Oscura Obsesión
Oscura Obsesión
Por: RenliEscritora
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Capitulo 01

Kira Douglas

Estoy persiguiendo a mi pequeño hermano, Jack por toda la casa. Es tan difícil hacerlo coordinar las cosas que debe hacer desde la mañana pero mi madre lo tiene tan consentido que es un batalla campal lograr que desayune a tiempo y así no termine quedando por fuera de clases.

Papá lee el periódico mientras le da algunos sorbos a su taza de café, ya en algunos días empiezan las vacaciones de verano y con esto podré ganar mucho más dinero para ese viaje que Kerem y yo hemos estado planeando desde la adolescencia. Muerdo un poco de la tostada con mermelada de frambuesa que mamá ha puesto sobre mi plato. Miro la hora en el reloj de pulsera el cual fue un obsequio de mi tío Fred en mi cumpleaños pasado y me levanto de la silla para salir corriendo a mi turno a primera hora en la farmacia donde hace medio año trabajo.

Le quito la cadena a mi bicicleta que esta asegurada al árbol que sembró mi abuela cuando aun estaba en vida y me impulso para emprender mi viaje. Saludo con mi mano derecha a la señora Benett como tengo por costumbre a diario. Mi vecindario es un poco tranquilo, aunque en realidad no lo es del todo.

Tengo diecinueve años de edad y mamá vive preocupada de que algo me pase en las calles solitarias de Green Town. Aunque de apariencias parece una ciudad como cualquier otra, hemos tenido casos de asesinos seriales y desapariciones forzadas. Además cuando era pequeña, muchas mujeres aparecían sin vida en cualquier calle oscura de este lugar maldito.

Al menos, las personas son amables y cálidas, no tengo muchos amigos, pero me conformo con la amistad de mi prima y mejor amiga de toda la vida. Ella es la única que sabe sobre mi amor eterno hacia el perfecto y atleta Zac Pierce. Siento que mis sentimientos no son un enamoramiento de buenas a primeras, le conozco desde que tengo memoria, ya que nuestros padres son muy buenos amigos.

Me bajo de mi bici y acomodo mi rebelde cabello que me hace pasar vergüenzas de vez en cuando. Mamá odia que me ponga este jean que llevo puesto, ya que para ella ya debería de botar en la basura por los enormes agujeros que tiene en la zona de las rodilla. Es más, adoro la playera negra y los tenis desgastados que uso desde ya no sé ni cuando.

Armando, el dueño del local donde he aprendido más cosas de medicina que en la propia facultad en donde estuvo hace un año, me extiende la mano para darle esa palmada que suelo darle a diario apenas llego a la entrada del lugar.

Puedo decir que tengo una vida feliz, digna y sobre todo llena de amor y respeto hacia mi familia. Me coloco una bata de farmaceuta con el logo a un costado que dice «Naturals Life»

 Voy hacia el pabellón de medicamentos infantiles a organizar el nuevo pedido que llegó ayer en la noche. Agrupo las cajetas según los nombres y echo hacia adelante los que tengan fecha de vencimiento próxima para retirarlos de la vitrina. Me giro hacia la puerta principal, cuando escucho la campana que el señor Armando ha puesto para que anuncie cada vez que un cliente nuevo entra al loca.

Lo que tenía en las manos se me ha caído apenas que veo a Zac, su cabello negro como la noche y sus ojos color avellana me miran y siento que hasta el alma se me está saliendo del cuerpo. Lleva puesta una chamarra de su equipo favorito de béisbol y un pantalón de mezclilla que se adhiere a la perfección en la zona de sus glúteos.

—¿En… En que te puedo ayudar, Zac? —muerdo mi labio inferior porque he sonado como esas niñas de primaria que les gusta alguno de sus compañeros de escuela y no saben cómo decirles. Oh, bueno, creo que ellas y yo no tenemos gran diferencia. Jamás he sido capaz de decirle algo sobre mis sentimientos y no es porque no sea guapa o al menos eso es lo que me dice mamá.

—Tengo dolor de cabeza ¿Me podrías recetar algo? —asiento con la cabeza como si sufriera de algún tipo de retraso mental. Sin duda alguna, no soy capaz de controlar mis movimientos cuando él está cerca de mí.—¿Trabajas aquí desde hace mucho?

