Don Salvatore fijó sus ojos en mí, una mezcla de decepción y frustración estampada en su rostro. Afirmó que solo había ido a la Toscana con un único propósito: convertirme en la próxima señora Nicaso. La declaración de Don Salvatore reveló una verdad que me dejó sin palabras."Esto no puede ser real", pensé, sintiendo una sensación de prisión que sofocaba mis sueños y esperanzas. "No vine hasta aquí por ese motivo." Mis palabras brotaron de mi garganta, una mezcla de incredulidad y desafío. "No puedo hacer esto. No me casaré con Michele, no lo amo.""¿Cuándo dije que era una opción que te casaras o no con Michele Nicaso?" preguntó él.Mi mente giró en busca de una respuesta coherente. No me habían informado de esta supuesta misión, ni por Dante, mi hermano adoptivo, ni por Don Salvatore. Nadie me advirtió que mi papel en la Toscana implicaba un matrimonio con Michele. Miré a Don Salvatore, aún incrédula."Tú no me dijiste esto, Dante no me dijo esto. No vine aquí con esa intención", p
Caminar por los pasillos del New York-Presbyterian Hospital-Columbia y Cornell fue como cruzar la senda de mi propio destino. Cada paso reflejaba años de dedicación, estudio y perseverancia. Yo, Catarina Piromalli, era ahora la Dra. Piromalli, neurocirujana en una de las instituciones médicas más renombradas del mundo. Al volver la vista atrás, recordé todos los obstáculos que había superado, las largas horas de estudio en Harvard, la residencia intensiva y, sobre todo, las decisiones que me habían traído hasta aquí.Quince años. Quince años desde que comencé mi andadura académica para convertirme en especialista en neurocirugía. El tiempo dedicado al aprendizaje, los quirófanos, la investigación y la ardua formación me han moldeado hasta convertirme en el profesional que soy hoy. El camino no fue fácil, pero cada reto al que me enfrentaba era un peldaño en la escalera hacia mi meta.Mientras las puertas de la familia Mancuso se me cerraban, don Salvatore cumplió su promesa de proporc
Siento la tensión en el aire cuando me giro al escuchar esa voz llamándome por mi antiguo apodo, "Bambi". Han pasado quince años desde que alguien me llamó así. Y ahí está él, Massimo Mancuso, sonriendo como si el tiempo no hubiera pasado, como si todo estuviera igual. Como si ese lapso de tiempo entre nosotros no hubiera significado nada."Massimo", respondo, aún atónita, tratando de procesar por qué está aquí. "¿Qué estás haciendo aquí?"Él sonríe, una expresión que me hace recordar los tiempos en que éramos solo niños, creciendo juntos. "Me alegra que me hayas reconocido, Catarina", dice, manteniendo ese tono relajado que siempre tuvo."¿Por qué estás aquí?" pregunto, directa como siempre."Claro, la directa Catarina". Massimo se ríe, como si encontrara divertida mi franqueza."Quince años y nadie de la familia Mancuso me buscó. Entonces, es la pregunta más obvia", afirmo, seria."Hay otras preguntas, ¿sabes? Como cómo estoy, si me casé..." menciona Massimo."Bien, entonces, ¿cómo
La situación se desenvolvía como una pesadilla surrealista, mi pasado y presente chocando de manera inesperada. Luca me conducía, aun con una bolsa negra sobre la cabeza, hacia el automóvil de mis hermanos adoptivos. Matteo ayudaba a Massimo, que, tambaleándose aún, se recuperaba del enfrentamiento en el estacionamiento."Luca, ¿por qué diablos la bolsa negra? Conozco Nueva York mejor que ustedes", protesté, tratando de entender la necesidad de la bolsa en la cabeza."No es para que no veas, es para que duermas", respondió Luca, sin mucha paciencia.Antes de que pudiera comprender completamente, un aroma peculiar emanó de la bolsa, y en cuestión de segundos, la somnolencia se apoderó de mí.El despertar fue abrupto, acompañado por la retirada repentina de la bolsa. La luz intensa invadió mis ojos, obligándome a parpadear repetidamente."¿Dónde estoy?" inquirí, mi voz aún temblorosa.La habitación amarilla, con sus lujosos muebles, me era desconocida. Aun aturdida, pregunté dónde estab
Me acerqué a la cama donde Don Salvatore, debilitado por la enfermedad, descansaba. Su figura imponente de antaño ahora estaba debilitada, pero sus ojos mantenían la intensidad que siempre caracterizó al líder de la familia Mancuso.
Permanecía en el pasillo de esa mansión grandiosa, observando a Dante interactuar con los tres niños que, hasta ese momento, creía que eran sus hijos. Mi corazón latía rápidamente, y una sensación de nostalgia mezclada con una pizca de sorpresa dominaba mis sentimientos. Dante se acercó a mí, los pequeños a su lado, y me dirigió una mirada que parecía llevar consigo una mezcla de emociones.
Federica me miró a los ojos, evaluando la intensidad de mi pregunta. "Sí, Catarina. Dante se casó con Diana Contini tan pronto como te fuiste."Mi corazón pareció perder un latido, pero ma
Acepté el gesto con un asentimiento, y juntos comenzamos a bajar las escaleras hacia el área del comedor. El silencio entre nosotros era cómodo, pero cargado con el peso de lo no dicho."¿Por qu&