—¿Edmond?——Con mucho gusto voy a pagar doscientos cincuenta por el puñetazo en la boca que le de dio Camille por defenderte a ti y a Anthony. Pero por quinientos, me gustaría haberlo visto,— se rió Edmond.La conversación se vio interrumpida cuando Edmond llegó a su coche, pero no quería ir a Port Angeles sin antes pasar un poco de tiempo con Anthony y Belinda, y quedó en encontrarse con Ernest en el apartamento de Belinda y acordaron salir desde allí.—Va a estar muy cansado,— le dijo Belinda a Edmond más tarde, cuando él estaba de pie frente a ella en su cocina. Le pasó los dedos por el pelo y le besó en los labios. —No estarás de vuelta hasta media noche, incluso más tarde—.Edmond asintió de acuerdo con ella. —¿Te importa si salimos un poco más tarde mañana hacia Oregón?——Podemos, o puedo conducir a la primera etapa del viaje,— ofreció Belinda.Ernest entró por la puerta principal y dominó sobre la respuesta de Edmond.—Una pelea de putas en el 360*, ¿eh?— Ernest resonó desde la
Edmond escuchaba en silencio el zumbido de los neumáticos sobre la carretera contemplando no sólo el largo viaje que tenía por delante, sino también el próximo viaje a Oregón.—No hacía falta que vinieras, ¿sabes?— dijo Ernest, interrumpiendo los pensamientos de Edmond.—Pensé que querías que viniera,— Edmond miró hacia él.—Quería usar tu coche. No dije que hiciera falta que tú vinieras en él.—Edmond se encogió de hombros. —No es problema—.—Parecía que Belinda quería que te quedaras con ella,— dijo Ernest como observación.—Belinda esta de acuerdo,— suspiró Edmond. —Con casi todo.—Ernest miró a Edmond con una ceja levantada. —Pero eso es bueno, ¿verdad?— preguntó con confusión.Edmond miró sobre su hombro y vio que Anthony estaba sentado tranquilamente en la parte de atrás, con los ojos y oídos fijos en su padre. Y Edmond sabía que como se había echado una siesta en casa de Belinda, era muy poco probable que Anthony se fuera a dormir pronto.Por lo tanto, —Sí,— fue todo lo que ofr
—No debería estar aquí,— anunció, golpeando su puño contra el reposabrazos de la puerta. —¿Quién demonios se cree que es? ¿Piensa que me puede tirar como basura pasada y luego llamarme cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Dónde están todos esos guaperas ricos, eh? ¿Por qué no llama a uno de ellos? —Edmond, pesado por el cansancio, apoyó la cabeza en el reposacabezas. —Camille era sólo una chica de pueblo en busca de una experiencia de la gran ciudad. Probablemente pensó que la seguirías.——No me pidió que la siguiera,— dijo Ernest con todo de burla. Solo dijo que ella tenía que ir.——Y se fue,— señaló Edmond. —Y volvió de nuevo.——Pero no lo hizo, de todas formas.— Ernest miró a Edmond. —Ya sabes que se está mudando.——Pero no se ha ido todavía.——¡Eso es porque está en la cárcel!— resonó la voz de Ernest.—¿Vas a sentarse ahí y pretender que ella no podía haber llamado a Belinda para que viniese a pagar la fianza? Te llamó por alguna razón, Em.——Porque sabe que soy un tonto y que
Edmond estaba más descansado de lo que se había sentido en meses cuando se despertó a la mañana siguiente. Alargó el brazo buscando el calor del cuerpo de Belinda, pero su mano se encontró con una superficie de sábanas frías en su lugar. Frotándose la cara, Edmond se incorporó y echó un vistazo al reloj de su alarma. 9:16 am —¡Mierda!— exclamó mientras apartó las mantas. Con cuidado, colocó su erección matutina y se puso los pantalones del pijama antes de bajar por las escaleras, donde encontró a Belinda y Anthony en la cocina. —¡He hecho galletas!— Anthony dijo tan pronto como vio a su padre. Edmond pasó la mano por el pelo de Anthony en respuesta antes de dirigirse a Belinda. —Me quedé dormido. Debíamos estar ya de camino.— Belinda sacudió la cabeza. —Dijiste que saldríamos más tarde, así que pensé que eso significaba que querías salir después del tráfico de la mañana. Si nos vamos en los próximos cuarenta y cinco minutos más o menos, estaremos bien.— La adrenalina desapareció