—Seis meses…—Voy hasta la zona de analgésicos y saco una caja con el medicamento indicado para él. Le paso la caja y prácticamente se la he tirado al sentir como la piel de sus manos tocan con suavidad las mías. Estúpida, eso es lo único que puedo decir de cómo me veo delante de él.

—Kira, ¿verdad? —Prenso mi labio inferior al no poder creer que durante todo este tiempo, Zac ni siquiera sepa mi nombre. Es algo decepcionante saber que estudiaste toda la secundaria con él y no sea capaz de reconocer tan siquiera como me llamo.

—Correcto—respondo algo decepcionada. Paso el producto por la caja registradora y le doy el cambio del billete que me acaba de entregar.

—¿Qué harás esta noche? —¡Por todos los santos del planeta! ¿A caso sigo dormida? ¿Me habré pasado con las cervezas que anoche me tomé con Kerem y aun sigo levitando?

Pellizco mi brazo izquierdo para darme cuenta que estoy despierta. De un momento a otro empiezo a moverme de forma descoordinada por la sensación tan extraña que se instala en el centro de mi estómago. Mis mejillas están calientes y juro por Dios que mi rostro debe estar rojo por completo.

—Nada. ¿Por qué? —Verlo sonreír de oreja a oreja es una completa obra de arte. Zac mete los dedos sobre las hebras de su precioso cabello para así, acomodarlo un poco.

—Compré un par de boletas para el estreno de una película, pero mi papá no podrá ir conmigo y no quiero ir solo. ¿Te animaría a ir con un desconocido? —¡Alguien que me pegue para saber si no estoy en coma o morí! Esto es irreal. Bajo la cabeza para no hacerme notar. Estoy sonriendo como loca y estoy a nada de empezar a reírme con lo foca en pleno acto circense.

—Salgo a las siete… —inquiero con la voz más temblorosa que carretera mal hecha. Zac jala un poco mi mejilla y me quedo flotando unos segundos en el aire cuando le escucho decir «Vendré a esa hora por ti»

Le envío un mensaje de texto a Kerem porque ni yo puedo asimilar que por si me ha dado con el crush de toda la vida. Miro el reloj de pared a cada cinco segundos porque desde que el pelinegro se marchó de la farmacia. Estoy demasiado nerviosa a tal punto que las ganas de vomitar se me han activado.

Escucho un ruido por la zona de lactancia y frunzo el ceño porque que yo sepa no he escuchado la campana de la puerta ser sonada. Me ruedo con la silla giratoria hasta la mesa del computador para darle un vistazo a las cámara y caigo de espalda al ver a un tipo encapuchado escondiéndose en uno de los estantes.

Busco el taiser que el señor Armando me compró cuando las jovencitas de Green Town se andaban desapareciendo y con algo de valentía camino hasta esa zona para encararlo. Quizás sólo sea un chico adolescente con ínfulas de ladrón y creo que después de este susto, las ganas de estar robando se le van a quitar.

—Levántate de allí y da media vuelta despacio —hasta yo misma me he sorprendido por lo segura que me he escuchado. Creo que después de ver tantos programas de policías y asesinos, terminé siendo una experta en el tema.

Trago grueso al ver al sujeto levantarse y para nada era lo que pensaba. Creo que me lleva demasiadas cabezas. ¡Por Dios! ¿Cuánto mide este tipo? Su espalda es ancha y los músculos de sus brazos se asoman a través de la tela de la chaqueta que usa.

—¿Crees que con eso puedes inmovilizarme? —mis manos se mueven y aprovecho para amenazarlo que si da un paso más, no dudaré en descargar en él toda la potencia del arma.—Te dejaría bloqueada de un solo golpe… —su voz es demasiado gruesa y varonil. Mis piernas se mueven por el nervio que demuestra mi cuerpo. El ladrón está dándome la espalda, así que no puedo observar bien su rostro.

—Ya he llenado la policía, por eso… —me callo al ver a un par de sujetos entrar de manera sospechosa a la farmacia. El ladrón el jala de la cintura y caigo de espalda sobre sus piernas. Su mano enorme tapa mi boca. Mi pecho sube y baja al sentir sus dedos sobre mi vientre bajo.

