Julia se sentía extraña y culpable. Había construido una amistad sincera con Joseph durante los últimos cuatro años. Él se había portado excepcionalmente bien con ella y su hija; siempre había sido un apoyo incondicional. Sin embargo, en ese momento, Joseph había provocado una situación que la incomodaba profundamente.Respiró hondo y posó su mirada sobre la de Ciro en cuanto lo escuchó hablar.— No. No fue por él, aunque sí me ayudó a marcharme sin ser interceptada por tus hombres — admitió Julia, sabiendo que la forma en que desapareció de su vida no fue la correcta, pero no podía quedarse a pesar de ser lo que más deseaba.— Me dices que no fue por él y también que es el único que ha sabido dónde has estado todos estos años.La ira de Ciro iba aumentando conforme sus sospechas sobre que el padre de la pequeña no se encontraba muerto y podría tratarse del tal Joseph. La forma en que la niña había corrido al verlo, la sonrisa en el rostro de la pequeña Hanna al verlo, ellas dos forma
A la mañana siguiente, Julia se dirigió a la oficina temprano. Quería resolver cuanto antes los asuntos legales, la renovación de contrato y zanjar el proceso de divorcio antes de que Ciro regresara a América.A paso acelerado , Julia ingresó a la oficina y se dirigió hacia su escritorio. Su secretaria, Sonia, la recibió con una sonrisa amigable.— Buenos días, Julia. Tienes una agenda ocupada hoy —informó su secretaria, pasándole un archivo con algunos documentos importantes—. Aquí tienes los contratos para la revisión y firma. También he coordinado la reunión con el CEO asociado para las diez de la mañana.Julia asintió agradecida mientras tomaba los documentos y comenzaba a revisarlos. Sabía que no sería fácil, pero era necesario para cerrar ese capítulo de su vida y estar por fin tranquila.— Gracias, Sonia. Estaré lista para la reunión —respondió Julia, sintiendo un nudo en el estómago.Sonia la observó con comprensión antes de añadir con voz suave:— Sé que estos asuntos pueden
—Voy a reformularlo. Si no me permites quedarme, me veré obligado a adquirir al menos un 40 % adicional de las acciones de esta compañía. Eso resultaría en que tu participación en la empresa se reduciría al menos a un 40 %. No es mi intención jugar este tipo de juegos contigo, pero no vacilaré en hacerlo si no me dejas otra alternativa y continúas insistiendo en que abandone Inglaterra. Como ya mencioné, tengo un fuerte compromiso con mi trabajo, y mi presencia aquí no es sin un as bajo la manga. Era consciente de que sus palabras aumentarían la tensión en Julia. Detestaba emplear este tono con ella, pero estaba dispuesto a luchar. Había hecho una promesa cuatro años atrás: si lograba encontrarla, no permitiría que escapara de nuevo de su lado.No había nadie como ese hombre para hacerla pasar de un estado a otro completamente contrario en segundos, Julia había pasado de sentirse levemente excitada, a estar confundida y ahora molesta, ese hombre convertía su estabilidad emocional en
Julia respiró con alivio. No era realmente una sorpresa para ella, había experimentado los cambios de humor de su esposo durante su matrimonio y no le parecía tan difícil de sobrellevar una vez lo conocía. Era consciente de que había un componente hereditario en ese tipo de trastornos, pero eso no significaba automáticamente que sus descendientes fueran a heredar la bipolaridad.— Pero sabes que eso no significa que tus hijos vayan a desarrollar también este trastorno, ¿verdad? — preguntó Julia con una mirada pensativa, debatiendo internamente si debía o no compartir con Ciro la verdad que le había estado encubriendo.Las palabras de Julia hicieron que Ciro levantara su mirada y un deje de esperanza se colara en su mente. No realmente no había tenido el valor de investigar más allá, se había conformado con las palabras de su doctor es mas ni siquiera le dejó terminar cuando él se había levantado y marchado. Si se hubiera quedado, tal vez hubiera escuchado lo que ahora le decía Julia q