—¡Aaah!— Edmond gritó mientras se desvió de forma inesperada. —¡No muerdas!— Antes de que Belinda pudiera ofrecer una explicación, la iluminación de luces rojas y azules se apoderó del interior del coche. Y entonces un auge de voz vino por un altavoz. —¡Deténgase!— —¡Mierda!— Edmond escupió mientras trataba de maniobrar el coche al arcén de la carretera al mismo tiempo tratando de metérsela de nuevo en los pantalones. —Simplemente bájate la camisa,— Belinda gesticulaba frenéticamente. —¿Crees que nos vio? ¿Crees que sabe lo que estábamos haciendo?— Edmond no respondió. Después de subir la cremallera de sus pantalones vaqueros, buscó en la guantera la tarjeta de su seguro, y luego sacó su licencia de conducir antes de bajar la ventanilla. —Buenos días—, saludó el oficial de policía mientras tomaba un vistazo en el interior del coche. —¿Algún problemilla para mantenerse en la carretera hoy?— —No, señor,— respondió Edmond con prontitud. La experiencia le había enseñado a responder
El cielo teñido de azul se volvió negro y Edmond concedió el deseo de su hijo de un baño lleno de espuma. Mientras preparaba el agua, podía oír a Belinda moverse en la habitación contigua, colgando ropa en el armario, sacando artículos de aseo y explorando su entorno. Cuando Edmond salió del baño con Anthony envuelto en una toalla, vio que se había tomado la molestia de colocar el pijama de Anthony y abrir su lado de la cama. Por supuesto, más allá del gesto considerado, Edmond vio que ella estaba reiterando que no iba a dormir con él. Lanzó una mirada con el ceño fruncido en su dirección y ella le devolvió una sonrisa inocente. —¿Quieres ducharte primero?— preguntó ella con dulzura. —Es toda tuya,— respondió Edmond rotundamente. Belinda usó las instalaciones con rapidez, y cuando salió, su pelo ondulado estaba oscurecido por la humedad y la camiseta sin mangas y pantalones de yoga ocultaban su cuerpo lo justo para el dar con el punto de excitación óptima de Edmond. Él murmuró obsc
—Bueno, no sé dónde está mi abuelo,— Anthony le dijo a Santa como si estuviera esperando que el hombre de la barba se lo dijera. —¿Oh? ¿Te mudaste?— Santa le preguntó. Anthony asintió. —Vivo en la casa de mi padre ahora.— Anthony señaló a Edmond. Edmond sonrió ligeramente, deseando al mismo tiempo poder comunicarse silenciosamente con este Santa y advertirle de no preguntar nada más acerca de los abuelos de Anthony. Santa miró a Edmond de arriba abajo. —Bueno, tu padre se ve muy contento contigo, ¿y sabes por qué?— esperó mientras Anthony negó con la cabeza. —Porque has sido un chico muy bueno este año. ¿Y sabes lo que ganan los chicos buenos en Navidad?— —¡Deseos Navideños!— Anthony gritó. Santa pareció desconcertado por un momento. —Bueno, yo iba a decir regalos,— se rió entre dientes, —pero creo que a veces los regalos se desean, ¿no es así?— Anthony asintió. —¿Así que, qué estás deseando este año, Anthony?— —Um… una motocicleta y un tren y una pelota de béisbol y poner ci
—Bien. Me preocupaba que fuera a parar a una situación en la que él fuese el niño nuevo las 24 horas del día. Él era el centro de nuestro universo, aquel universo.— —Sí, se ha convertido rápidamente en el centro del mío también.— David parecía contento de escuchar eso. —Tengo que verle. Por favor, Edmond.— —Si. Por supuesto,— dijo Edmond, confiando ahora en que el hombre no arrojaría confusión sobre Anthony por menospreciar a su padre. Edmond volvió al vestíbulo y les hizo señas a Belinda y Anthony. Malentendiéndole, Belinda dirigió a Anthony hacia su padre, pero se mantuvo en su lugar al lado de las ventanas. —Tú también,— le dijo Edmond. Belinda le miró sorprendida, pero no se demoro. —¿Dónde estamos?— Anthony preguntó. —¿Quién es toda esta gente?— —No sé quienes son la mayoría de estas personas, sólo conozco a una,— dijo Edmond mientras acercaba a Anthony a la puerta de su abuelo. David se había colocado justo en frente de la puerta, así que cuando Edmond la abrió, él fue l