Joseph había estado esperando pacientemente durante varios días el momento adecuado para encontrarse con Marguerite. Desde que le mandó las imágenes del compromiso de Julia y Ciro, su rabia creció como una tormenta dentro de él. No podía soportar la idea de que su plan original para recuperar a Julia se desmoronara ante sus ojos. Había invertido tanto tiempo y energía en conquistar a esa mujer, en mostrarle que él podía ser un buen esposo y padre para su hija visitándola durante años, fingiendo adorar a esa niña que no tardaría en mandar a un internado en cuanto se casará con la madre para que ella pudiera tener sus hijos y no hubiera nada cerca que lo atara a él.Pero su plan no salió bien, ese Costello se había vuelto a cruzar en sus vidas, un poco más, solo un poco más y estaba seguro de que esa mujer lo hubiera aceptado.Un par de días después de dicho compromiso, Marguerite le envió un mensaje para reunirse en un lugar aislado. Joseph aceptó de inmediato, sintiendo que no podía e
El gran día había llegado; la boda estaba a punto de comenzar. Los invitados comenzaban a llegar mientras los novios se preparaban en sus respectivas habitaciones.Los arreglos florales del jardín estaban os preparados tal y como la pequeña Hanna había pedido como si estuvieran dentro de un cuento de hadas, por fin podría ponerse su hermoso vestido de princesa y lucir una Tiara, poco se imaginaba nadie lo que estaba apunto de ocurrir.Joseph, oculto en las sombras de los alrededores, observaba la llegada de los invitados a la boda de Julia y Ciro con ojos llenos de odio y resentimiento. Estaba decidido a arruinar ese día tan especial y poner fin a la felicidad de la pareja.Sus esbirros, cuidadosamente distribuidos alrededor de la mansión Costello, esperaban sus órdenes. Joseph había planeado meticulosamente el secuestro de Julia, y estaba dispuesto a llevarlo a cabo sin importar las consecuencias.A través de un dispositivo de comunicación secreto, les dio instrucciones a sus cómplic
El murmullo entre los invitados a la boda aumentó, algunos miraban con curiosidad hacia la mansión, preguntándose qué estaba ocurriendo. Ciro se sentía atrapado en una pesadilla mientras esperaba, su mente se llenaba de pensamientos oscuros y temores.La demora se hizo insostenible, y finalmente, Ciro no pudo contenerse más. Se disculpó ante los invitados y salió corriendo hacia la mansión, cruzando el jardín a zancadas. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras entraba precipitadamente en la casa en busca de respuestas.Ciro irrumpió en el jardín trasero con el corazón latiendo a mil por hora, su mente aturdida por la preocupación y el miedo que lo embargaban. En un primer vistazo, notó algo extraño: sombras moviéndose en la penumbra del jardín, acechando como depredadores en la oscuridad. La inquietante visión lo impulsó a correr hacia allí, siguiendo su instinto y temiendo lo peor.En el rincón más alejado del jardín, bajo la sombra de un viejo roble, Ciro vislumbró la figu
El susto había dejado a Julia temblorosa. A pesar de la alegría que se suponía que este día debía traer, una sombra había cruzado momentáneamente sus vidas. Pero ahora, más que nunca, Julia sentía la necesidad imperiosa de reafirmar lo que realmente importaba, su familia, su esposo, su hija.—Tenemos que continuar —le dijo con determinación—. No vamos a permitir que este incidente nos robe la alegría de nuestro día. Pero antes necesito ver a mi hija y abrazarla, tú ve a esperarme en el altar.Julia caminó hasta donde estaba su madre intentando no notara que acababa de pasar por un mal momento en realidad la mayoría de los invitados ni siquiera se habían percatado de ello.—Mamá, ¿dónde está Hanna?Su madre, con una expresión de desconcierto, miró a su alrededor antes de contestar:—Creí que estaba contigo dijo que iría a buscarte para preguntar si ya podía empezar a lanzar las flores.— sonrió María — ella está muy impaciente al igual que todos ¿Donde te habías metido, hija?El rostro
