Capítulo 2
Únete al circo.
¿Qué había pasado?
Abrí los ojos, y los murmullos cesaron, yo pensé que me iba a encontrar en un hospital, con la cabeza enyesada y una intravenosa dolorosa en mi vena, pero era la antítesis de lo que yo creía; estaba sentada en un mueble, echada hacia atrás, debí haber tenido la boca abierta porque mi garganta se sentía reseca, no me dolía la cabeza ni nada, estaba perfecta; como si simplemente hubiera despertado de un agradable sueño.
Bien, esto era extraño porque recordaba haber estado en el escenario y luego... nada.
La habitación donde me encontraba era pequeña, más bien, parecía un camerino porque tenía una peinadora con luces, muebles y mucha ropa colgada. Se encontraban tres personas, el sujeto de bigote de Hitler que ahora no tenía zancos y lucía seriamente enano tal vez menos de un metro, un muchacho de gran altura y músculos, el cual sorbía su nariz ruidosamente, y por último; una mujer, su rubio cabello estaba recogido en un moño y me veía estrictamente seria desde donde estaba sentada, parecía severa; como la directora de un colegio.
—Hola Francia Miles —dijo la señora—, soy Elizabeth Furléz, dueña del circo Furléz.
Ja, claro y yo soy Thanos, vine para destruir el mundo.
Mis ojos la observaron con expresión gélida durante lo que me pareció un largo rato, mientras las preguntas comenzaban a carcomer mi cabeza al darme cuenta que ella hablaba enserio.
Era la jodida dueña del circo.
¿Y cómo —coños— sabia mi nombre?
¿Qué me había pasado?
¿Dónde estaba Luis?
—¿Puedo irme? –Murmuré descubriendo mi voz más ansiosa de lo que creía.
—No hasta que sea seguro —respondió la señora Furléz—, espero que no esté apurada.
¿Seguro?
Negué con la cabeza, admirando su rostro tan blanco como el helado de vainilla; tallado como porcelana, su porte era de modelo, sin mencionar que su atuendo en escala de grises la hacía lucir como un cuadro del siglo XIX.
¿Me habría alcanzado una bala?, no, no me dolía nada, y me encontraba perfecta, a menos que hubiera tenido días para recuperarme...
Mierda.
—¿Cuántos días llevo aquí? —solté asustada.
Mi tia me iba a matar, ni siquiera le había dicho que iba a salir.
Miré a bigote de Hitler en busca de respuestas, pero él no me miraba solo estaba acostado horizontalmente en la silla, sus pequeños pies quedaban en el aire.
—Solo tres horas —dijo la señora Furléz.
Oh.
Me sentí un poco estúpida, pero entonces ¿Qué había pasado?
—¿Hubo un tiroteo? —Dije—, ¿Qué ocurrió allá afuera?, aquel muchacho... Mazo, ¿se encuentra bien?
—Está bien —dijo bigote de Hitler— la bala no lo tocó, solamente se desmayó de la impresión, pero ya atraparon al muchacho que causó todo, solo... un idiota más que quería comprobar si moríamos.
—¿Ah? —intervine escuchando que era prácticamente normal para ellos que les dispararan.
Casi como:
¿Uh? Sí, me dispararon el viernes por la noche pero ya sabes lo normal... No morí.
—Hay personas que tienen una extraña teoría de que somos inmortales —dijo la señora Furléz curvando sus labios en una leve sonrisa que en su rostro lucía tensa, como si estuviera a punto de regañarme—, es por los trucos tan peligrosos que hacemos...
—Yo no vi nada que no hubiera visto ya —dije sin pensar, de inmediato me arrepentí de mis palabras, no podía decirle esas cosas a la dueña del circo—. Excepto el truco de Mazo no sé cómo me dejó en trance, yo, uh, es decir, quise decir, ni siquiera sé que hice... yo…
Cerré la boca porque realmente solo hablaba estupideces.
Calladita te ves más bonita Francia.
