La posada de Ana seguía existiendo y seguía siendo bastante decente. Sheily dejó sus cosas en una habitación con vista hacia la plaza y fue al comedor que había en el primer piso, junto a la recepción.El menú del día era cazuela y se le antojó muy delicioso en comparación a las sofisticadas preparaciones que ofrecía el comedor de la compañía. Una comida de hogar. —Qué disfrute —le dijo la muchacha que le sirvió, con una sonrisa cándida e inocente, habitual en la gente que vivía lejos de la ciudad y sus vicios.—Muchas gracias —intentó sonreírle del mismo modo, pero ya había olvidado cómo. La muchacha fue a otra mesa y se dirigió a los clientes con la misma cordialidad, mientras en la mesa de al lado, un hombre que debía rondar los cincuenta, le miraba con expresión morbosa las piernas, demasiado huesudas a gusto de Sheily. —Qué linda te ves hoy, Lucianita —dijo el hombre, panzón y desaseado, relamiéndose mientras la muchacha sonreía, incómoda—. Deberías usar más seguido esas faldi
—¿Te gustó el sweater, Sheily? —le preguntó la tía Sara luego de saludarse.La mujer era mayor que su madre por unos cuantos años y llevaba bien su edad, sin mayores pretensiones. —Estaba muy bonito, gracias. ¿Todo esto lo hiciste tú? —preguntó, señalando lo expuesto en el mesón. Además de ropa había mantas, bolsos y animalitos. Cogió un mono, que le recordó a los monos chupapollas de la compañía. —Así es, los diseños son míos, pero tengo gente que me ayuda, Jonas es mi asistente, un chico muy talentoso. Jonas, ven a conocer a mi sobrina, viene de la ciudad —agitó la mano y llamó al hombre, que se acercó en cuanto terminó de atender a una clienta.Se quedó boquiabierto al ver a Sheily.—Jonas es trabajador, sin vicios y está soltero —señaló la tía, sonriéndole con complicidad, a lo que Sheily respondió rodando los ojos.Su tía era soltera, sin hijos y, al igual que su madre, se metía demasiado en lo que no le importaba. Sheily siempre sospechó que fuera lesbiana. En un pueblo peque
La fachada de la secundaria «Siempre verde» apenas había cambiado con los años. Había rejas por fuera de las ventanas y menos árboles a su alrededor, pero la seguridad seguía siendo un asco. Sheily se coló diciendo que era la hermana de uno de los niños que se preparaba para el desfile en el interior y recorrió los pasillos por los que anduvo tantos años. Avanzaba entre las tinieblas, buscando la luz. Atardecía ya y ella se enfiló hacia la zona de las canchas, vacía porque todos estaban pendientes del festival. Habían pasado once años, pero recordaba a la perfección el lugar exacto sobre la tierra arcillosa, el lugar donde el espíritu de Alan se había quebrado. Allí se arrodilló y adoptó la postura de sumisión que mantenía en la iglesia, con el espíritu igual de quebrado. Cerró los ojos, dejó el ramo de flores sobre sus piernas y juntó las palmas a la altura del pecho. *Alan, sin más que perder, se puso la máscara y todo se vio distinto tras ella. Tenía solo a Sheily en su recor
Las palabras que Sheily le diría a Zack luego de haberlo besado se repetían una y otra vez en su cabeza mientras se acercaba a su oficina, sin decidirse todavía por la mejor explicación. Ya había resuelto los nudos de su pasado y ahora debía hacerse cargo de los del presente. ¿Cuándo fue la última vez que sus manos sudaron por la ansiedad?Se las secó con disimulo en la falda y se plantó frente a Liliana.—Buenos días, Lili. ¿Zack está desocupado? Necesito hablar con él.Ese «necesito» se había oído fatal, pero ya lo había dicho. Observó con atención la expresión de la mujer, que tan bien la conocía. ¿Por qué «necesitaba» hablar con él, si tanto lo detestaba?¿Por qué había ido hasta allí si bien podía concretar el encuentro por teléfono?¿Por qué estaba tan nerviosa? Todas esas preguntas debían estar dando vueltas en la cabeza de la asistente.—Es por trabajo, Lili. Tengo prisa —la apuró Sheily, sacándola de sus cavilaciones. Ella revisó la agenda.—Hoy tiene todo copado, ahora m
