—Rock’em Sock’em Robots—.Belinda se echó a reír. —¡Me acuerdo de ellos!— entonces notó que Anthony estaba observándola. —¿Intento… tratar de ocultarlos?——Nah. Anthony no tiene idea de lo que son. No se dará cuenta,— dijo Edmond.Así que Belinda se apresuró por hacer el último recado para Edmond, optimista de que las cosas finalmente saliesen según lo planeado.Desafortunadamente, ella estaba equivocada.—Aquí tienes. Es el último que tengo,— dijo el hombre detrás del mostrador de la tienda de juguetes antiguos. Se echó hacia atrás y miró a Belinda mientras ella miraba la caja.—En realidad nunca vi uno de estos de cerca antes. Sólo había visto los anuncios,— dijo mientras miraba la caja de colores vibrantes.El hombre entonces se encargó de sacar los juguetes de la caja para mostrarle a Belinda cómo eran en persona. Instaló el primer robot de plástico azul y luego el rojo. Luego frunció el ceño mientras miraba dentro de la caja.—Aquí no hay ring,— anunció.—¿No hay qué?— Belinda cu
Edmond estaba sentado en el suelo, con los ojos a nivel de la mesa que había preparado en el comedor con el tren para Anthony.—Le va a encantar,— dijo Belinda mientras se acercaba suavemente por detrás de Edmond y observaba la máquina de juguete guiar varios vagones a lo largo de las vías.—Si,— dijo Edmond sin prestar atención. Era difícil no mirar el juguete, que solía ser suyo, sin recordar el olor de los rollos de canela en la mañana Navidad, o a su padre enseñándole cómo frenar el tren cuando se acercaba al puente o su hermana en el fondo tocando un silbato de madera esforzándose para ser incluida.Belinda frotó los hombros de Edmond suavemente antes de apartarse hacia la puerta principal.—Bueno… parece que ya tienes todo listo. Haz muchas fotos y vendré más tarde en la mañana.—Eran poco más de las doce y acaban de terminar de colocar todos los regalos de Santa y rellenado el calcetín Navideño de Anthony. En realidad Belinda había hecho eso mientras Edmond había montado el tre
Ernest y Camille, que no tenían a nadie a quien comprar regalos durante las vacaciones, le hicieron a Anthony cuatro regalos, y aunque el estado de su relación era desconocido, Edmond no pudo evitar fijarse en que estaban relacionados, dando señales de que lo más probables es que fueran comprados como un set.Jayden, ahora un pasajero dispuesto y lleno de júbilo a bordo del tren de los bebés, estaba enganchado a los juguetes y videos que decían ser de un valor educativo extremo. Y a juzgar por el nivel de habilidad requerido para averiguar el rompecabezas de madera que Jayden y Ariana le habían regalado, Edmond estaba seguro de que MENSA* extendería a Anthony una invitación personal a su organización si era capaz de resolverlo.—¿Te gustan todos tus regalos, Anthony?— Belinda preguntó desde su lugar cerca de la mesa de tren. Enfocó la cámara en la cara de Anthony para gravar su reacción, y cuando se volvió para responderle, es cuando vio lo que su padre había pasado horas montando la
—¿Qué ibas a decir?— Edmond preguntó.—No es importante. Adelante—. Era obvio que Edmond tenía algo que quería preguntarle a Ernest, y creó una nube de tensión sobre ellos mientras esperaban a que continuara.—Eh… me preguntaba—, Edmond miró fugazmente a Ernest y luego miró hacia otro lado. —¿Alguna vez Camille te pide que hagas cosas… en la cama… que crees que son… raras?—Ernest rio. —¿Se trata de comerle el coño otra vez? Colega, pensé que ya habías superado eso—.—No, no es eso—.—Oh. Bueno… Rose está bastante dispuesta a cualquier cosa, pero, de nuevo, yo también, así que no. No creo que alguna vez me haya preguntado … ¡oh, espera un minuto!— Ernest chasqueó los dedos.—Hubo una vez que ella quería hacerlo durante el juego de playoffs. Pero creo que solo estaba tratando de decir que la ignoro cuando empiezan los partidos—.Ahora era el turno de Edmond de devolverle una mirada vacía a Ernest. Se reprendió en silencio por tratar de tener una conversación seria con Ernest. Un esfuer
