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4. Una gran cagada.

Capítulo 4. Una gran cagada.

Narrado por Dulce.

Hacía ya largo rato que no podía encontrar a mi mejor amiga, sin lugar a dudas se habría largado con alguno, y me había dejado sola. Debía buscarme a uno antes de que acabase la noche, porque odiaba terriblemente quedarme sola y ponerme a pensar en él, en ese chico al que nunca podría tener.

Me senté en las tumbonas, junto a la piscina, y miré hacia mi celular, no tenía ni una maldita llamada perdida, ni un mensaje nada.

  • ¿Dónde demonios te has metido Abby? – pregunté, en voz alta, mientras seguía moviéndome por la aplicación de los mensajes, mirando sin ver, hacia todos los contactos que tenía en el móvil, y me detuve al ver el suyo “Black” le había puesto.

Era mi más oscuro secreto, así que eso explicaba su apodo, pero no lo había puesto sólo por eso, sino también para que mi amiga no se diese cuenta de que tenía el número de teléfono de su hermano mayor.

¡Dios! Estaba completamente loca por él, y él ni siquiera sabía de mi existencia.

Le había hablado un par de veces, siempre con la excusa de que no podía encontrar a su hermana, pero él ni siquiera me había respondido. Sabía que la relación de mi amiga con sus hermanos era extraña, así que me preocupó bastante.

Estaba tan sumamente borracha, que me hubiese dado igual follarme a un puercoespín, tan sólo necesitaba saciar el calor que me invadía cada vez que pensaba en él.

Le di a la tecla de llamar y me lo puse en el oído, tan sólo quería escuchar su voz y colgaría, tan sólo eso. Me prometí a mí misma.

  • ¿Diga? – preguntó una voz al otro lado del teléfono, haciendo que se me encogiese el corazón, ¿cómo podía tener una voz tan tremendamente sexy? - ¿hola? – volvió a insistir, al no hallar respuesta alguna – si esto es una broma…

  • Roger – le llamé, sin apenas darme cuenta de ello, de forma sensual, haciendo que él se quedase callado. ¡Mierda! ¿cómo se me ocurría hablar?

  • ¿quién es? – insistió, mientras yo me moría el labio, ¿qué demonios iba a decirle?

  • Soy Dulce – reconocí, pero eso no le explicó nada, él no tenía ni idea de quién era yo – soy amiga de tu hermana – le dije, al fin, haciendo que él emitiese un ruido afirmativo, en señal de que esperaba que dijese algo más – nos hemos emborrachado – comencé, sin tener ni idea de qué decirle, me iba a tocar mentir para salir del paso – y tu hermana se ha quedado sin batería…

  • ¿por qué no cogéis un taxi? – preguntó, cansado de aquella conversación.

  • Las líneas están ocupadas – mentí – se han puesto todos de acuerdo para llamar a un taxi ahora – volví a mentir, haciendo que él resoplase al otro lado – Escucha, ella no quería que te llamase, ni siquiera sabe que lo estoy haciendo, pero … tiene la ligera idea de volver andando a estas horas hasta casa.

  • Dame media hora – aseguró él – no dejes que haga ninguna locura – y tras decir esto colgó.

¡Mierda! ¿Qué acababa de pasar? ¿qué acababa de hacer? ¿Qué iba a decirle a él tan pronto como llegase y no encontrase a su hermana? Estaba en un tremendo lío.

***

Esperaba en la puerta de la mansión cuando vi su coche aparecer. ¡Dios! No tenía ni idea de cómo iba a escapar de aquel lío.

  • ¿Eres dulce? – preguntó al llegar hasta mí. Asentí, y le observé buscar a su hermana con la mirada - ¿dónde está?

  • Se ha marchado antes de que pudiese decirle que había hablado contigo si quiera – mentí, observando como él maldecía, sin tan siquiera mirarme. Odiaba ser invisible a sus ojos – se ha marchado con un chico, así que no creo que le pase nada – le calmé.

  • ¿qué vas a hacer tú? – preguntó, dejándome de piedra con aquella pregunta - ¿tienes cómo volver a casa? – insistió, negué con la cabeza, mintiendo cual bellaca, pero si podía conseguir un viaje gratis con él, habría valido la pena – sube.

Me monté en su auto, sintiendo como mi corazón latía a mil por hora, él era un chico muy guapo, vestía siempre con ropas anchas e iba muy desaliñado, con barba, y le encantaba el rock y jugar a los juegos de rol. Pero eso lo hacía diferente, y me encantaba. En su auto, durante todo el trayecto se escuchaba la música de Queen.

  • No le digas a tu hermana que te he llamado – rogué, tras un rato en silencio – ella me matará si sabe que te he molestado.

  • Tranquila – me dijo, mientras se detenía en un semáforo – no diré nada. Por cierto, me has hablado más veces, ¿no?

  • ¿Qué? – Dios, estaba hiperventilando, iba a morir, de eso estaba segura – yo…

  • Ya casi estamos – comenzó, intentando cambiar de tema, sé que lo hacía por eso, podía sentir mi nerviosismo, ¡Dios! Estaba histérica - ¿ni siquiera vas a preguntarme como sé dónde vives?

  • ¿qué? – volví a preguntar, como una idiota. Parecía subnormal, pues lo único que podía salir por mi boca era esa palabra.

  • Escucha – me dijo, deteniéndose frente a mi casa – no tengo ni idea si lo que dices sobre mi hermana es cierto o no, pero … - ¡mierda! Me había cogido la mentira - … no estoy interesado en tener una relación, Dulce.

  • ¿Qué? – os lo dije, una completa subnormal es lo que era.

  • Me alaga que te guste y eso, pero …

  • No me gustas – mentí, casi horrorizada de que pensase eso – jamás me fijaría en ti, me pareces un borde y tu estilo es completamente anticuado y feo – declaré, lo más rápido que pude, tan rápido, que apenas me di cuenta de lo que dije.

Rio a carcajadas, y no sabía si lo hacía por mis palabras, o por mi forma de decirlas.

  • Disculpa, odio a las chicas superficiales – me dijo, sin tan siquiera invitarme a salir del coche, seguíamos allí, mirándonos el uno al otro – que sólo les gusto porque soy guapo, sin tan siquiera conocerme realmente.

  • Yo no soy así – me quejé – te estoy diciendo que ni siquiera me gustas. Me pareces feo y anticuado con esa barba y esos pelos.

  • Tú, por el contrario – comenzó, dejándome sin aliento – eres guapa. Aunque no estoy interesado en tener nada ahora mismo.

  • Yo tampoco – dije, tan rápido, que le hice volver a reír – pero tendrías que peinarte un poco y asearte para gustarme un poco.

  • Hace mucho tiempo que no hago esto… - comenzó, evitando mi mirada - … así que lo voy a tener que preguntar, estamos hablando de acostarnos, ¿verdad?

  • Estás yendo demasiado deprisa, ¿no crees? – le detuve – ni siquiera te conozco, podrías ser un violador o algo por el estilo – se rio de mis palabras – sólo sé que eres el hermano mayor de mi amiga, nada más.

  • ¿qué quieres saber? – preguntó.

  • ¿qué es lo que quieres de mí? – pregunté, observando como él sonreía, con picardía.

  • Sólo sexo – aseguró – cuando se trata de eso soy un superficial de mierda, y diablos, estás buena.

  • Vas demasiado deprisa, Roger. Ni siquiera me gustas – espeté, haciendo que él se mordiese el labio y me derritiese allí mismo. ¡Por Dios!

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