Mientras tanto en el palacio real, María en compañía de una de las criadas termina de arreglar el dormitorio matrimonial para la consumación de amor de la nueva pareja. Una vez que todo queda prolijamente arreglado, va por la princesa para llevarla hasta su nueva habitación. Elisa, en su habitación, se prepara para lo que será su luna de miel con el príncipe Rodrigo. El momento en que finalmente pasará de ser una niña a convertirse en mujer. Aunque desconoce mucho sobre esos temas, sabe que debe cumplir con su deber como esposa del príncipe. Se coloca el camisón azul y peina su larga y rubia cabellera. María toca a su puerta, ella le contesta:—¡Puede pasar! —con su peculiar tono agudo y melódico. La criada abre la puerta, entra y se aproxima a ella.—Su majestad, vengo a buscarla para llevarla a su nueva habitación.—¿Mi nueva habitación? —pregunta con asombro. —Sí, su majestad, la habitación real. La chica deja a un lado el cepillo y camina junto a la empleada para dirigi
Se escucha un estruendoso trueno y la lluvia sigue cayendo, en el momento en que Antuam baja del carruaje y con pasos apresurados se dirige a la humilde casa de los Moguer para tocar la puerta.Es Anna, quien desvelada por sus sentimientos y un buen libro, abre la puerta, encontrando la sorpresa de la visita a estas horas de la noche. La cara del hombre le indica que algo malo pasó, así que se desespera.—¿Es Elisa?, ¿qué ha ocurrido, duque? ¡Dígame ya!—¡Elisa! ¿Elisa? —Llega Pedro ante el alboroto—. ¿Qué le pasó a mi hija?El Duque y consejero del príncipe comienza a explicarles con todo el pesar.—La princesa Elisa Fernández de Córdoba ha sufrido un accidente.*** Luego de la discusión que Elisa tuvo con el príncipe, salió enojada y decidió dar una vuelta a caballo; repentinamente comenzó a llover y el animal asustado por los truenos que emitía el oscuro cielo, comenzó a correr a gran velocidad. Por más que Elisa intentó controlarlo y llevarlo por un lado seguro, el caballo
Al girar la cabeza, Anna observa que es la reina quien ha vuelto a la habitación. Por segunda vez se encuentran a solas y frente a frente. Aún así con un gesto amable le informa sobre la salud de su pequeña hermana.—Despertará pronto, su majestad.—Eso espero —expresa la mujer en tono de advertencia—. No quiero que te aproveches de esta situación para correr a los brazos de mi hijo. Él se encuentra muy afectado por el accidente de su esposa, y su vulnerabilidad puede llevarlo a hacer cosas que no le convienen.Anna casi muerde su propia lengua, aprieta sus labios y respira profundo, porque debe mantener el control. Esta mujer además de llamarla insolente, salvaje y mentirosa, cree que ella es realmente capaz de aprovecharse de algo como esto.—Perdone, su majestad, pero usted ha educado a un buen hijo, ¿no es así? Así que pídale que deje de buscarme. Está casado con mi hermana ahora. Debe respetarla a ella y a su compromiso.—¡Mi hijo sería incapaz de serle infiel a su esposa!