Si tuviera un botón para retroceder el tiempo y borrar mis comentarios estúpidos, sería muy feliz.
—En fin... —dijo la señora Furléz recordando lo que estaba diciendo— esas personas creen que somos inmortales, por eso hemos presenciado varios atentados, siempre lo hacen en nuestros remolques o en nuestros actos como hoy, eso ha ocurrido en todas las generaciones. Menos mal que a usted no le ocurrió nada.
—Sí, bueno, no estoy muerta —bromee, pero al ver que nadie le hizo gracia me aclaré la garganta—. Bien, ¿ya todo se normalizó allá afuera?
—Ya la gente fue evacuada, y apresaron al hombre que con tanto desacato disparó el gatillo.
<<Con tanto desacato>> disculpe usted realeza.
Casi sonreí por su lenguaje tan culto, pero sabía que la señora Furléz no tenía mucho sentido del humor, así que traté de mantenerme serena.
—Bien, gracias por cuidar de mí —dije levantándome de la silla—, fue un placer haber participado y haberlos conocido en persona.
La señora Furléz también se colocó de pie, luciendo mucho más alta de lo que ya era por sus tacones de punta, Rodolfo (bigote de Hitler) también se levantó de la silla, y hasta Artur dejó de sorber su nariz.
—Espere, señorita Miles —dijo—, en lo que pude averiguar estudió en una academia de baile.
¿Uh?
¿Ahora me estaban averiguando la vida o qué?
—Si... —dije frunciendo el ceño levemente— ¿Cómo sabe...?
—Oh, los policías pidieron su identificación, estaba en su bolsillo, y allí salió todo sobre usted —dijo— ¿No le gustaría unirse a mi imperio?
Un momento, un momento…
Stop.
Estaba segura de que mi rostro tuvo una pelea de emociones, donde no sabía si reír, llorar o escupir en su cara por tal estupidez, ¿yo?, ¿En un circo?, jamás lo hubiera imaginado, y tampoco planeaba plantearme la idea, estar en un circo era renunciar a la vida normal, ser un artista, donde viajabas y recorrías el mundo sin límites… bien, viéndolo de esa forma no sonaba tan mal, ¿pero mis estudios?, bueno, ahora tenía cuatro meses de vacaciones antes de volver a la universidad.
Mi tía Wanda.
Por más tentadora que fuera la idea, no podía dejarla sola, aunque ella casi nunca estaba en casa, era prácticamente lo mismo, pero ¿de verdad sería capaz de dejarlo todo por irme con un circo y vivir de los actos?, aunque allí debían de pagar bien porque era el circo más famoso del mundo.
—Solo por curiosidad —murmuré—, ¿qué acto haría yo?
No podía creer que consideraba la idea.
La señora Furléz me sonrió, esta vez mostrando sus dientes, dándome más escalofríos.
—Sería una hermosa bailarina, en el acto final están nueve chicas que bailan pero no de la manera en la que me gustaría, quiero a alguien profesional que las enseñe, alguien como usted, joven, que sepa lo que está de moda en estos tiempos.
Já.
Yo, enseñando en el circo clases de baile.
¿Dónde estaba la cámara oculta?
—Lo que pasa es que estudio en la universidad y... —comencé a decir pero ella me interrumpió diciendo:
—¿Acaso no está de vacaciones? Ya estamos en diciembre, todos tienen vacaciones, ¿cuánto tiempo le dan a los estudiantes?
—Cuatro meses, pero...
—Exacto —me interrumpió otra vez, sacó una tarjeta de su chaqueta y me la entregó—, puede pensársela mejor esta noche señorita Miles, estaremos en la ciudad hasta el lunes, para una presentación en Senda Otoño. Si quiere tome estas vacaciones de sus estudios como una prueba en el circo, a ver si le gusta, si no; se puede ir.
Afirmé con la cabeza sin todavía comprender que me hubiera ofrecido tal cosa, mientras guardaba la tarjeta con su número en el bolsillo del pantalón y comenzaba a caminar hacia la puerta.
