Capítulo 3

"¡No cuelgues, espera!"

 "¡¿Por qué no habría de hacerlo?!" Sujeto con más fuerza el móvil.

 "Tú, no puedes culparme. No seas tan mezquina Sara."

"¿Es todo lo que tienes que decir? Colgaré y, por favor, no me vuelvas a llamar en tu m*****a vida".

 "¿De verdad tienes el corazón para hacer eso? Soy tu única amiga. ¿Qué harás sin mí? Tu vida ya es patética, imagínate sin mí".

"¿Quieres verme intentarlo?... Mi vida no es patética. Me arrepiento de haber confiado en ti, Ana. Eres una m*****a perra".

 "¡Tienes un corazón frío, Sara! , ¡Muy cruel!, Heriste mi corazón. Perderás lo único que tienes. Él era un perdedor, no entiendo por qué todavía te importa tanto".

 "Si era un perdedor, ¿por qué diablos te acostaste con él?"

"Estaba aburrida", respondió ella, minimizando lo sucedido.

"¿Estabas tan aburrida que tuviste que inventar una sarta de mentiras para que él, el idiota, lo hiciera contigo?"

"Yo no lo obligué, Sara. Solo te ayudé a ver que no valía la pena, que no era un hombre de confianza".

"Vete a la m****a, Ana, y por favor desaparece para siempre con el idiota. ¡Te deseo mil hijos y que uno de ellos se llame Tulio!"

Corto la comunicación, abrazo mi almohada y grito como una loca.

"Eso fue intenso".  Me doy la vuelta y mi rostro se llena de horror cuando veo al chico de cabello oscuro en mi puerta.  "¿Esta era la habitación de Eliot? Pero ahora es la tuya, ¿verdad? ¿Dónde está él?"

"Al lado", digo con dificultad.

 "Ya veo, gracias."  Comienza a hurgar en sus bolsillos.  ¿Qué está tratando de hacer?  "Ten."

Me arroja un caramelo de limón y luego desaparece por la puerta.  Me cubro la cara con ambas manos, avergonzada.

¿No puedes dejar de arruinarme la vida, Ana?  Cuando Eliot se entere, se burlará de mí hasta el día de mi muerte.  Pero... ¿por qué lo hiciste?  ¿No éramos hermanas nacidas en distintos uteros?, ¿Por qué Ana?

 Abrazo la almohada, llorando.  Ana y yo éramos compañeras de clase, pero en realidad nos conocíamos desde hacía mucho tiempo.  Siempre tuvo una personalidad juvenil que hacía difícil que no le gustara a nadie.  Ella fue mi luz después de la muerte de mi padre, pero ya no.  Estoy de vuelta en la oscuridad.

Lloré hasta que mi garganta se volvió amarga.  Desenvuelvo el caramelo de limón.  La acidez borra el amargor, dando paso al dulzor.  Suspiro, miro al techo y empiezo a pensar en el principal problema del día, el imbecil de Eliot. Tengo que encontrar la forma de evitar la salida de hoy.

Después de analizarlo, llegué a una sola conclusión: tengo mucha hambre.  ¡Estúpido Eliot!  Si no fuera por ti, no tendría tanta hambre ahora.

Tengo que encontrar algo de comida.  Si ese idiota se atreve a burlarse de mí, solo tengo que darle una paliza.  Eso es lo que haré.

Subo y bajo las escaleras un total de siete veces.  ¿Qué estoy haciendo?  ¿Desde cuándo le tengo miedo a ese tipo?

 "Por un momento, me hiciste creer que habían reemplazado las escaleras con una escalera mecánica, Sarita".

"No molestes a tu hermana", interviene el moreno.  Bajo mi rostro avergonzada cuando lo veo.

"Quinlan, estoy hablando con ella, no contigo, así que no te involucres donde no te llamen".

"Solo trata de ser más amable. Es su segundo día aquí".

 "Gracias," murmuro agradecida.  Él sonríe y dos pequeños hoyuelos aparecen en su rostro.

 "Soy Quinlan, el mejor amigo de tu hermano".

 "No soy su hermano".

 "Él no es mi hermano".

Nos miramos y hacemos mueca de asco al mismo tiempo.

"Pues lo parecen."

 "¡No!"  gritamos los dos, llenos de horror.

 "Deja de copiarme", reiteramos al unísono.  ¡Maldita sea!

 "Ja ja..."

"Si sigues riéndote, lo pasarás muy mal en el entrenamiento de hoy".

Automáticamente cierra la boca.

 "Soy Sara, gracias por todo."

"¿Sabes tratar bien a la gente, Sarita?"  pregunta el zopenco.

"Sí, soy cortés con aquellos que son respetuosos conmigo".

