Exuda maldad. Es malvada.

—Adelante —Beta Leo instruyó cuando escuchó un golpe en la puerta de su oficina.

Como ya sabía quién era, cerró el libro en el que estaba garabateando cosas y lo dejó a un lado. La puerta se abrió y Gisele, la sirvienta que no sirvió el veneno, entró a la oficina con una expresión insegura en su rostro.

Parecía asustada.

—Buenos días para ti Beta Leo. —Ella lo saludó respetuosamente.

Beta Leo simplemente asintió con la cabeza y le indicó que tomara asiento frente a él. Vacilante, lo hizo y pronto estaban uno frente al otro.

—Tu nombre es Gisele, ¿verdad? —preguntó con cuidado.

—Sí. Soy Gisele.

—¿Cómo te acercaste a Tatiana? —preguntó con el ceño fruncido.

Desde el incidente, había estado tratando de entender cómo Tatiana se volvió tan cercana y cómoda con una sirvienta hasta el punto de confiar en ella lo suficiente como para enviarla a una misión tan peligrosa sin ningún temor a que la delataran.

Gisele juntó sus manos sudorosas y jugó con sus dedos. Estaba nerviosa. Su corazón amena
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