—Haz silencio, si me colaboras te juro que respetaré tu vida… —aprieto los párpados y comienzo a rezar al saber que este tipo tenía intenciones de matarme desde el primer momento en que me vio. Dios, no me dejes morir así, soy demasiado joven y Zac ni siquiera me ha besado.

Mi cuerpo cae hacia adelante y pienso lo peor.

—Señor… —empiezo mi oración. El sujeto empieza a reírse y caigo en cuanta que desde hace un instante ya me había dejado libre.

—Sin darte cuenta, me has salvado la vida. Si no hubiese sido por ti, esos tipos me hubieses matado. Te agradezco mucho, cariño.—alzo la vista para verle el rostro de la persona que casi me mata de un paro cardíaco, pero es demasiado tarde. Ya se ha marchado.

(***)

¿Algún vez han sentido que están tan decepcionados que pueden desmayarse en cualquier momento? Pues así es como me siento en este justo instante. Zac mira hacia la pantalla enorme donde proyecta esa película rara de horror, mientas que yo solo quiero que me trague la tierra.

En todo el tiempo que hemos estado aquí, solo ha cruzado conmigo un par de palabras. He ido al baño para tomar un respiro y ni siquiera se ha dado cuenta que he salido. Me llevo un par de palomitas a la boca y sorbo un poco de gaseosa con la pajilla que sostiene el vaso desechable que hemos comprado. Respiro hondo cuando por fin han apagado el proyector y esta horrorosa cita a llegado a su fin.

—¿Te llevo a tu casa? —debería de decirle que no e irme sola hacia mi hogar. Pero son casi media noche y caminar sola a esta hora sería un gran peligro para mí.

—Por favor—arrugo la frente al sentir su mano derecha en mi espalda baja. Le miro de soslayo pero Zac solo sonríe. El hombre que me ha gustado durante mucho tiempo maneja con lentitud. Mi móvil y ha pasado más tiempo del que debería. Le miro mal cuando parque el coche tres cuadras antes de llegar a mi casa.

Aprieto el cinturón de seguridad al verlo como se quita el de él, Zac toma mi mano y brinco asustada.

—Sé que estás enamorada de mí—abro los ojos. Boto un poco de aire retenido en mis pulmones para poder procesar lo que está sucediendo—Quítate los pantalones y vete para el asiento de atrás.

—¿Perdona? —quito el seguro del cinturón para salir corriendo si esto se sale de control.

—Te voy a hacer el favor…

Mi mano se estampa contra su rostro, no puedo creer que me haya enamorado de semejante imbécil. ¿Cómo es que hasta ahora me doy cuenta de esto? Pego un grito al sentir un tirón fuerte en mi cabello.

—No te hagas la santa, todas son unas putas.

Le doy un codazo que termina sirviendo para nada, ahogo un gemido cuando una roca enorme cae sobre el vidrio del parabrisas. Los fragmentos caen sobre mi cuerpo y aprovecho el aturdimiento de Zac para salir corriendo de allí.

Las lágrimas se ruedan por mis mejillas, he lúcido como una idiota enamorada y quizás él siempre ha sido de esta manera, solo que el amor no me dejaba ver lo que sucedía en realidad.

Acomodo mi ropa al escuchar un ruido fuerte dentro de casa, percibo los gritos de mamá y es como si todos los dioses del universo se hubiesen conspirando para hacer de este el peor día de mi vida.

Un par de matones tiene a mi padre boca a bajo, Jack llora detrás de mi madre y solo presiento que este será el inicio de una vida llena de problemas.

—¡¿Qué sucede mamá?! —uno de los tipos le hace seña al otro con la cabeza.

Papá escupe sangre y no entiendo que sucede.

—Tu padre le debe millones al casino de Tiger Ford…—no quiero creer lo que estoy escuchando. ¿Papá es un apostador?—Van a matarlo si no paga la deuda… —me coloco enfrente de mi padre para intentar mediar por él.

—¿Tenemos plazo de pago? —el tipo de traje negro niega.—¡Debe haber una solución para esto!

El otro asiente—La hay… —veo como toca su oreja como si alguien le estuviese diciendo algo por allí—El señor Tiger quiere negociar.

Mamá se pone a mi lado—¿Qué desea su jefe?

—Qué su hija sea para él… trabajarás en la mansión Ford como su empleada personal.

¡Les dije que este no era mi día!

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