Marguerite no podía dejar de observar a Joseph. Estaba preocupada porque la pequeña aún no hubiera despertado, pero al mismo tiempo, agradecía que siguiera durmiendo, estaba más segura así.La mera idea de que Joseph pudiera hacerle algo a la niña, si no lograba controlarla o callarla, la aterraba. Sabía que ella no era una persona buena, pero Joseph era peor: no era un ser humano, sino un demonio con piel humana.Marguerite se estremecía al ver cómo Joseph observaba a la pequeña, lo que la mantenía alerta al pie de su cama. Lamentaba haber aceptado la ayuda de ese hombre. Por otro lado, la idea de librarse de Julia le daba cierta satisfacción, aunque sus propios pensamientos la hacían sentirse miserable, sobre todo al recordar que Julia estaba embarazada.—¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? Lo mejor sería que me lleve a la pequeña…No pudo terminar de hablar, porque en ese momento, la mano derecha de Joseph se cerró sobre su cuello, obligándola a callar y al mismo tiempo, haciéndola
La manilla comenzó a moverse lentamente, emitiendo un chirrido siniestro. La puerta se abrió de golpe y Joseph apareció en el umbral, su rostro lleno de furia. Sus ojos recorrieron la habitación rápidamente hasta posarse en Marguerite.— ¡¿Dónde está la niña?! —gritó Joseph.Marguerite, no dejaría que nada le ocurriera a la pequeña, jamás creyó que llegarían a ese punto, armándose de valor, se puso delante de la cama, intentando ocultar a Hanna con su propio cuerpo. —¡Déjala en paz!Joseph, sin previo aviso, propinó un fuerte golpe en el rostro de Marguerite. La fuerza del impacto la hizo caer, golpeándose violentamente contra la mesita de noche. Un corte se abrió en su nuca y la sangre comenzó a brotar, manchando el suelo de madera.Hanna, al ver a su tía aparentemente inerte, no pudo contenerse más y soltó un grito desgarrador, comenzando a llorar con desesperación. La pequeña trató de mover las sábanas que la cubrían, intentando acercarse a su tía.— ¡La mataste, mataste a mi tía!
Joseph tomó a la pequeña Hanna por el mentón, apretando tanto que hizo que la niña se quejara al intentantar liberarse.— No lo diré de nuevo: guarda silencio si no quieres correr la misma suerte que tu tía Marguerite — amenazó haciendo que la pequeña así tiera mientras intentaba contener las lágrimas.El insistente golpeteo en la puerta principal distrajo a Joseph, quien empujó a Hanna hacia atrás. La niña chocó contra la cama y luego cayó al suelo, intentando no llorar. Pudo oír cómo escuchar cómo echaba el cerrojo desde fuera.En el rostro de Joseph se dibujó una sonrisa siniestra al reconocer la voz de quien llamaba.— Bienvenida, querida — murmuró, atrapando la muñeca de Julia y tirando de ella al interior de la cabaña sin miramientos.— ¡Mi hija! ¿Dónde está Hanna? ¿Que le has hecho?— preguntó Julia con la voz temblorosa, mirando desesperada por la habitación.— "Mi hija, mi hija"— Joseph imitó con burla a Julia y la rodeó con un brazo, atrayéndola hacia sí. —Deberías estar agr
Ciro, con manos temblorosas pero decididas, colocó su mano sobre la herida de Marguerite, tratando de contener el flujo de sangre que se escapaba con cada latido de su corazón. Julia se mantuvo unos pasos atrás abrazando a su hija, sus ojos estaban llenos de terror y tristeza mientras observaba la expresión de sufrimiento en el rostro de Marguerite.La habitación estaba sumida en un silencio ensordecedor, roto solo por los sollozos de Hanna y la respiración entrecortada de Marguerite. Ciro, a pesar de su vasta experiencia en situaciones peligrosas, se sintió impotente al darse cuenta de que la bala había causado un daño irrevocable en su prima.—Mantén la presión, Ciro —murmuró Julia, intentando infundirle ánimo, aunque sabía que el esfuerzo era en vano.Marguerite, con los ojos vidriosos y la voz débil, trató de hablar. —Hanna... cuida de ella —dijo, su voz apenas un susurro.—Lo prometo —respondió Ciro, apretando suavemente la mano de Marguerite.Marguerite estaba sumida en una extr
Julia sintió un escalofrío recorriendo su espalda al escuchar las palabras inocentes de su hija. La serie de desgracias que habían rodeado sus bodas anteriores la atormentaba cada vez que los recordaba. Su primer esposo había sido una pesadilla, un hombre que la engañó para aprovecharse de ella y su familia, no solo intentó quitarle la vida sino que también fue el responsable de la muerte de su padre. Y luego estaba la primera boda con Ciro, un evento amargo y doloroso donde él, en coma, no pudo ni siquiera ser testigo de su unión. Sin olvidar el reciente secuestro de Hanna durante su última celebración. Todo ello la llevó a cuestionarse la necesidad de realizar una nueva ceremonia. ¿Para que si Ciro y ella ya estaban casados?—Mamá, ¿por qué no podemos tener otra boda? — preguntó Hanna con sus grandes ojos llenos de esperanza.— Oh, cariño, sé que ha sido difícil, pero no todos los matrimonios tienen que estar llenos de tragedias — intervino Alice Antes de que Julia pudiera responder.
