Cuando salieron del baño, Charles y Avery sólo se pusieron una bata encima. —¿Estás seguro que debería andar así por la casa? — Charles asintió antes de contestar. —Sí, no hay problema, hoy tenemos la casa solo para nosotros — Avery sonrió y confió en él, era algo que simplemente ya no podía negar, confiaba en él ciegamente todo lo que sentía por él era demasiado fuerte y único, y sí también era algo que le causaba miedo. Cuando Charles abrió la puerta de la habitación y se hizo aún lado para que ella pasara se quedó muda, el lugar estaba hermoso lleno de flores, en la cama le había puesto un gran toldo que lo hacía ver más hermoso y sensual el lugar uno que otro globo en forma de corazón, Charles aunque quería llenar la habitación de globos y siento de cosas, no podía, su padre al final se daría cuenta y eso era lo que menos quería. —¿Te gusta? — preguntó nervioso, deseando poder hacer más por ella. —¿Qué si me gusta? Me encanta, esto es perfecto. — se giró a él con una sincera y
Casi un mes había pasado desde la sorpresa de Charles a Avery, todo entre ellos estaba marchando muy bien, el amor entre ellos estaba creciendo cada día, aunque ninguno se lo había dicho al otro, era algo que cada vez que hacían el amor querían gritarlo pero ninguno se había atrevido hacerlo, por eso cada que vez que sus cuerpos se encontraban ellos lo expresaban con caricias y besos. Avery cada día aprendía más, era una mujer astuta, y vivir casi toda su vida con Maggie la había hecho aún más astuta, odiaba tener que fingir todos los días que se hacía fría como ellos, que le interesaba ese mundo tan asqueroso y ruin, no soportaba a nadie de ese lugar, los malditos la miraban con deseo y ella lo detestaba, excepto a los señores Santino, ellos en realidad se veían muy diferentes a todos los hombres que estaban en ese lugar, eran muy educados incluso con las mujeres con las que estaban no las habían maltratado hasta el momento, no comprendía qué hacía hombres como ellos en ese lugar, p
Charles le hizo una seña que ella entendió. Cuando él dio media vuelta para salir de la oficina, ella estaba agarrando sus cosas para ir detrás de él, en ese momento el mayor de los Santino entró en la oficina. —Hola, ¿Ya te vas? — él no podía evitar hablarle con cariño, Charles frunció el ceño al oírlo, luego se giró a Avery quién le sonreía al hombre. —Sí, ya debo irme — Darío al oírla, puso sus ojos en Charles, porque él quién no lo miraba amable, sino por el contrario, con ganas de arrancarle la cabeza, había visto esa mirada muchas veces. — Es que mi novio me ha invitado a comer algo — Charles de giró sorprendido al oírla, pero no podía negar que su corazón latió con fuerza, ella trataba de darle la seguridad que en ese momento no tenía. —Entonces no los interrumpo, solo quería venir a saludarte, y ha decirte, que en tres días nos vamos de regreso a Italia, espero seguir en contacto, eres una joven estupenda — luego sé giró a mirar a Charles — Tiene mucha suerte de tenerla, cu
Avery sentía su cuerpo pesado al igual que sus ojos, oía susurros a lo largo que la hacían querer despertar, aunque no distinguía bien las voces, algo en su interior le gritaba que nada andaba bien. Cuando sintió unas manos recorrer sus piernas tuvo miedo, ya que esas manos no eran las de Charles, por lo que aunque no podía controlar sus movimientos rápidamente abrió sus ojos y al ver a Sander con Maggie en la habitación la hizo entrar en pánico, más al darse cuenta que estaba desnuda. —Que bien que al fin despiertas, sólo faltas tú para unirse a la fiesta — ella no entendía de hablaba Sander, miraba a su alrededor pero por ningún lado, sus ojos empezaron a transmitir pánico. —No lo encontrarás aquí, él ya se unió a la fiesta, como todo un Ferrer. — la voz maliciosa de Maggie se repetía en la cabeza de Avery, mientras ella se trataba de tapar con una sábana su desnudez, en su mente trataba de ordenar todo, no entendía qué había pasado, recordaba sólo cuando habían llegado a casa, l
