—Edmond, ¿tiene alguna sesión antes de que nos vayamos a Oregón?— Preguntó Belinda.—¡Eso es lo que está provocando esto!— Edmond casi gritó. —Desde que le llevo a esa maldita psiquiatra se ha convertido en esto…—Edmond no llegó a terminar de decir lo que pensaba porque Anthony regresó con su caja de adornos y algunos juguetes que por la razón que fuese quería poner en el árbol.El ambiente estaba cargado de una falsa sensación de alegría navideña mientras Belinda y Edmond se movían ligeramente alrededor de Anthony, asegurándose de mantener alto su estado de ánimo y humor.Después de que el árbol estuviese terminado, Belinda preparó un baño de burbujas para Anthony y luego comenzó a prepararse para el festival de Navidad de esa noche. Anthony parecía haberse olvidado del anterior disgusto y volvió a reír y estar emocionado por el espectáculo.Edmond se sintió como si estuviera constantemente conteniendo el aliento mientras salían por la puerta y volvían a la escuela. Permaneció en si
Belinda parecía un pez mientras abría y cerraba la boca sucesivamente. Edmond estaba de pie ante ella, expectante, pero ella simplemente no podía detener el bucle de indecisión que pasaba por su mente.Al principio había sido firme en su decisión de no decirle a Edmond lo que le había dicho su madre. Creía que era imperativo que cuando Edmond se enterase de la verdad sobre su infancia, su madre debía ser quién estuviera frente a él para proporcionar todos los detalles.Sin embargo, Edmond, en todo su obstinado esplendor, había demostrado que si Belinda no le decía lo que Caroline le había dicho lo más probable sería que él nunca lo averiguase. Así que, por eso, ella estaba sentada en el sofá de Edmond tragándose su condena y esperando a que él regresara de arropar a Anthony esa noche.Cuando Edmond volvió a la aquel edificio de abajo, se sentó al lado de Belinda con las manos entrelazadas colgando entre las rodillas.—No me lo vas a decir, ¿verdad?— preguntó con los ojos clavados en l
Por supuesto, siendo realista, sabía que el Edmond que ella había llegado a conocer y amar no era el tipo de hombre que mostraba dramáticas reacciones emocionales, pero esperaba algo más allá que el hombre complaciente que estaba sentado frente a ella. —¿Edmond?— se inclinó para mirarle a los ojos bajos que él tenía entornados. —¿Está abrumado?— —¿Huh?— se estremeció él, como sacudiendo un mal pensamiento. —Uh, no. No, sólo estoy escuchando…— —¿Quieres hablar de ello?— Belinda se sintió deslumbrado inmediatamente por la encantadora media sonrisa ladeada que le ofreció Edmond. —¿No es eso lo que hemos estado haciendo durante casi una hora?— —Edmond, ya sabes lo que quería decir,— Belinda le dio un manotazo juguetón. Dejó escapar una carcajada sincera. —No, estoy bien.— Acababa de descubrir que todo lo que sabía de su infancia no era cierto y ¿estaba bien? —¿Estás seguro?— Preguntó Belinda mientras ponía su mano sobre su muslo. —Sí—. Edmond se puso de pie, deshaciéndose de la m
—Si, Si que lo estoy. Quiero decir que cuando pienso en este pequeño bulto que es parte de Jayden y parte mía, es increíble. Pero entonces, cuando pienso en todo lo que va a cambiar… No sé… Siento como no hay manera en la tierra para sentirse preparado para esto.— —Pero, esperar,— dijo Rosalía de repente. —¿Estás embarazada de tres meses?— le echó una mirada al abdomen de Ariana cuando la carretera estaba despejada. —Todo lo que leía decía que no se debe decir a nadie hasta que hayas completado el primer trimestre, y eso es lo que hice. He leído todo lo que he podía alcanzar con mis manos y todavía me siento como si no supiese nada. Es tan abrumador,— se quejó Ariana. —¿Pero no es eso lo divertido del viaje?— Preguntó Belinda. —Esa es la aventura de ser padres.— —Eso es lo que dice una mujer sin hijos,— murmuró Camille. Antes de que Belinda pudiera protestar, Ariana miró por encima del asiento a Anthony, que estaba mirando a las mujeres que le rodeaban con gran interés. —Estoy t
