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Capítulo 04

Kira Douglas

Me doy media vuelta y salgo huyendo del laberinto.

Por nada del mundo voy ha estar a disposición de de ese monstruo. ¡¿Quién se cree para hacer con mi vida lo que se le venga en gana?! Algunas empleadas me quedan viendo al entrar a la mansión deprisa. Limpio mi sudor al estar en silencio y en la tranquilidad de mi habitación. Mi corazón me palpita con fuerza, pero debo solo centrarme de que estoy aquí para pagar una deuda y cuando lo haga, volveré a ser libre y nunca regresaré aquí.

Alguien toca mi puerta con insistencia, busco algo con que defenderme si dado caso el insolente de Tiger ha venido a buscarme. La perilla de la puerta se mueve de una lado hacia otro. Mi pecho sube y baja porque no sé quien es esa persona que insiste en entrar a mi habitación.

—¿Señorita Kira? —bajo los hombros al escuchar a un señor con un perfecto acento francés llamarme por mi nombre. —¿Señorita Kira? He venido por usted para que venga a cenar. ¿Se encuentra bien? —salgo de mi habitación a toda prisa. El hombre me queda viendo por algunos segundos y miro hacia otro lado para no reírme del bigote tan peculiar que usa.

Le sigo por un pasillo que no reconozco, la mansión Ford es demasiado grande y estoy segura que si un día decido recorrerla, sin duda alguna terminaré perdiéndome y quizás hasta muerta. Bajo la cabeza al ver a más de diez personas sentadas en una mesa de comedor de madera de roble en una sala externa de la propiedad.

No me puedo imaginar como ellos han llegado hasta aquí, hay una mujer rubia con su hijo de al menos cuatro años sobre su regazo. Ella le da algo de sopa de vegetales mientras que su hijo hace muecas algo graciosas. Junto a la señora está la dama que me ayudó hoy en la mañana y le sonrío para que sepa que la recuerdo. Un hombre panzón y con ropas extrañas me pasa una silla para que me siente junto con ellos en la mesa.

La chica que me arrojó agua me queda viendo con cara de pocos amigos y decido ignorarla.

—¿Ustedes también le deben dinero al señor de la casa? —inquiero. Los empleados detienen lo que están haciendo para mirarse unos con otros. El hombre con bigote peculiar y acento francés deja la presa de pollo que llevaba hacia boca, de nuevo hacía el plato.

Carraspea la garganta—Todos estamos aquí por voluntad propia… —ahora soy yo la que deja los cubiertos en la mesa. ¡Es imposible! —Le hemos servido a la familia por décadas. Ross… —señala a la mujer que me protegió del monstruo—Fue la primera en llegar a este lugar. Ella es la nana del joven Tiger, yo llegué de mi país tiempo después. Martín Ford, el padre del actual dueño me encontró medio muerto en la calle y me acobijó en su hogar sin conocerme y desde entonces le soy leal a esta familia e igual que mi historia son la de todos.

Niego.

—¡Esto es una abominación!—le pego a la mesa. Ross se levanta de su asiento y yo imito su acción completamente enojada.—Ese hombre al cual defienden diciendo que es su salvador ¡Intentó matar a mi padre! —la chica que me mira con desprecio abre los ojos—Estoy aquí para pagar una deuda, porque sino lo hago… —aprieto las palmas de mis manos—si no lo hago, mi familia morirá… —escucho los murmurios y alzo la cabeza para mirarle a todos—Papá está entre la vida y la muerte por culpa de su salvador… Que en realidad es un cruel asesino. ¿Alguien en verdad sabe lo que pasa aquí? ¡¿Me van a decir que nadie escucha los gritos de sus víctimas?!—grito con vehemencia; ellos miran hacia otro lado menos hacia mí. Claro, claro que saben que hace ese despiadado verdugo, solo que los tiene cegados y sumisos a todos.

Echo la silla hacia atrás para irme de allí, las lágrimas llenas de impotencia se ruedan por mis mejillas enrojecidas por la ira y la frustración que siento al saber que a Tiger Ford lo ven como un héroe cuando en realidad es solo un monstruo que arruinó mi vida.

