La misión

El aroma de Luvioc se hacía más fuerte, comenzaba a correr con mi mayor velocidad para lograr alcanzarlo. Tenía los sentidos más activados que nunca, el poder corría por mis venas. Aunque estuviera tan malherida, mi dolor disminuía por la fuerza creciente. Era mi hijo, lo sentía como si tuviéramos la misma sangre y nuestra conexión fuera demasiado fuerte.

El camino se hizo corto porque me impulsaba el amor.

Llegué y me arrojé hacia el barranco, pensando que mi cachorro estaría agarrado de alguna rama. Por el contrario, un montón de personas. estaban contemplando un punto en lo más alto. Me acerqué con sigilo, temía que fueran enemigos, no podía sentir más aromas que no fueran los de mi hijo.

—Aquí estas, Lysa. ¿Qué te ha sucedido? —preguntó Seth, corriendo hacia mí.

—¿Dónde está Luvioc? —pregunté, desesperada. No quise aceptar su abrazo.

El aroma de mi hijo se hizo más fuerte. En el medio del amontonamiento, una luz se filtró y logré ver a mi pequeño allí, sentado, con los ojos claros
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