 Saltan chispas de los ojos del idiota.

 "¿Tienes hambre?" Pregunta Eliot. ¿Qué le sucede ahora?

"Eso no es asunto tuyo."  Trato de esquivarlo y tomo un desvío para llegar a la cocina, pero me sujeta del brazo.

 "¡¿Qué estás haciendo?! Eliot, déjame ir".

 "Comeremos fuera".

 "No voy a ir. Comeré aquí".

 "Olvidas lo que le dijimos a nuestros padres. Saldremos juntos hoy".

 "¿Ella viene con nosotros?"

 "¡No!"

 "¡Sí!"

 "Llamaré a Clarice", saca su teléfono de su chaqueta.

"¡Bien, iré!."

 "Tienes 15 minutos".

 "Bien", trato de continuar mi camino hacia la cocina.

Vuelvo el trigo al burro. "Tienes 15 minutos."

Giro el pomo de la puerta. "¡No me sujetes! Te escuché, no soy sorda. Comeré en 10 minutos y me vestiré en 5".

"¡Ja, ja, ja eres especial Sara!" Quinlan dice felizmente, limpiándose las lágrimas.

 Sin querer, me sonrojo.

"¡Ve a comer! ¿Qué estás esperando?"

 "Tal vez para que me sueltes".  Sacudo mi brazo con enojo, y finalmente llego a la bendita cocina.  "Wow, esto es como viajar al futuro".

 "¿No tenías una nevera en tu casa?"

 "Ja ja."

"¿Por qué me siguen?"

 "Bueno, en realidad..." Quinlan hace una pausa y tose torpemente.  "Estábamos a la mitad de la preparación de nuestros sándwiches".

Efectivamente, la mesa está a medio poner.

 "Oh."  Abro la nevera con ganas de meter la cabeza y no sacarla nunca, pero ¿por qué no abre?

 tic, tic...

 "Sarita, la puerta abre para el otro lado".

 "¡Cállate, Eliot!"  Abro la despensa, y... ¿solo hay legumbres?

 "Dos puertas a tu izquierda".

Asiento agradecida con Quinlan, tomo una bolsa de papas fritas y huyo de allí, escuchando la m*****a risa del hijo de Donovan.

¿Por qué mi suerte es tan mala?  Yo miro el reloj;  son las 10 a. m. ¿Tenía 15 minutos?  ¿No?

 Abro una maleta gris.  Mamá me compró esta ropa para ponerme más a la moda.

 Arrugo la nariz incómodamente ante los colores brillantes.  Pongo todo patas arriba hasta que encuentro un top blanco y unos shorts negros.  Miro mi reflejo en el espejo. ¿Me queda un poco cortó? Miro la talla, es M, yo necesitó que sea L, .  Palmeo mi cara.  Mi busto mide 110, necesito algo más.

Toc, toc, toc...

"¡¿Quién es?!"

"Sarita pasaron 20 minutos, ¡¿Puedes bajar de una m*****a vez?!"

Toc, toc, toc, toc, toc...

"¡Deja de golpear mi m*****a puerta, ya bajo!"

"No me engañarás. Muchas veces intentaron ese truco sin éxito, y no serás la primera en lograrlo".

"¡Qué esperes abajo zoquete! ¡¿Qué parte no entiendes?!"

Toc, toc, toc, toc...

"No dejaré de tocar la puerta hasta que salgas, Sarita".

"Dejala en paz."

 "Cállate, Quinlan, te dije que esperaras abajo".

 "No lo haré..."

Genial, entre el ruido molesto y su discusión, no puedo pensar.  Cierro la maleta inútil y elijo una sudadera oversize, tres veces más grande que yo.  Me pongo un par de zapatillas y me peino.  ¿Mi flequillo ha crecido demasiado durante este tiempo?  Necesito cortarlo antes de empezar la escuela.

 Toc, toc, toc, toc...

 "¡Date prisa, niñita!"

Abro la puerta cansada.

"¡Listo vamos!"  Grito tan fuerte como puedo, y Quinlan levanta el pulgar.

 "¿Estás loca? Casi me dejas sordo", chilla Eliot, tapándose los oídos.

"Tú eres el loco., te dije que ya iba."

"Solo camina." Ordena.

 "Tú camina", Le replicó.

Nos miramos desafiantes y la situación llega a un punto muerto.

 "Si no nos vamos, llegaremos tarde, viejo".  Quinlan golpea el hombro del tonto, quien hace una expresión desagradable.  Me toma del brazo y me arrastra.

"Ambos caminaremos."

 "¿Quieres que camine? Suéltame".

"¡Callate!."

Miro suplicante a Quinlan, quien nos ignora y sigue adelante.  Pensé que eras un buen tipo.

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