Siento como mi camisa es jalada desde abajo y me exalto al ver al niño pequeño al cual había visto por primera vez hace un instante. Sus manos pequeñas me extienden una rosa roja la cual tomo con una sonrisa en mis labios. Lo observo alejarse mientras que mi alma solo quiere irse lejos de aquí y nunca más volver a este oscuro y macabro lugar.

La mansión Ford huele a sangre y muerte, Tiger trae hasta aquí a sus víctimas para asesinarlas. ¿Cómo es que estas personas no ven la realidad? ¿La comida tendrá una especie de droga que los hace alucinar? Me asusto al pensar eso, porque yo…Yo he probado de la sopa de verduras…Y… Corro con todas mis fuerzas al baño más cercano.

Aseguro la puerta para acto seguido tumbarme a un lado del inodoro y provocarme el vómito. No puedo ser la sumisa de ese monstruo. ¡Yo jamás podría verte como ellos te ven! Mi garganta arde porque he botado todo lo que llevaba en mi estómago.

Enjuago y seco mi boca con una pequeña toalla de algodón que estaba a un lado del lavamanos. Mis ojeras están enormes y no era para menos, siento que poco a poco este lugar me irá consumiendo, pero no cederé por un solo momento. Salgo del cuarto de baño dispuesta a vivir la vida que me tocó vivir, pero algo capta demasiado mi atención.

Hay un camino de plumas de colores sobre el suelo, doy un paso para ir a investigar, pero me detengo al recordar que nada lo que suceda en esta casa es de mi incumbencia.

Muerdo mi labio inferior al no saber que hacer al ver restos de sangre sobre el piso. Inhalo hondo porque a la final la curiosidad me ha ganado. Sigo el camino que me lleva hacia una escena monstruosa. Gabriel está degollando a un grupo de pájaros que se encuentran dentro de una jaula que reconozco.

¡Son las aves de Tiger!

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —doy pasos agigantados hasta llegar al borde de la piscina en donde este psicópata se encuentra sentado. Los pájaros flotan sin vida dentro del agua. La sangre de estos seres inocentes tilda de rojo la alberca—¡Dios!—logro jalarle una pequeña jaula que aún contiene a un par con vida.—¡Maldito! ¿Qué te estaban haciendo?

Gabriel se levanta del borde con cara de pocos amigos.

—Estaba aburrido, es todo… —habla restándole importancia a mis palabras. Le veo dar media vuelta para marcharse, pero en un impulso tomo su antebrazo para detenerlo. Sus ojos claros me observan con esa ganas de asesinarme logrando que todo mi cuerpo sienta una corriente eléctrica.

—¿Estabas aburrido?—emito un chasquido con mi boca—Has matado doce pájaros ¿Por qué estabas aburrido?—asiente cómo si nada y quiero matarlo con mis propias manos—¿Por qué no estás en un psiquiátrico?—Gabriel parpadea los ojos como si no pudiera entender lo que le acabo de decir.

Arruga las cejas—¿Me…Me estás llamando loco?—gaguea lo que dice—Eres demasiado valiente, corderito… —me voy a odiar por esto y creo que ya me estoy arrepintiendo de lo que voy a hacer. Pero no voy a permitir que nadie haga conmigo lo que se les venga en gana. Miro como el rubio sostiene con fuerza la daga que usó para asesinar a los animales y no lo soporto más. Lo empujo hacia la piscina.

—¡Eres un puto loco, Gabriel!—me rio al verlo nadar con desesperación hacia la superficie. Esperen… No me percaté primero si sabía nadar. Abro los ojos asustada, pero al verlo impulsarse hacia la orilla hace que mis pies se muevan solos y corra lejos de aquel hombre que ahora sí me va a matar.

Ando a toda prisa por toda la casa, la sonrisa que tengo en mis labios no se me va a borrar por horas o eso creía hasta que vi a Ross junto a la chica que me odia dentro de mi habitación con un vestido rojo que nunca podría comprar con mi propio dinero.

