Algunos años atrás.
El aire nocturno era anormal en aquella zona del embarcadero, pero el hombre que caminaba por el callejón no le inhibía de sus deberes. El viento agitaba su oscura cabellera, sus ojos verdes que recordaba al de una pantera en plena cacería solo miraba al frente con las manos metidas en los bolsillos de su cazadora. Y pensaba, pensaba en muchas cosas y contrariedades eran los que se asomaban, tenía que aclarar las cosas que rondaban por su obnubilada mente, y quería volver, estar con ella siempre. Pero tenía una misión que cumplir. Algo sumamente valioso para la vida humana.
Más que su propia vida.
Viento helado se hizo presente en conjunto con una densa neblina, un ruido de botes de basura en la esquina hizo pensar al hombre que se trataba de gatos o perros. Sin embargo, se repitió el mismo ruido al otro lado.
Alguien lo seguía. De eso estaba seguro.
Se detuvo a preguntar:
— ¿Quién anda ahí?
Era el silencio y nada más. Aquel silencio no le gustó.
Con cautela siguió, el molesto ruido le avisó que alguien estaba pisándole los talones y justo al darse la vuelta una sombra lo embistió, llevándose consigo al hombre. Al detenerse, se dio cuenta de que su atacante tenía un aspecto fantasmal y éste le tomó nuevamente del cuello sin darle tregua a recuperar el aliento. Era un simple espectro, como si todo eso consistiera en una fina capa de tinta negra en 3D, tan fina que podía ver a través de él, sus ojos eran solo unos cuencos vacíos, su boca era un oscuro abismo. No tenía forma ni mucho menos un rostro completo, se le heló la sangre al sentir al espectro respirar.
—Nos volvemos a ver, Kariath —susurró la sombra, sus palabras denotaban cierta felicidad, ironía y complacencia consigo mismo que Kariath llegó a pensar con sarcasmo que el espectro tenía sentimientos.
Le soltó, Kariath no mostró haber necesitado respirar con desesperación.
—Fue desde el cincuenta y ocho que nos vimos por última vez, sino me equivoco —respondió él con cautela.
—Desde aquella noche en que decidiste robar mi cuerpo —espetó aquel espectro que al pronunciar cada palabra congelaba el ambiente—. Dejándome solo en esto. Oh, pero no es por eso que te he buscado, querido amigo. Tengo un nuevo amigo, Kariath, y me dijo que tienes algo que le pertenece y yo lo quiero.
El hombre, sin dar un paso atrás, llevaba algo en los bolsillos de su cazadora.
— ¿A quién? ¿Ahora le sirves a él? ¿Crees que con buscar la piedra te ayudará a recuperar tu anterior aspecto? Confieso que te ves mejor así.
El espectro sonrió.
— ¿Y tú, Kariath, sigues siendo un Vigilante traidor? Que yo sepa has dejado ese cargo. ¿Has logrado crear un bastardo nephilim? Puedo descuartizarte con este aspecto si no me entregas la Piedra del Punarvasu y el verdadero Libro de Enoc. Sabemos que tú lo tienes.
Ahora le toco a él sonreír.
—No tienes como probarlo —sonrió, estaba seguro que aunque lo negara o lo reconociera, moriría de todas formas. Así lo tenía el destino.
—Ya no posees una brillante espada con la que te puedas defender. Tus verdaderos enemigos vendrán dentro de un momento, ellos vienen a por ti —decía arrastrando las palabras, tan cerca de Kariath que le dio nauseas por aquel olor tan fétido que se cargaba.
—Si ellos vienen hasta acá es porque no sirves ni para mensajero, reconócelo, Xamiel —respondió, el espectro rugió cuando oyó su nombre.
—Tu padre se ha olvidado de ti, Kariath —siguió diciendo con el mismo tono. Esperando a que el hombre atacara, pero no lo hacía.
—Mi padre, nuestro padre… —dijo con una sonrisa en sus labios, poniéndose las manos detrás de su espalda y agregó—, te envía saludos.
Su padre jamás se había olvidado de él. Por más que su hijo, mensajero de paz y de guerra haya cometido varios errores en el pasado, había mezclado su sangre pura, pero ¿Cómo castigarlo si él era la encarnación del amor?
Kariath sacó una botella de cristal que brillaba más que un diamante puesta al sol. Era una luz celestial que casi se podía oír el cantar de voces angelicales, esas voces que una vez oyó de cerca. Sabía que si usaba esa luz, él moriría, toda su razón de ser se iría con él, pero llegaría el momento para regresar; habría un tiempo para que alguien lo rescatara del vacío a donde iba o simplemente encontraría la paz y el perdón. No podía esperar a que sus verdaderos enemigos llegaran porque ellos no lo matarían, harían cualquier cosa para cumplir su cometido. Así que se esfumó al igual que Xamiel, dejando su cuerpo inerte en aquella calle desierta en una noche de verano friolenta.