Marguerite y Joseph se encontraron en una antigua cabaña de madera, oculta entre los árboles de un espeso bosque. A pesar de que el sol todavía brillaba en el exterior, el interior de la cabaña estaba sumido en una penumbra que reflejaba la tensión y la urgencia del momento. En un rincón, sobre una vieja cama, yacía Hanna, dormida profundamente, ajena al plan que estos dos habían urdido.Marguerite, con sus manos entrelazadas nerviosamente, observó a la niña por un momento antes de dirigir su mirada hacia Joseph. —Todo esto... ¿realmente vale la pena, Joseph? ¿Secuestrar a una niña inocente? — susurró, Marguerite con la voz cargada de duda — se suponía que este era un plan de urgencia ¿Tan difícil era llevarse a Julia, os la di en bandeja?Los ojos de Joseph estudiaron el rostro de Marguerite, intentando descifrar sus pensamientos. —Mira, Marguerite — comenzó a hablar Joseph con una voz baja y calmada — Todo esto es por un bien mayor. Tú quieres a Ciro, ¿no es así? Esto es solo un
—Julia —dijo Ciro, capturando la atención de su esposa. Al finalizar la llamada, su rostro parecía tan pálido como una hoja de papel.—Me siento mal —murmuró ella, evitando encontrar su mirada.—¿Quién te llamó?La pregunta de Ciro tomó a Julia por sorpresa. Las palabras de Joseph aún resonaban en su cabeza."Quiero que vengas sola a encontrarte conmigo. Si veo a la policía o a cualquier otra persona, te aseguro que no te gustará cómo encontrarás a Hanna. Tienes dos opciones: puedes intercambiarte por ella o seguir mis instrucciones al pie de la letra para que regrese sana y salva."Era ese temor el que impedía a Julia revelar la verdad a Ciro. El miedo de perder a su hija la paralizaba. La amenazante voz de Joseph le confirmaba que no mentía.—Fue un error, un número equivocado —mintió Julia, detestándose a sí misma por no ser honesta con su esposo. Pero no podía poner en peligro a su hija.Ciro, intuitivamente, sintió que algo no estaba bien. Sabía que Julia le ocultaba algo. Sin em
Marguerite no podía dejar de observar a Joseph. Estaba preocupada porque la pequeña aún no hubiera despertado, pero al mismo tiempo, agradecía que siguiera durmiendo, estaba más segura así.La mera idea de que Joseph pudiera hacerle algo a la niña, si no lograba controlarla o callarla, la aterraba. Sabía que ella no era una persona buena, pero Joseph era peor: no era un ser humano, sino un demonio con piel humana.Marguerite se estremecía al ver cómo Joseph observaba a la pequeña, lo que la mantenía alerta al pie de su cama. Lamentaba haber aceptado la ayuda de ese hombre. Por otro lado, la idea de librarse de Julia le daba cierta satisfacción, aunque sus propios pensamientos la hacían sentirse miserable, sobre todo al recordar que Julia estaba embarazada.—¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? Lo mejor sería que me lleve a la pequeña…No pudo terminar de hablar, porque en ese momento, la mano derecha de Joseph se cerró sobre su cuello, obligándola a callar y al mismo tiempo, haciéndola
La manilla comenzó a moverse lentamente, emitiendo un chirrido siniestro. La puerta se abrió de golpe y Joseph apareció en el umbral, su rostro lleno de furia. Sus ojos recorrieron la habitación rápidamente hasta posarse en Marguerite.— ¡¿Dónde está la niña?! —gritó Joseph.Marguerite, no dejaría que nada le ocurriera a la pequeña, jamás creyó que llegarían a ese punto, armándose de valor, se puso delante de la cama, intentando ocultar a Hanna con su propio cuerpo. —¡Déjala en paz!Joseph, sin previo aviso, propinó un fuerte golpe en el rostro de Marguerite. La fuerza del impacto la hizo caer, golpeándose violentamente contra la mesita de noche. Un corte se abrió en su nuca y la sangre comenzó a brotar, manchando el suelo de madera.Hanna, al ver a su tía aparentemente inerte, no pudo contenerse más y soltó un grito desgarrador, comenzando a llorar con desesperación. La pequeña trató de mover las sábanas que la cubrían, intentando acercarse a su tía.— ¡La mataste, mataste a mi tía!