Un profundo silencio cayó sobre la tienda mientras los clientes se alejaban de lo que parecía una pelea a punto de estallar. Vicki había tiempo suficiente para burlarse de la casi amenaza de Belinda antes de que un gerente de la tienda se acercara y con firmeza les obligaba a abandonarla tienda. Y, por supuesto, ya que Anthony estaba aferrado a Belinda mientras ella caminaba en la misma dirección que Vicki, a Anthony casi le da un ataque de pánico. Afortunadamente, había logrado permanecer seco por el momento.—Cariño,— dijo Belinda, una vez que finalmente fue capaz de hacer separar a Anthony de ella, —Estas bien. No voy a dejarla que se acerque a ti, ¿de acuerdo? No va a hacerte daño.—Pero entonces Belinda alzó vista y vio, que en realidad, Vicki tuvo la audacia de estar de pie cerca de ellos. Cuando vio que Belinda miraba hacia ella, se acercó otra vez de forma amenazante.—Sólo quiero que sepas que esa pequeña treta que hiciste llamando a la familia de mi cliente y diciéndoles que
—¿Edmond?——Con mucho gusto voy a pagar doscientos cincuenta por el puñetazo en la boca que le de dio Camille por defenderte a ti y a Anthony. Pero por quinientos, me gustaría haberlo visto,— se rió Edmond.La conversación se vio interrumpida cuando Edmond llegó a su coche, pero no quería ir a Port Angeles sin antes pasar un poco de tiempo con Anthony y Belinda, y quedó en encontrarse con Ernest en el apartamento de Belinda y acordaron salir desde allí.—Va a estar muy cansado,— le dijo Belinda a Edmond más tarde, cuando él estaba de pie frente a ella en su cocina. Le pasó los dedos por el pelo y le besó en los labios. —No estarás de vuelta hasta media noche, incluso más tarde—.Edmond asintió de acuerdo con ella. —¿Te importa si salimos un poco más tarde mañana hacia Oregón?——Podemos, o puedo conducir a la primera etapa del viaje,— ofreció Belinda.Ernest entró por la puerta principal y dominó sobre la respuesta de Edmond.—Una pelea de putas en el 360*, ¿eh?— Ernest resonó desde la
Edmond escuchaba en silencio el zumbido de los neumáticos sobre la carretera contemplando no sólo el largo viaje que tenía por delante, sino también el próximo viaje a Oregón.—No hacía falta que vinieras, ¿sabes?— dijo Ernest, interrumpiendo los pensamientos de Edmond.—Pensé que querías que viniera,— Edmond miró hacia él.—Quería usar tu coche. No dije que hiciera falta que tú vinieras en él.—Edmond se encogió de hombros. —No es problema—.—Parecía que Belinda quería que te quedaras con ella,— dijo Ernest como observación.—Belinda esta de acuerdo,— suspiró Edmond. —Con casi todo.—Ernest miró a Edmond con una ceja levantada. —Pero eso es bueno, ¿verdad?— preguntó con confusión.Edmond miró sobre su hombro y vio que Anthony estaba sentado tranquilamente en la parte de atrás, con los ojos y oídos fijos en su padre. Y Edmond sabía que como se había echado una siesta en casa de Belinda, era muy poco probable que Anthony se fuera a dormir pronto.Por lo tanto, —Sí,— fue todo lo que ofr
—No debería estar aquí,— anunció, golpeando su puño contra el reposabrazos de la puerta. —¿Quién demonios se cree que es? ¿Piensa que me puede tirar como basura pasada y luego llamarme cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Dónde están todos esos guaperas ricos, eh? ¿Por qué no llama a uno de ellos? —Edmond, pesado por el cansancio, apoyó la cabeza en el reposacabezas. —Camille era sólo una chica de pueblo en busca de una experiencia de la gran ciudad. Probablemente pensó que la seguirías.——No me pidió que la siguiera,— dijo Ernest con todo de burla. Solo dijo que ella tenía que ir.——Y se fue,— señaló Edmond. —Y volvió de nuevo.——Pero no lo hizo, de todas formas.— Ernest miró a Edmond. —Ya sabes que se está mudando.——Pero no se ha ido todavía.——¡Eso es porque está en la cárcel!— resonó la voz de Ernest.—¿Vas a sentarse ahí y pretender que ella no podía haber llamado a Belinda para que viniese a pagar la fianza? Te llamó por alguna razón, Em.——Porque sabe que soy un tonto y que