No.
De ninguna manera.
Aunque era una oferta realmente tentadora y que tal vez cualquier chica de mi edad le gustaría, pero yo era Francia Miles, vivía en una ciudad donde para ser alguien debías graduarte, ganar mucho dinero para vivir a la altura y formar una familia, si me iba al circo y abandonaba todo, no podía imaginar el paro cardíaco que le daría a mi tía, sin mencionar que eso no era lo que querían mis padres para mí.
No.
—Rodolfo —dijo la señora Furléz—, escolte a la señorita Miles a la puerta.
—Sí, Dama —dijo Rodolfo.
Me despedí de Artur y de la señora Furléz con la mano, girándome para seguir a Rodolfo, pero la señora Furléz me agarró la muñeca, joder, como odiaba que me tocaran, además su mano estaba realmente helada, me hizo voltear y me topé con sus ojos verdes cuando dijo:
—La veo y no puedo evitar ver el gran potencial que tiene, esperando por algo, una aventura, todos merecemos una aventura en la vida y tiene cara de que lo ansía.
La señora Furléz sonrió mostrándome su perfecta dentadura y me soltó, afirmé con la cabeza y seguí a Rodolfo hacia la salida.
Bien, eso fue raro.
Una aventura, sonaba interesante, más aun cuando sabía que podría ver a ese chico Mazo otra vez… pero no iba a pasar.
Yo era insípida e insípida me iba a quedar.
En una sala que tenía la puerta abierta observé a un grupo de payasos, uno de ellos decía una anécdota causando que todos soltaran una gran carcajada, en otro salón con la puerta abierta descuidadamente; observé a un grupo de muchachas cantando, y bailando alrededor lanzándose lo que parecía brillantina de colores, de resto en el pasillo los salones estaban cerrados, pero se escuchan los murmullos, gritos y risas del personal del circo.
Todo parecía… colorido y feliz.
—¡Permiso!, ¡permiso! —gritaron unos hombres, tuve que arrimarme a un costado al igual que las personas que transitaban por ahí, para que no nos atropellaran, ellos traían una enorme cava en sus hombros (con cerveza me imaginaba) y arriba de eso estaba una enorme bolsa con botanas. Los muchachos siguieron gritando por el pasillo hasta adentrarse en un salón.
Definitivamente demasiada alegría, no iba a mentir, me atrajo.
—Ser parte del circo es como una fiesta eterna —comenté amablemente a Rodolfo, me agaché un poco considerando el hecho de que tal vez no me escucharía. Casi sentí el impulso de decirle: "¿qué tal está el clima allá abajo?", pero me callé, era un chiste de mal gusto incluso para mí.
Él se detuvo alzando su cabeza hasta que sus ojos negros me miraron por unos segundos, seguidamente soltó lo que pareció una carcajada irónica y siguió caminando.
—No te imaginas cuánto.
—Oye -—dije aprovechando su momentánea simpatía—, ¿Mazo está bien?, no pude ver qué ocurrió, pero él estaba junto a mi cuando dispararon y...
—Mazo está bien —dijo pareciendo agotado—, no le tocó la bala.
Soltó otra vez esa risa irónica, como si tuviera esa conversación todos los días. Antes de darme cuenta alguien me abrazaba, y solo cuando me soltó fue que vi el rostro de Luis totalmente angustiado.
—¡Estas completa! –Me abrazó nuevamente y me besó en los labios— ¡que susto Francia!
Ew.
Lo empujé limpiando mis labios descortésmente con el reverso de mi mano, no lo abofetee porque yo no era una persona agresiva. Voltee para despedirme de Rodolfo, pero ya se había ido, solo quedaban unas pocas personas en el estacionamiento, algunas bebiendo, otras charlando, y hasta reporteros estaban ahí, entrevistando a cualquiera que hubiera estado presente en el atentado.
