pasado de grado! ¡¿Cómo esperaban que supiera hacer solo ecuaciones? Hacerlas con la ayuda de Armand, aunque en realidad el hiciera sus tareas a cambio de que realizara las de ingles de este, era una cosa, y ponerlo a hacerlas solo era un castigo. ¡Debieron inventar las matemáticas como medio de tortura medieval! Penso el pequeño Douglas quien ten
Sus grandes ojos jades se veían cansados, pero aun así sonreía como no recordaba haberlo hecho en mucho tiempo. Allí no habían muchas personas, solo estaba el rubio Douglas quien hizo de chofer para ellos cuando las contracciones habían comenzado, y el Maxwell quien tuvo que aguantarse todo sus dolores hasta que llegaron a la clínica, realmente había sido una odisea. No importaba, ahora veía feliz aquella escena donde Frank tenía entre sus brazos aquel pequeño bultito de color rosa mientras con una de sus manos tomaba la pequeña mano de aquella bebita. Habían comprado todo de rubia, desde que el medico les dijo que era niña, claro que la habitación ya estaba pintada, ese pequeño travieso con complejo de adivino realmente había dado en el blanco, otra vez, debería cobrar por hacer predicciones. Los ojos de todos se centraron en la puerta cuando pasos acelerados se escuchaban, casi como si una multitud estuviera corriendo por los pasillos. La puerta se abrió de golpe dejando ver al p
Su tic nervioso aumentaba a medida que recorría su figura en el espejo. Miro a su lado a quien le veía, es decir, cuando tu padre te ve con esa sonrisa de diversión demencial y los brazos cruzados jamás puedes evitar que un aura depresiva te rodee junto a un color azulado en tu frente. Se mantenía quieto mientras un tipo raro que jamás esperaba a ver en su vida le tomara medidas, su padre tenía toda la razón del mundo cuando dijo que pagaría ayudándole a salir del problema, ahora se arrepentía de ser tan honesto y decir sus deseos tan libremente, aprendería a callar algunos de ellos por su propio bien. Extendió los brazos como le dijeron, tomando más medidas, las mangas le quedaban algo largas, al igual que el pantalón, pero eso se arreglaría, para ello dejaba que ese tipo raro le tomara medidas, pronto seria su turno de molestar a su padre, lástima que no lo disfrutaría tanto como su padre si disfrutaba del sufrimiento ajeno. &n
Su risa no paraba en ningún momento, ver la cara de maniaco feliz del azabache y el aura depresiva de su pequeño pelirrojo sin duda alguna era algo que no se veía todos los días, es decir, usualmente a ella o al azabache les tocaba tener esa aura por cualquier cosa o acción con las que Armand les matara el punto, debía darle crédito a Frank por lograr lo imposible De verdad sí que son padre e hijo ¡Deja de reírte!–pidió el pelirrojo exasperado y con el rostro rojo, por primara vez quería ocultarse bajo la mesa o que la tierra se lo tragara— ¡Alguna vez que me toque reírme hijo!–Exclamo aun más divertida Emily, estaba a punto de caerse de la silla al suelo y revolcarse en el suelo solo para intentar contener la risa— ¡Es tu culpa!–apunto Armand a su padre quien sonrió más de medio lado, recordaría esa etapa de su vida con mucha vergüenza y encima de todo estaba seguro que su padre lo molestaría de por vida— Te atendrás a las consecuencias–aseguro Frank, ahora si el aura deprimente