Le hizo pensar en lo dulce que solía oler su casa en la mañana de Navidad, y cómo su madre siempre pretendía no saber que había regresado a comer por una segunda y, a veces, tercera vez una porción de los rollos de canela de Navidad.Le hizo pensar en los arbustos de acebo con las bayas rojas brillantes justo afuera de la ventana en el estudio de su padre, donde solía esconderse durante horas y mirar los libros con pop-ups que Carlisle había comprado.Le hizo pensar en la forma en que su madre siempre le preguntaba, justo antes de que se apagaran las luces, si había tenido una buena Navidad, y luego sacaba una pequeña caja de detrás de su espalda y decía: —Santa olvidó uno—. Siempre fue algo pequeño, comestible y envuelto en un paquete con un lazo rojo brillante. Su madre siempre lo dejaba comer lo que fuera en ese momento, y ni siquiera tenía que lavarse los dientes después. Ella simplemente lo dejaba salirse con la suya, y luego apagaba la luz, sabiendo que en la próxima salida del
Belinda luchó contra cuál era su lugar mientras observaba a los dos White en su vida lidiando con lo que acababa de suceder: una pesadilla en preparación para cada uno de ellos. Por todo lo que había pasado con Anthony y Edmond, Belinda sabía que el enfoque directo que funcionaba mejor con Anthony no era el mejor método para Edmond. Edmond necesitaba su propio espacio para resolver las cosas en su mente antes de ser capaz de compartir con los demás, mientras que Anthony necesitaba ser conducido rápidamente por el camino correcto de pensamiento o su mente se haría cargo y lo enviaría en espiral hacia miedos innecesarios.Así que ella dejó que Edmond se enfrentara solo, fingiendo no ver cuando golpeó con enojo las lágrimas que amenazaban con derramarse de sus ojos y ella tranquilizó en silencio a Anthony mientras estaba sentado en el asiento trasero, sollozando y sorbiendo la nariz con miedo.Una vez que estuvieron en casa, Belinda se alegró de ver a Anthony regresar a su tren. Sin emba
—Edmond.— El nerviosismo en la voz de Caroline era evidente.Edmond pareció no notarlo cuando preguntó: —¿Qué estás haciendo aquí?——Solo vine a hablar con Belinda—.—¿Sobre qué? Porque fue perfectamente claro esta mañana. No te dejaré usar a Anthony como una especie de conejillo de Indias—.—Por supuesto que no. Por supuesto que no espero eso, Edmond. Y me rompe el corazón que tenga tanto miedo de tu padre. Pero sabes que tu padre no está bien, y después de años sin ninguna pista, finalmente tenemos una idea de lo que podría llegar hasta él—.—Sí, ya escuché todo eso. Y no he cambiado de opinión. Y si la voz de un niño o un niño pequeño es un detonante para él, entonces busca a otro niño. Anthony ya ha pasado por suficiente. No va a ser él—.—Edmond, por favor, solo escúchame. Todo lo que te pido es…——¡No!—Era lo más fuerte que Belinda había escuchado gritar a Edmond, y su voz retumbante los asustó a ella y a Anthony. Sabía que era hora de distraerse o de terminar la visita de Caro
—No, pero puedo verlo—.Belinda dejó que el silencio hiciera efecto antes de hacer la inevitable pregunta.—¿Es el motivo por el que no dejarás que Anthony lo haga?——Ya te dije por qué no dejaré que Anthony lo hiciera. ¿Por qué no es razón suficientemente para nadie?— Edmond preguntó con exasperación.—No he dicho que no fuera una buena razón—.—No estás diciendo nada… y es algo que no te pega—.—Tal vez no sé qué decir—.—Siempre sabes qué decir, Belinda—.—Saber qué decir y tener algo que decir son dos cosas diferentes—.—Usualmente tienes razón. Incluso si no me gusta admitirlo,— Edmond se rio entre dientes de su confesión.—No. No siempre la tengo.— Ella levantó los ojos hacia él. —¿Cómo cuando te sugerí que fueras a visitar a tu madre el día de Navidad? Mira lo que pasó—.Edmond se movió para estar por encima de Belinda, mirándola mientras ella lo miraba.—¿Te culpas por lo que pasó en Navidad?— preguntó.Belinda se percató de la expresión incrédula en su rostro y levantó las ma