—¿Dónde estabas? —me ataca la odiosa mujer y ruedo los ojos—Esto no es un hotel donde puedes hacer lo que se te venga en gana.—Bajo la cabeza para controlarme.—Quien te ve con esa cara de mosca muerta y ya te follaste al…—la señora Ross le pellizca el brazo derecho. Doy varios pasos hacia ella porque en definitiva no entiendo que conllevan sus palabras.

—¿A quién he follado? —ella sonríe a medio lado logrando que la cólera tome posesión de mi cuerpo. Sujeto con fuerza brutal su mano, haciendo que la mujer chille por la presión que ejerzo—Dime, ¿A quién me follé?

—A mi Tiger…—comienzo a reír a carcajadas, estas personas no tienen vergüenza alguna.—Ni creas que me lo voy a dejar quitar de una mujer como tú.

Ahora entiendo todo, ahora sé porque me odia desde el primer instante en que me vio. Bien dice mi madre que el ladrón juzga por su condición y acabo de ver el claro ejemplo de esto.—Por mí—doy un paso amenazador—Te puedes quedar con ese asesino…

Ross se queda estática en su puesto, mi pecho me arde porque si no fuese por los errores de papá, yo no estaría en esta situación.

—El amo ha dicho que usted y él… —miro la anciana mujer por encima del hombro—. Él ha mandado a traer este vestido y ha dado la orden de preparar una cena especial para ustedes dos.

Observo el suelo.

—¿Si no voy? —suelto la pregunta—¿Si me niego? —clavo mis uñas en la piel de mis manos—No puedo soportar ni verlo. Ese hombre me produce náuseas y lo único que quiero es no tener que verlo más nunca en mi existencia. ¿Creen que iré a cenar con él? Pediría que me mataran mejor…

Ross toma mi mano—Tiger es como un hijo para mí y como le conozco sé que puede ser testarudo, malgeniado, orgulloso y sobre todo… —cierra los párpados para segundos después volver abrirlos—despiadado y cruel. Si no vas, tomará represalias en contra de ti y tu familia y está vez no podré cubrirte.

—No quiero hacerlo… Esto va en contra de mi moralidad ¿Cómo podré mirar a la cara al hombre que mandó a matar a mi padre? —las lágrimas se derraman por mis mejillas. La joven mujer le pasa el vestido a Ross y esta me lo coloca en las manos.

—A veces hay que hacer cosas que no queremos y tragarnos el orgullo. Ándate, Tiger te está esperando.—la tela de la prenda brilla en mis manos. Las mujeres me ayudan a colocarme el corsé que necesito para poder usarlo. El escote es enorme y más de una vez me ha tocado cubrirme al sentirme casi desnuda. Camino por los pasillos oscuros de la mansión en busca del salón de baile. Mis piernas flaquean y llevar puesto estas zapatillas no me ayudan de mucho. Siento el olor a rosas y sé que he llegado.

Un par de sirvientes abren la enorme puerta dorada dejándome ver a un Tiger sentado en la cabecera de una gigantesca mesa con una copa de plata en la mano derecha.

Mi pecho sube y baja al mirarle levantarse de la silla, lleva puesto un pantalón negro que se ajusta a sus fuertes muslos, una camisa la cual usa con varios botones abiertos. Bajo la cabeza al tenerlo frente de mí. Me repudia.

—Llegaste…—muerdo mi mejilla interna.

—¿También eres ciego? —cállate, Kira…

Tiger gruñe—He mandado a preparar muchas cosas porque no sabía cuál era tu favorita.

—Tampoco tienes porque saberla.

Aprieto los ojos al sentir las manos del monstruo sobre mis mejillas—Me estás cansando y como pudiste ver cuando llegaste, la paciencia no es mi virtud.

—Y ser sumisa la mía…

—Que bueno saberlo.

Lo miro sin entender—¿Por qué?

Tiger se ríe—Me conocen por domar bestias…

¿Eso…Eso fue una amenaza?

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