CARTA DE SALVACION.

Narrador Omnisciente.

Al día siguiente, Rogelio asistió a la oficina como de costumbre, pero esta vez con la nariz rota por la mano de su propio hijo. Todos lo miraban por el gran moretón, por el golpe en el rostro, fue directo a la oficina de Bruno para enfrentar el problema del cual se le acusaba y como tenía una furia frustrada se sentía con mucho valor para enfrentar al niñato de su jefe. 

En cuanto las puertas dobles del ascensor se abrieron, notó que el escritorio de Abigaíl se encontraba vacío, y su mirada se quedó fija en ese lugar por más tiempo de lo necesario hasta que escuchó como alguien se aclaró la garganta.

—Ummm…. Señor Cisneros, su esposa, últimamente no respeta el horario laboral, bueno, usted debe

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