Aunque aún no había abierto sus ojos, podía sentir mucha luz, dónde quiera que estuviera. Pero no quería abrir sus ojos, estaba aterrada de quién podía estar ahí. Cuando pudo decidió ser valiente y abriría sus ojos, se encontró en una gran habitación, hermosa y con grandes ventanales, con su mirada recorrió el lugar y luego se miró así misma, llevaba puesta una pijama de seda, ya no se encontraba atada, en sus muñecas tenía vendas, sin poder evitarlo los recuerdos la invadieron al igual que el miedo y el terror, empezó a llorar, temiendo por lo que pudiera pasarle. Su corazón latía demasiado rápido, tanto que parecía quería salirle del pecho. En ese instante la puerta se abrió y ella brincó en su propia cama, un dolor la invadió en todo su cuerpo. —Tranquila, no te haré daño — Avery lo miraba entre sorprendida y asustada. — Tienes que estar tranquila, ahora estás a salvo. —No creo que esté a salvo con usted, si es uno de ellos. — dijo con voz muy ronca. Él hombre que traía una ba
Al día siguiente cuando Avery abrió sus ojos, por alguna extraña razón esta vez no se sintió asustada, tampoco estaba tranquila, y mucho menos confiada, pero al menos no estaba asustada, decidió levantarse de la cama y tenderla, luego, se dio un baño relajante, su rostro pálido ya tenía un mejor aspecto, luego de lavarse los dientes y cepillar su cabello, fue directamente al armario, dónde no sabía que elegir de tanto que tenía, pero se decidió por algo sencillo y sport. Cuando salió de ahí, ya su desayuno estaba en la mesa de noche, sin poder evitarlo llevó sus manos a su vientre, ahí estaba creciendo vida, con suspiro lleno de nostalgia, se dirigió hasta la bandeja, la tomó en sus manos y salió a la terraza, en la noche anterior, ella había notado una mesa pequeña con cuarto sillas pequeñas, ahí decidió desayunar en silencio, cuando terminó, se quedó por otro rato más ahí, hasta que escuchó que estaban tocando a la puerta, se levantó y se dirigió abrir la puerta, Darío se encontraba
Tres meses habían pasado desde que Avery se dio cuenta que tenía una familia, una familia de verdad, algo que toda su vida había anhelado, Maggie nunca fue alguien cariñosa o que le diera amor, y a sus padres nunca los pudo tener. Ella iba dos veces por semana con su Psiquiatra, y aunque había avanzado algo, aún no había conocido a nadie más de su familia, solo su tío y su primo la visitaban, este último se había hecho muy unido a ella, a menudo la invitaba a salir, la hacía reír y olvidar por momentos, aquella gran tristeza que tenía en el corazón. Pero cada vez que estaba sola, pensaba en él, en los momentos que pasaron juntos, en todas esas veces que decía amarla y que iba a protegerla, que eso pronto iba a acabar, rió con amargura mientras se miraba al espejo, aún esperaba que todo fuera una pesadilla, qué cuando ella despertara él iba a estar a su lado, cuidándola y protegiéndola. Negó con la cabeza mientras terminaba de arreglarse. —No seas estúpida Avery, nada fue cierto, re
Ella creyó haber encontrado el amor, por lo que cuando él le propone matrimonio acepta, pero en cuanto pone un pie en el lugar que sería su nuevo hogar, sabe que algo no anda bien y todo lo que tenía planeado se le viene abajo.Su sufrimiento y martirio empieza de la peor manera cuando se da cuenta que el hombre con quién se ha casado se encarga de vender y prostituir mujeres.Pero ese camino de dolor por recuperar su libertad y felicidad encontrará al verdadero amor de su vida, ese hombre que le enseñará lo que es la pasión desmedida, que los consumirá a ambos.¿Estarán destinados?¿Podrá él salvarla?¿Podrá ella ser capaz de huir de ese mundo tan corrompido?