Mientras la rubia tiene una batalla interna, Anna se acerca para abrazarla. Ambas se abrazan como hace mucho no lo hacían, mientras las lágrimas salen de sus ojos. Aquí es donde la mayor limpia la cara de Elisa, y besa su frente.—No tengo nada que perdonarte, Elisa… Pronto vas a estar de pie, hermana mía. Ya lo verás, y podrás hacer todo lo que desees —le dice, aunque todo aquello signifique algo negativo para su relación con Rodrigo. Lo que más quiere es ver a su hermana bien.La rubia le asiente. Eso es lo que desea, pues quiere hacer tantas cosas. Y entre ellas su corazón le arroja el pensamiento de cabalgar y correr hasta encontrarse en los brazos del hombre que la ha hecho una mujer de verdad.Esa noche Anna va a su habitación después de decirle a María que no tiene apetito. Le encantaría bajar a cenar con Rodrigo, pero la conversación con su hermana le ha hecho sentir injusta, así que vuelve a darse una ducha, recorriendo cada centímetro de su piel; recordando las manos del prí
Todos los sentimientos ligados a la rabia ocupan cada parte del cuerpo de la rubia. Incluso comienza a pensar que ha sido un error escoger a una de sus hermanas para que se casara con su hijo, pues el precio que ha tenido que pagar por una jugada que consideraba perfecta, la saca de su cordura.—De acuerdo hijo, Josefa sabrá prepararlo igual… —casi susurra manteniendo la postura—. En cuanto a Antuam, me gustaría hablar con él, ¿se ha despertado ya?Rodrigo siente cómo su traje comienza a acalorar su pecho, es el miedo.—No, madre… Antuam ha partido. Su abuela ha enfermado.La reina asiente con lentitud, tratando de procesar el hecho de que las únicas dos personas que podrían decirle con exactitud lo que ha pasado en su ausencia, no están. Entonces cuando ve a Rodrigo tan nervioso, sabe que ha ocurrido algo. Aprieta sus puños, y se dirige sin más a la sala privada.—¡Hernán! —grita con enojo, pero no consigue respuesta.Comienza a sentir que le falta el aire y da un brinco del susto cu
Anna entra a la habitación de su hermana visiblemente agitada, Elisa termina de peinar su cabellera en ese momento.—¿Qué ocurre, Anna? Estás pálida como las hojas de mi block. —la pelinegra camina hacia la cama de su hermana, toma la silla y se sienta.—Acabo de escuchar algo que no esperaba. —Agita sus manos.—¿Qué? —insiste Elisa sin imaginar aquel doloroso y terrible secreto.—Venía hacia tu habitación y al pasar por la recámara de la Reina la he escuchado discutiendo con el mayordomo.—¿Con Hernán? —pregunta nerviosa, pensando que puedan haberlos descubierto, su corazón se acelera—. ¿Qué, qué le dijo? —tartamudea.—¡Son amantes! —contesta. A lo que Elisa aún sin asimilar entiende que se trata de ella.—¿Qui–enes? —arrastra las palabras.—¡La reina Emma y el mayordomo, ellos son amantes! —responde Anna con firmeza y la rubia siente como si el mundo se abriera debajo de ella y cayera directamente al vacío.—¿Qué dices? —la pelirrubia siente que sus mejillas se encienden, no puede c
Rodrigo recibe la noticia de forma diferente a Anna. Saber que Elisa ha recuperado su movilidad, quita de sus hombros toda culpabilidad y sólo desea que la chica esté bien para así poder separarse de ella y correr a los brazos de Anna. Mas, el destino del príncipe está en manos de su madre, quien no permitirá que la insolente de Anna Moguer se salga con la suya.Emocionada por la noticia, Anna decide ir a la casa de sus padres y ser ella misma quien dé la noticia. Extrañaba a todos, además quería marcar un límite entre ella y Rodrigo, su relación como amantes, no puede continuar.Sin aguardar la hora de almuerzo, Anna sale del Palacio en compañía de Julián, el cochero, quien ansía ver a la hermosa Teresa y confesarle sus sentimientos.Al llegar a la casa de sus padres, la primera que sale al oír el coche, es precisamente Teresa, sus sentimientos hacia el apuesto hombre son evidentes:—¡Anna, has vuelto! —Abraza a Anna, mientras le sonríe al pelinegro.—¡Sí! ¡Y traigo buenas noticias p
