Llamado de sangre

Por el pasillo caminaba con el ese pelirrojo aun en brazos, no es que quisiera llevarlo así, pero no sabía si estaba del todo bien o no, podía perder el equilibrio caminando. Había parado un poco su llanto, llevaba los ojos cerrados, respirando tranquilo, pero aun así soltaba algunos sollozos aislados. Al lado de él caminaba preocupada la rubia quien veía preocupada a su hijo.

—No puedo creer que no le enseñaras a nadar –le reclamo con poco animo el azabache a la rubia.

—Yo tampoco… sé nadar… nunca me enseñaron –reconoció ella parando su paso al igual que el Maxwell quien se le quedo mirando.

La de la expresión melancólica ahora era ella. Que idiota, debió suponerlo, de lo contrario el chico si sabría nadar o ella habría sido la primera en ir en auxilio del pequeño en su lugar.

Sentía el vacío de muchos años de poco afecto en su corazón, siempre necesito a sus padres, a alguien quien le quisiera así, lo más cercano fue esa mujer de cabello rojo, Adelaide, pero ella era joven y ni ella
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