—¿Qué ocurrió contigo allá adentro? —dijo Luis pareciendo apenado por lo que acababa de hacer.
—La dueña del circo se aseguró de que yo estuviera bien, no sufrí ninguna lesión —obvié la parte en la que me ofreció unirme al circo— ¿y tú que hiciste?
—Me imagino que Mazo sí recibió tratamiento, vi la bala darle justo en el pecho... —dijo asustado—. Yo no hice nada más que quedarme muy quieto mientras la gente corría, luego observé a los policías caerle encima al hombre que disparó y llevárselo, después solo salí y te esperé afuera, traté de no perder la calma, aunque a medida que pasaban las horas sopesé todo lo que había pasado y entré en pánico.
—Mazo no recibió ninguna bala —dije—, él está bien, me lo dijo Rodolfo, ese enano de zancos con bigote de Hitler.
Luis frunció el ceño pareciendo querer contradecirme, pero antes de que me contestara, una intensa luz iluminó mi cara casi dejándole ciega, vislumbré también una cámara, y un micrófono a centímetros de mis labios.
—Francia Milk.
—Miles —dije interrumpiendo a la señora que al parecer quería entrevistarme, pero ella me ignoró diciendo:
—Dígame ¿Qué ha pasado según tu perspectiva en el escenario?
Miré a la señora; su rostro era tenso, sus risos negros parecían balancearse en direcciones diferente por el viento, daba miedo el tan solo mirarla, como si fuera una cazadora capaz de obtener lo que fuera.
—¿Podrías quitar esa luz de mi rostro? —dije obstinada.
—No —replicó ella—, es para que se vea bien tu cara en televisión.
—Me importa un carajo —dije e intenté irme, pero ella me siguió colocando el micrófono en mi boca, insistiendo en que hablara en lo que había pasado.
Esta tipa me tenía obstinada.
—No pasó una mierda ¡joder! —Grité—, yo estaba en trance, y solo sentí el impacto cuando mi cabeza tocó el suelo y quedé inconsciente. ¡¿Ya?!
Ella en vez de alejarse se pegó más de mí.
—La dueña del circo nos ha comentado que recibió un buen trato por parte de ellos —dijo—, ¿es verdad?
Esta señora no iba a dejarme en paz, así que me detuve y dije:
—Sí —entrecerré los ojos ante la luz que ponían en todo mi rostro—, la verdad fue muy amable, ¿otra pregunta?
¿En qué momento la entrevistadora había hablado con la señora Furléz?, tal vez cuando estaba inconsciente, no me las imaginaba entablando una conversación, esta tipa era insoportable.
—¿Qué relación tienen ustedes? —dijo.
Definitivamente iba a golpearla.
Luis se interpuso murmurando que ya nos teníamos que ir, haciendo que la reportera alzara sus delgadas cejas con picardía al no responder su pregunta, pero mi amistad con Luis o mis relaciones futuras no eran asunto suyo.
Bueno, había comprobado que odiaba la fama.
Al llegar a casa de mi tía me abofeteó nuevamente el silencio, ¿acaso siempre sería así?, nunca me lo había planteado y la verdad no me había importado ni siquiera estar sola, pero no me apetecía leer, no me apetecía escribir, solo quería ver una película con mis padres, acostarnos los cuatro a ver una película en la cama, juntos, riéndonos y comentando.
Tal vez no era tan mala idea irme al circo, cambiar de ambiente, tal vez en busca de una aventura como dijo la señora Furléz, porque por primera vez desde que quedé huérfana, no quería estar sola, no me había planteado el hecho de que cuando me graduara sería así o peor porque tendría que vivir sin mi tía...
Necesitaba ir a ese viaje, es decir, la señora Furléz me dijo que podía estar con ellos en mis vacaciones algo así como unos meses de prueba, necesitaba encontrarme, ¿y qué mejor manera que ir por el mundo con el circo más famoso de todos los tiempos?
Que grave error cometí.
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