Se giró molesta y decidida a explicarle nuevamente a su esposo que necesitaba tiempo para pensar en su propuesta. Sin embargo, los ojos que se encontró clavados en los suyos no eran precisamente los de Ciro, eran verdes también pero definitivamente no tan hermosos.— Señora, le dije al señor que esperara, pero él insistió en...Sonia apareció avergonzada por haber dejado pasar a ese hombre, pero su incomodidad se transformó en alivio en el momento en que su jefa le dirigió una sonrisa de aprobación.— ¿Qué te trae por aquí, Joseph? No me pillas en un buen momento.— Necesito hablar sobre lo que sucedió ayer — dijo el hombre — ¿Me invitas a entrar en tu despacho o debo preguntar aquí mismo en el pasillo?Ciro no podía evitar sonreír, sobre todo llevarse los dedos a sus labios recordando la forma que estos se habían acoplado a los de Julia. Todavía podía sentir el calor de su aliento mezclándose con el de ella.Sin embargo, lo más importante era que Julia todavía lo amaba o por lo menos
Ciro se quedó observando fijamente a Joseph y a Julia, su mente estaba llena de preguntas sin respuesta con respecto a la paternidad de la pequeña Hanna.—Julia, ¿qué es lo que este sujeto quiere decir?— le preguntó de inmediato, buscando aclarar la situación que parecía haberse vuelto un enigma.Julia, sin embargo, parecía haberse quedado atónita, su rostro palideciendo como una hoja de papel. La tensión en la habitación se volvía pesada e insoportable, mientras Ciro intentaba entender lo que estaba ocurriendo.Mientras tanto, Joseph no podía evitar intervenir. —Sí, Julia, ¿por qué no le dices quién es el padre de Hanna?— Su tono denotaba cierta impaciencia, aumentando aún más la confusión de Ciro.La atención de ambos hombres permanecía enfocada en Julia, quien parecía ser la única capaz de responder a la interrogante que estaba torturando a Ciro.¿El padre de Hanna seguía vivo? Si Joseph no era el padre, ¿podría ser él el padre de Hanna sin problemas? Los pensamientos de Ciro se c
La abuela de Hanna, quien solía recogerla de la guardería casi todos los días, a excepción de algunos viernes cuando su hija Julia la recogía personalmente, llegó a casa junto a Hanna. Fue una sorpresa para ambas encontrar a las empleadas ocupadas en un frenético ir y venir.Doña María frunció el ceño y miró a Hanna con una expresión preocupada.— ¿Qué estará pasando aquí, mi niña? —murmuró, más para sí misma que para su pequeña nieta.Hanna, con sus grandes ojos curiosos, observó la escena sin comprender del todo lo que estaba ocurriendo.Una de las empleadas se acercó apresuradamente a ellas.— Buenas tardes. Perdónenos el revuelo. Pero la señora Julia nos llamó hace un rato pidiendo que preparáramos una habitación porque vamos a recibir visita.La niña supuso que se trataba de la visita de Joseph, y su gesto se tornó despreocupado mientras se quitaba los zapatos.— Seguramente el Tío Joseph venga a quedarse en casa —respondió la niña.— ¿Está Joseph en Londres, otra vez? —preguntó
Hacía un mes que Julia y Ciro compartían la misma casa, cada uno durmiendo en habitaciones separadas. La situación había resultado mejor de lo que Julia había imaginado. Ciro se mostraba increíblemente paternal y amoroso con Hanna, y Julia no podía evitar enamorarse de él un poco más cada día.El amor entre ellos era todo menos platónico, era apasionado y ardiente. A los pocos días de comenzar a vivir juntos, Ciro entró en la habitación de Julia a media noche para estar con su esposa. A partir de ese momento, las noches se convirtieron en una intrépida carrera de obstáculos para evitar ser descubiertos por Hanna o por María, la madre de Julia. No pasaba una sola noche sin que uno de los dos se colara en la habitación del otro para expresar su amor de la forma más carnal posible.Aquella noche no era para nada distinta, Julia llegó a la habitación de Ciro con una corta camisa de dormir y cerró rápidamente la puerta tras ella.— Ciro, ¿Sigues despierto?— preguntó en voz baja — hoy a Han