Sheily negó repetidas veces, incapaz de aceptar lo que su cuerpo ya había reconocido. Su cuerpo lo supo mucho antes que ella. —¡Esto es una locura! Es una estupidez que debemos olvidar. Trabajamos juntos y deberíamos estar trabajando ahora mismo —acomodó el traje de Zack, le puso la corbata en su lugar y le ordenó el cabello, para que nadie se enterara de lo que andaba haciendo en horario laboral. Con la cara de calentura que tenía no se podía hacer nada. —Soy un adulto responsable y puedo separar perfectamente lo que ocurre en el ámbito laboral de lo personal —aseguró él— ¿Acaso tú no puedes? —¿Y qué hay de Melanie? Todos hablan de ustedes dos.—Sus coqueteos me divierten, pero no ha pasado nada entre nosotros y le he dejado claro que nada pasará tampoco.—¿Y conmigo sí? —Yo quiero si tú quieres y creo que quieres —volvió a besarla, a perderse entre los carnosos labios de Sheily y a enfrentarse a su lengua dominante. Sus manos no se quedaron en la cintura esta vez, subieron por
En cuanto Sheily bajó el pantalón de Zack y tuvo su miembro entre las manos, se quedó tan impresionada que se fue de espaldas y cayó sobre sus nalgas. Una hora antes. Después de la magnífica cena, muy amena en compañía de Zack y su incesante charla, suponía ella que debido a los nervios, retomaron el recorrido de la casa. A cada paso que Sheily daba en el ala derecha de la casona se sentía como en la visita educativa a un museo. —¿Esa señora es tu tatarabuela? —preguntó, señalando una fotografía en blanco y negro en un bello marco dorado.—Lo es, la oveja negra de la familia. Sus padres la habían comprometido en matrimonio con un hombre mayor, pero ella estaba enamorada del que sería mi tatarabuelo, Frederick Bertram. —Déjame adivinar, ¿se escaparon juntos? —preguntó emocionada, como la mejor estudiante de la clase de historia. Zack negó, con la mirada oscura.—Asesinó a sus padres y a su prometido —contó, sin perder detalle de la expresión de sorpresa de Sheily.—Me estás engañ
A veces la mente jugaba trucos. Los espejismos eran un ejemplo de ello, los fantasmas también y puede que hasta ciertos fenómenos religiosos o milagros. A Sheily le pasó una vez, a los diez años. Salió de su habitación y sintió el aroma de la loción de afeitar de su padre, muerto ya hacía unos cuantos meses.Se le llenaron los ojos de lágrimas porque fue como tenerlo de regreso. En cualquier momento lo vería salir del baño con su bata y le daría los buenos días y luego un beso en la mejilla.Si existían los fantasmas, tal vez él había ido a visitarla, era un mensaje con el que le decía que seguía allí, que siempre estaría para ella aunque ya no pudieran verse.«Tal vez se convirtió en un ángel».Corrió emocionada hacia el baño, donde el aroma se volvía más intenso. La puerta se abrió de pronto y salió un hombre enorme, un tipo grotesco cuya panza se derramaba sobre los pantalones y cuyos pectorales se derramaban sobre la panza. Su aspecto no era lo peor, era él quien olía a la loción
Por la mañana, Sheily despertó entre las cobijas que olían a Zack y sonrió. La follada con él había estado regular tendiendo a mala, pero dormir en su cama había estado fenomenal. No se despertó en toda la noche y ni se percató de su presencia. Ahora sí que se sintió como una princesa. Tomó nota mental de las marcas del colchón y de las sábanas antes de levantarse envuelta en la manta para buscarlo. Dio algunas vueltas, subió escaleras, bajó escaleras y llegó a una estancia donde encontró la primera foto de Edward desde su llegada. El importante Edward Bertram que había fundado un imperio posaba orgulloso en el frontis de la compañía. *—La disciplina requiere de autocontrol. Tu mente debe estar por sobre tu cuerpo, pero se puede acceder a ella a través de él, se la puede disciplinar disciplinando a tu cuerpo, es la forma más sencilla de dominación y también la más básica.—¿Se refiere a los castigos? —supuso Sheily, oyendo la plática de Edward cuando debían estar revisando unos inf