Un momento más tarde otro hombre cruzaba aquel callejón cuando divisó un cuerpo inerte. Sin embargo, al acercarse fue testigo de cómo el adoquín se abrió revelando a unos seres humanoides montados en monstruos frente a él, con tatuajes y grabados inentendibles en el cráneo con rostros pálidos, ojos hundidos y nariz de serpiente, vestían largas gabardinas de piel negras —que al bajar de aquellas bestias del tamaño de leones sin pelaje, tan solo cubiertos por una especie de corazas mal puestas— rozaron el suelo, de botas gruesas que parecían salpicadas de algo espeso.
Las bestias daban escalofríos desde las escamas y largas pezuñas con filo de navajas recién afiladas hasta los ojos rojos y esos sobresalientes colmillos con restos de carne colgándoles.
El espectador se quedó congelado ante las imágenes de aquellas criaturas, o debió ser ante la mirada de aquellas bestias que hizo que se le detuviera el corazón.
Se acercaron a Kariath, revisaron sus bolsillos, pero sabían que lo que buscaban no podría caber en algo tan pequeño, de este modo, solo terminaron maldiciendo el nombre de Kariath y adentrándose de nuevo en la abertura donde salía fuego y humo, los monstruos rugieron y desaparecieron debajo del abismo antes de que lo que venía descendiendo del cielo los atrapara.
Un joven ángel aterrizó en cuclillas plegando sus enormes alas blancas que bien podría cubrir todo su cuerpo, era mucho más joven de lo que parecía su postura al erguirse, su cabello ondeó por el viento, de su muñeca derecha cayó su brazalete de oro viejo que al tocar el suelo se transformó en un anillo.
Unos instantes después, aparecieron otros dos ángeles más ¿Quién diría que los ángeles existieran?
—Kariath ha muerto. —Dictaminó la mujer ángel mientras plegaba sus alas hasta convertirse en una fina capa al igual que el otro que estaba a su lado.
Ellos eran ángeles guardianes, el primero no era como ellos.
—No fue al infierno —informó éste.
— ¿Entonces, Akibeel lo tiene? —Inquirió el otro, todos; altos y bellos, eran hermosos. De una hermosura inhumana, puesto que eran ángeles, mensajeros de paz y de guerra y habían tomado forma humana. El primero, que había llegado antes, se paseaba buscando pistas entre lo que había sido el abismo donde los monstruos habían descendido, mientras los otros dos se miraban de reojo.
—No hay rastros de pelea ni que él haya convocado a las Fuerzas Espirituales, todo es ceniza y humo demoniaco.
— ¿Huyó?
—No. Abrió un portal.
—Pero, así ¿Cómo sabremos si se llevó el Libro con él? —Inquirió la chica que estaba tratando de revivir el cuerpo que había sido el hombre que quería salvar la vida de muchos inocentes y otro que había tenido la mala suerte de estar en ese lugar.
—No llevó el Libro, pero tampoco dejó pistas para saber que está en este plano —dijo inclinándose para hurgar el bolsillo de Kariath.
— ¿Cómo conseguiremos dar con la familia de Kariath?
—Nosotros somos su familia.
—Hablo por la familia que él formó —recalcó la chica sintiéndose pequeña ante el tono de voz del primer ángel.
—Los Vigilantes se encargarán —dijo sin más.
— ¿Y qué pasará con ese pobre hombre? —Señaló el otro joven ángel al hombre que estaba también muerto.
—Lo encontrarán— respondió el primero tomando un objeto del bolsillo del hombre muerto, un dije de corazón que al abrirlo reveló la fotografía, no hizo nada más que alzarse al vuelo y sus Guardianes lo siguieron, desapareciendo en el cielo nocturno.
Corriendo sin aliento. Y no era por hacer ejercicio o ganar una maratón de 15 kilómetros, empero, estaba corriendo.Amaba correr, pero ¡Dios! Estaba quedándome sin aliento y no era por una alucinación por haber consumido algo, además, no había consumido ese algo desde hacía meses. Estaba tan desesperada y cansada que al gritar no emití ningún sonido, de todos modos nadie, ni siquiera el viento me oiría, deseaba que alguien corriera para ayudarme. No sabía ni tenía idea de lo que huía, solo que era algo con lo que nadie quisiera toparse.Era una noche a pleno inicio de agosto, llovía como jamás había visto nunca, mi cabello caía pesadamente sobre mi espalda, en ese momento deseé no tenerlo tan largo. Mi rostro era un completo poema dramático. No sentía mis manos y mucho menos mis dedos que temblaban
Es sorprendente como pueden cambiar las cosas, la luz era intensa y estaba sola. No había nadie, pensé en mamá y en Josh. «Si hubiera sabido que hoy moría probablemente le habría pedido al menos una disculpa a mamá… ¿Cómo fue que vine a parar aquí? Hoy estaba en casa de Polly… regresaba a casa y… ¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí!» todo era de un blanco cegador, en la nada ¿en serio había muerto? Lo que más me asustaba era no ver nada, no sabía si soñaba o era una transición. « ¿Estoy muerta?» esa fue la pregunta que temía que alguien me la respondiera, pero no hubo nadie.Sentí algo, como un destello a través de mis parpados, después la blancura desapareció y solo quedaba la negrura y una voz lejana que me decía:—Despierta…