—¿Cómo está el ganado de tu familia? —le inquiere emocionado Rodrigo a Antuam, pues este es proveniente de una familia de clase media con muchos terrenos y animales.—¡Perfecto! —responde el hombre, encantado por el interés del príncipe que tanto ama—. Mi abuela a pesar de estar un poco enferma realmente sabe lo que hace. Estoy muy orgulloso.—Y ella de ti, seguramente —opina el príncipe—. Me hiciste mucha falta estos días, Antuam...Emma dentro de la sala privada escucha la conversación de estos dos, mientras el capitán Andazola se ha quedado en la biblioteca en busca de algunos mapas que ella le ha mandado a buscar, así que aprovecha que su hijo está distraído para salir de la sala unos minutos.Se estremece cuando ve a Hernán allí del otro lado de la puerta, de pie, sin mover un pelo. Después de la discusión ella le ordenó que tiene prohibido la entrada al menos que ella se lo ordene. Lo hace porque ahora siente que no puede confiar del todo en él, pero pronto lo pondrá a prueba.L
—¿Estás de acuerdo con esto? —inquiere el príncipe a su mejor amigo, sintiéndose abrumado y bastante molesto.—No lo estoy... pero relájate, nadie puede negarse.Ambos siguen escuchando una y otra vez el plan que sugiere el capitán del ejército, Rodrigo bebé de la copa que su madre le extiende cuando también, resignado, opina sobre los caminos montañosos de Francia.—¡Sabe mucho, príncipe! —le exclama el capitán, pero antes de que Rodrigo pueda responder que a él sólo le encanta leer, siente todo su estómago resolverse mientras su vista comienza a nublarse.La mente de Rodrigo sólo puede pensar en que sí, ha bebido demasiado. Bebió mucho vino en el almuerzo, nervioso por la presencia de su madre, luego fue al mini bar cuando se enteró de que Elisa podía caminar, luego volvió a tomar en la cena, ansioso porque Ana no regresaba, y ahora aquí en la sala privada. Tal vez abusó demasiado. Necesita irse a dormir.—Madre, disculpa, creo que debería irme a mi habitación. Mañana me gustar
—¿Acaso sufre usted porque está enamorado de alguien prohibido? —cuestiona al saber que de alguna forma han roto una barrera.—¡Lo hago, María! ¡Con locura! Sufro con dolor y locura cada día, ¡y no sé hasta cuándo podré soportarlo! —vocifera tambaleándose de un lado a otro.Justo cuando María tiene el impuso de detenerlo y hacerlo estar más cerca de ella, el Duque le sonríe ampliamente, ella le devuelve la sonrisa encantada, y este cierra los ojos tambaleándose y cayendo de repente al suelo.María preocupada exclama a los guardias que la ayuden, y estos lo llevan a su habitación, por lo que esta, nerviosa, decide que entrará a su habitación también para asegurarse de que esté bien.Mientras ocurre aquello en el palacio real, dentro de uno de los carruajes reales de ida al palacio Anna se encuentra recordando la reciente despedida con sus padres y hermanas. Le hace tanto bien a su corazón verlos tan felices, ella es feliz, porque su hermana ha vuelto a caminar, pero a la vez, al pe
—La señorita Anna está a salvo en casa de unos pueblerinos pero vine a buscarlo para que repare el carruaje, señor, si no llego con él pueden pensar algo malo de mí, señor.—¡Algo malo de ti! —Sacude la cabeza—. ¡Deja a mi hija tranquila y vamos hacia allá!—Sí, sí, como ordene, señor —dice Julián, nervioso por la cara del hombre.Mientras tanto, Teresa se ríe por la situación. Sabe que su padre daría todo porque ellas fueran unas niñas de nuevo, pero eso jamás sucederá.Una vez que Pedro ensilla su cabello y todo lo que necesitará para arreglar el carruaje, él y Julián parten de regreso a donde está accidentado el coche real. El recorrido sólo les dura unos cinco minutos, así que rápido Julián ayuda con nerviosismo a quien pretende sea su suegro, algún día. Las ruedas vuelven a ser instaladas, algunos que otros problemas también se solucionan, y en cuanto ya está perfectamente listo, Pedro le pide que se encargue de llevar a salvo a Anna al palacio. Así es como minutos después la