Él la hizo arder

—No te rendirás pronto, ¿verdad? —preguntó Helena en el momento en que King Ares apareció en la puerta de su habitación.

Con una sonrisa arrogante plasmada en su rostro, Ares cerró la puerta detrás de él, caminó hacia la cama y se sentó en ella.

—Nunca me voy a rendir. Buenos días, amor.

—Buenos días, su majestad —ella pronunció las dos últimas palabras para que él entendiera que no estaba cayendo en su encantador saludo.

King Aresi sonrió y besó su frente.

—Te ves hermosa esta mañana. ¿Ya desayunaste?

—Sí. Hace un tiempo.

—Bien. —La sonrisa de su rostro se borró cuando le dirigió una mirada seria.

El corazón de Helena comenzó a latir rápidamente.

—¿Por qué... por qué de repente estás tan serio? —Estaba asustada por su repentino estado de ánimo serio.

King Ares dejó escapar un profundo suspiro mientras pensaba en cómo contarle sobre la próxima batalla.

Ella iba a perder el control.

—Uh... um... la... la cosa es —hizo una pausa y se rascó la nuca, dudoso si continuar.

—¿Qué está pa
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