Antuam se aparta de Anna con intención de que su amigo, no vea en él una amenaza, sino que sus dudas se ciernan sobre la pelinegra.—¿Cómo se encuentra la princesa, su majestad? —pregunta y Rodrigo sólo mueve la cabeza con desconcierto. —El doctor acaba de llegar ¿Podrías ir y alcanzarlo, por favor? —le ordena a su amigo, quien rápidamente va hasta el final del pasillo. Anna apenas baja el rostro y regresa a la habitación de su hermana. Rodrigo piensa en detenerla, pero termina desistiendo al ver que la silueta del médico se aproxima junto a su consejero.—Buenas tardes, su majestad. Vine lo más rápido que pude ¿Cómo sigue la princesa? —¡Qué bueno que ha venido, doctor! Ella no está nada bien, dice que no puede mover las piernas. El médico entra a la habitación en compañía de Rodrigo y pide a todos retirarse, mientras se ocupa en revisar a la paciente. Anna es la primera en salir junto a la criada, detrás de ellas, viene el príncipe, acompañado de Antuam. Anna se detiene y s
—Duque… —dice Anna, aliviada de que no sea Rodrigo.Antuam ve sus ojos y su tristeza. Ella es un mar de lágrimas y el hombre no puede evitar sentir en el fondo pena por la joven, así que extiende sus brazos y la pelinegra, sin saber si eso sería bueno o malo, toma el consuelo en un abrazo.—¿Puedo saber qué le ocurre, señorita Anna?—¡Es mi hermana, Duque! ¡Ha quedado paralítica y eso me destroza! ¡Es una tragedia! —le cuenta, en vista de que sabe que no puede decirle toda la verdad—. Lo siento, estoy mojando su traje… —se disculpa, apartándose de él.Sin embargo, Antuam siente la presencia de Rodrigo aunque no lo ve, ¿y cómo no hacerlo? Si lo conoce tanto. Entonces toma las manos de Anna, las besa y limpia con cuidado su rostro.—Un caballero jamás se molestaría por eso… —le dice. Anna sonríe entre su tristeza, y este vuelve a hablar—. ¿Qué le parece si vamos a caminar?Anna asiente porque la verdad es que necesita espacio y no estar cerca ni del príncipe ni de su hermana para
Después de que la reina parte, en el palacio se siente un aura diferente. Aunque a algunos se les dificulte encontrar paz incluso sin la presencia de la imponente reina. Uno de ellos es el mismo príncipe Rodrigo, durante la cena, absolutamente solo en la gran mesa, le cuesta hasta masticar.Elisa solo ha llorado en todo el día. Él quiso consolarla, pero la verdad es que nadie tiene palabras para hacerla sentir mejor. Él no se siente tampoco mejor. Se siente muy culpable, y comienza a detestarse por el hecho de tener más a Anna en sus pensamientos que a su propia esposa paralítica. Pero es que no la ama, no puede mentirse. Además de no la ama, tampoco tiene interés de conocerla, pero se propone, mientras piensa solo en ese gran espacio, que hará lo posible por hacerla sentir que a él de verdad le importa. Tal vez así la muchacha que antes brillaba de ilusión, pueda volver a sonreír.—María… —llama a la sirviente de su esposa cuando la ve pasar por la sala—. ¿Ha querido comer algo?
Anna se sorprende al ver que es él, nuevamente, su salvador. La presencia de Antuam en aquel preciso momento, la llena de tranquilidad.—¿No me escuchaste? Aléjate de la señorita en este mismo momento. —el hombre gruñe con rabia al ver que Anna logra salvarse por tercera vez de sus oscuras intenciones.— Vamos Anna, salgamos de aquí. La pelinegra asiente, no le salen las palabras, un nudo en su garganta las ahoga. Antuam la mira con preocupación y en un tono amable le pregunta:—¿Estás bien? —Sí, gracias —dice finalmente y se cuelga a su cuello.— No sé como agradecerle lo que ha hecho por mí últimamente, duque. De una u otra manera termina sirmpre siendo mi salvador.—No se preocupe, Anna; mientras esté cerca nadie podrá lastimarle. Es la hermana de la princesa y cuñada del príncipe, merece ser respetada en Palacio.—Es que… —se separa de él— No es la primera vez que tengo un enfrentamiento con ese hombre. —Sí, lo recuerdo. Pero no se preocupes, hoy mismo hablaré con el prínc
El príncipe Hans hace reverencia a la reina Emma en cuanto va a buscarla, ya que todo el mundo está demasiado ocupado y él no tiene problemas en ir de un lado a otro, después de todo, está cansado de no salir del palacio.—¿Está lista, su majestad? —cuestiona, notando el ostentoso y elegante vestido azul de Emma, mientras algunas sirvientas del palacio Hamilton la ayudan con retoques finales.—Lista es poco —responde esta, viendo su reflejo en los grandes espejos, emocionada.Hace mucho tiempo que no se sentía tan motivada en este sentido. Así que en cuanto sale de la habitación que le han dado, junto al príncipe Hans camina y aprovecha hablarle.—Tu madre, la reina Madeline, ¿se encuentra bien? No la he visto el día de hoy… —habla, fingiendo naturalidad.—Mi madre partió a Inglaterra hace una semana para cuidar de mi abuelo junto a otros empleados. Fue ella quien mandó a la Sonya, su mensajera, para dar a conocer el estado crítico de mi abuelo —le cuenta co