Farris

—No te pertenece —susurra el extraño—. No deberías tocar lo que no te pertenece.

—¡¿Quién eres?! —Soraya se apresura a aferrarse al canto que se aleja.

—Me olvidaste tan fácilmente, ¿no? Soy Farris —exclama el extraño—. Soy tu alfa.

—¿Alfa?

—Sí, y tú eres mi compañera de manada. Deberías obedecerme

«Alfa… ¿De verdad es mi alfa? Pero eso no me parece bien. El hombre que se hace llamar Farris no me parece mi alfa».

La mente de Soraya empieza a nublarse y el canto suena muy lejano.

Su respiración se entrecorta.

«Concéntrate —se dice—. Concéntrate».

Un par de ojos oscuros aparecen en su mente y jadea. La claridad la invade, atravesando la niebla como un rayo de sol.

—Lo juro —susurra una voz familiar—. Lo juro.

—No eres mi alfa —le dice al hombre que se hace llamar Farris—. Yo no te pertenezco.

El fantasma grita cuando toca la oscuridad. La escena se disipa como un cristal que se rompe, y ella jadea. El canto vuelve con toda su fuerza, como un huracán, y se tambalea hacia atrás con él.

La
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