Después de varias caídas, a Aaron le pareció correcto cargarme aunque protestara, y aunque tenía razón y mi testarudez estaba al borde, el cansancio físico había vencido a la esperanza de conservar mi orgullo. Ya me había hecho la valiente al ver la herida que tanto me dolía y noté que no solo era un rasguño, eran cuatro largos y profundos cortes. Parecían hechos por filosas navajas. Mi jean estaba todo andrajoso, tieso por la sangre, por el lodo y rotos por las garras de aquel monstruo y esto era prueba de que no me había imaginado nada.Mientras iba en los brazos de Aaron, me preguntaba ¿Qué eran esas criaturas? ¿Cómo se llamaban? Porque a decir verdad, no había leído nada con la descripción de ellos. «Aunque tuviesen nombre no me lo hubieran dicho, si hubieran tenido la oportunidad de devorarme lo habrían hecho antes de re
Mamá fue la que se encargó de suturarme las heridas, me preguntó qué animal había sido y yo solo respondí que había sido uno grande. No podía describirlo, ni siquiera el ataque, nadie me creería, mucho menos ella. Siempre daba créditos a los otros antes que a mí. Ella decía que el tiempo que llevaba trabajando en el hospital no había visto heridas semejantes provocadas por un animal, dejé de poner atención cuando se me vino a la cabeza todo lo que había pasado. No podía ser real, sin embargo, aquí estaba la prueba, las cicatrices que me dejaría. Los puntos que mamá iba dejando.«Que no piense ni un solo instante en decir que soy una suicida» me dije, pues en algunas ocasiones ella pensaba que podría hacerme daño cuando pensaba en muchas cosas, que si tuviera una navaja filosa en mano no lo pensaría dos vec
Algo me estrujaba la garganta en mis sueños, por lo que al parecer balbuceaba.—Mila…, Mila, querida, despierta —alguien estaba susurrándome.Era la voz de la abuela dándome una leve sacudida en el hombro, y poco a poco fui despertando, ella había descorrido las cortinas blancas, el sol comenzaba a alzarse por las colinas, la abuela se encontraba sentada a un lado de la cama, en mi mesita de noche yacía otra bandeja con un vaso de agua, una taza de té humeante y medicamentos que debía de tomar.Iuggh.—Buenos días —saludé incorporándome.—Oh, buenos días, no quería despertarte, pero debes tomar los medicamentos que dijo Mabel, ella se acaba de ir y Josh se está dando un baño, le expliqué que por hoy no podrás ir a la librería con él.—No —la interrumpí&m
Si esto no es drama, entonces díganme ¿Qué es? ¿Alguien podría decirme que estaba haciendo en un lugar como éste? Era por supuesto extraño. Y el vestido. No recordaba haberme puesto un vestido; con volantes y encajes que ceñían mi cintura y caían en cascadas por mi cadera. Era uno extraño y hermoso, como que me gustaba lo singular. Mis hombros estaban al descubierto y tenía el cabello suelto que ondeaba por mi espalda y estaba recogido a la mitad por una peineta. Mis hombros hacían verme flacucha ya que hacían resaltar mis clavículas. Pero mi delgadez no era lo importante, estaba descalza y las hojas estaban húmedas y frías bajo las plantas de mis pies.Todo había comenzado al salir de la casa de Joane, era su cumpleaños número dieciocho y lo celebró a lo grande, pero el bullicio que había adentro era insoportable que hab&ia
Me había dormido de nuevo y eso solo había sido un sueño o una pesadilla.—Estas muy pálida ¿Te sientes mal?—Oh no, joder, me quedé dormida. Lo siento —musité bostezando y observando el colegio que estaba igual, con esos árboles intactos.— ¿Te disculpas por dormir? Yo lo hago todo el tiempo y no me disculpo. Me di cuenta. Y creo que estabas soñando ¿o era una pesadilla? Gritabas “Greg, Greg…”.—Eso creo, no sé porque estoy soñando con esas cosas…— ¿Hablas de los monstruos? ¿O de mí? —Me interrumpió.—De los monstruos. Hoy sentí que perdía a Josh, es extraño.—Creo que es un trauma o algo así, deberías ir con la psicóloga.—No estoy loca —dije de inmediato.Hubo un tiemp
Había terminado otra semana más, en la clase de Historia Polly no hablaba como acostumbraba, era callada y se molestaba por cualquier comentario, incluso casi golpeaba a un chico de la clase por darle una sugerencia, y sí, cuando la veía por primera vez sus ojos se mostraban rojos por un instante. Creí estar soñando y llegué a la conclusión que por mis extraños sueños estaba viendo cosas que no eran, no me atrevía a decirle a alguien, ni siquiera a Greg o a Cedric.La chica nueva; Claire, no había llegado a ninguna de las clases que nos tocaba juntas. No volví a ver al chico de cabello singular que llegué a pensar que se trataba del desconocido. Y todo parecía de lo más normal.El sábado me la pasé casi todo el día encerrada en mi habitación mientras que Josh jugaba en el jardín con la abuela y Aris. Me dispuse a hacer lo qu