Julia, acompañada por su madre y la abuela Alice, caminaba nerviosa pero emocionada hacia la sala de ultrasonido del consultorio del ginecólogo. Era un día especial, iba a ver cómo estaba su bebé. Las mujeres intercambiaban palabras de aliento y expectativa.—Todo saldrá bien, querida —comentó María, acariciando el brazo de su hija—. Estas citas siempre son emocionantes.—Cada vez que veo a una mujer embarazada, me recuerda a cuando llevaba a mi hijo en mi vientre. Es un ciclo hermoso de la vida.— Añadió Alice, con una sonrisa de oreja a oreja.Entraron al consultorio, y el ginecólogo las recibió con una sonrisa amable. Julia se recostó y esperó mientras el doctor preparaba todo para el ultrasonido.—Relájate, Julia —dijo el ginecólogo con voz calmada, aplicando el gel frío en su vientre—. Vamos a ver cómo está ese pequeño.Mientras la pantalla mostraba la imagen del bebé, Julia sintió una emoción indescriptible. María y Alice se acercaron para tener una mejor vista, ambas con lágrima
Ciro y Hanna se encontraban en el jardín, sonriendo satisfechos. Ambos miraban a su alrededor con una expresión de orgullo brillando en sus ojos.—Todo está perfecto — afirmó Ciro, dirigiéndose a su hija. Esta alzó su mano derecha, y Ciro chocó su palma abierta contra la de ella, celebrando el éxito de sus preparativos.—Solo falta que mamá y las abuelitas lleguen — comentó la pequeña con entusiasmo.—Exacto, no deberían tardar en llegar. Será mejor que tú y yo nos vayamos a cambiar de ropa — sugirió Ciro.Hanna asintió y, en brazos de su padre, se adentraron en la mansión. Una doncella se acercó para llevar a Hanna a su habitación, donde sería bañada y vestida para la ocasión. Mientras tanto, Ciro se dispuso a hacer lo mismo, pero no sin antes revisar un mensaje que había recibido en su móvil.Julia, Alice y María estaban sentadas en el coche completamente en silencio sin saber que pretendían hacer con ellas. A pesar de los cristales tintados, podían sentir la mirada intensa de los
Mientras era conducida a una sala separada, Julia se sintió la ansiedad creciendo al ser separada de María y Alice. Su respiración se tornó errática y sus ojos mostraban evidente preocupación.—¡Quiero a mi madre y a Alice conmigo! ¡Esto no está bien! — exclamó, mientras intentaba zafarse de las manos que la sostenían.Una mano firme, pero gentil, la tomó por el brazo. Isabella, con su expresión serena, la miró a los ojos.—Julia, te prometo que nada les ocurrirá. Necesito que confíes en mí solo por un momento.Julia la observó, intentando descifrar cualquier indicio de engaño en sus palabras. Luego de unos segundos, asintió, permitiéndole a Isabella continuar. La mujer comenzó a maquillarla con destreza, realzando su belleza natural. Una vez terminado, Isabella colocó con cuidado la venda sobre los ojos de Julia, asegurándose de no estropear el maquillaje.—Ahora, el toque final — dijo Isabella con una sonrisa, mientras vestía a Julia con un vestido de novia que, si bien era sencillo